miércoles, 4 de marzo de 2009

Carta de Socorro

Si alguien lee esta carta, que por favor me ayude. Mi nombre es David y tengo 33 años. Actualmente me encuentro prisionero y necesito ayuda para escapar y desaparecer. Si no lo consigo, me matará.

Me encuentro encerrado en el sótano de mi propia casa y mi mujer es mi carcelera, torturadora y futura asesina. Sí, ella me tiene totalmente dominado y no puedo escapar. Cada día es más grande, fuerte y violenta. Empezaré explicándolo todo por el principio.

Al casarnos todo fue bien, me sentía la pareja perfecta y todo funcionaba a la perfección, ni tan solo la diferencia en tamaño me molestaba. Quizá hace falta aclarar este punto, yo soy un hombre de constitución normal (tirando a delgado), mido 1.72 metros y la última vez que me pesé, la balanza marcó los 64 Kilos. Ella, en cambio, tiene un físico muy especial, mide 1,97 metros y, cuando la conocí, pesaba alrededor de 53 Kilos. A mi me gustan las mujeres altas, así que no me sentía acomplejado por ello.

Con el tiempo, ella se acomplejó, se sentía larga en vez de alta. Me decía una y otra vez que era demasiado delgada y eso la llevó a obsesionarse con la idea de fortalecerse. Yo no opuse resistencia, no vi ningún problema en dejarla realizar sus deseos, estaba muy delgada. Ella pasaba todas las tardes en el gimnasio, fortaleciendo su cuerpo y aumentando su peso. Yo gozaba con su cuerpo, ya no me clavaba sus huesos.

Al poco tiempo empecé a notar los cambios, no los físicos, que hacía tiempo que se notaban, sino los psíquicos que eran mucho más preocupantes. El primero fue un pequeño cambio en los hábitos sexuales. Empezó colocándose arriba, no era extraño que estuviera arriba y me montara, lo extraño es que ya no quería practicar otra postura. No me quejé mucho, ya que me gustaba esa situación y mis manos podían jugar con sus pechos mientras ella saltaba sobre mi polla.

Luego, otro cambio, una pequeña variación de la postura, ahora cogía mis muñecas con sus manos y las colocaba sobre mi cabeza, dominándome, inmovilizando mis brazos y, si podía, también rodeaba mi cuerpo con sus piernas. Al poco tiempo la posición era más agobiante y yo ya no podía disfrutar. Cada día ella era más fuerte y lo hacía más agresiva. Le gustaba la sensación de poder y se excitaba mucho aplastando mi cuerpo contra el suyo, demostrando su fuerza, ahora ella pesaba más que yo y era doloroso sentirse aplastado bajo su peso.

Pasaron los días y en la cama yo ya no era más que un objeto que ella usaba para darse placer, inmovilizaba mi ser bajo el suyo, sus piernas rodeaban mi cuerpo, cerrando también mis brazos en mis costados mientras con sus brazos rodeaba mi cabeza, hundiéndola entre sus enormes pechos y así me follaba cada vez que quería, yo me sentía engullido por ese cuerpo de gimnasio, que me inmovilizaba y agobiaba. Muchas veces perdía el conocimiento al no poder encontrar oxígeno entre sus pechos. Sus movimientos eran agresivos y dolorosos, apretaba mi cuerpo contra el suyo, cada vez más fuerte, cada vez más duro y ardiente. No paraba hasta quedar satisfecha.

El siguiente paso fue impedirme la libertad, demostrándome su fuerza. Yo ya no era feliz con esas sesiones de sexo, pero de momento era lo único que me molestaba, el resto de la convivencia seguía como siempre, pero eso también iba a cambiar. Amplió su dominio al resto de facetas de nuestra vida. Un día me impidió salir para ver el fútbol, argumentando que tenía tareas de casa por hacer. Ese fue el primer día de mi total humillación. No pude reprimir mi enfado al verla cohibir mi libertad, discutimos como nunca antes. Los gritos fueron en aumento y finalmente llegamos a las manos.

Me impresionó su superioridad física, sabía que se había convertido en una mujer fuerte, pero nunca pensé que su superioridad fuese tan abrumadora. Le dije que si yo quería salir, podía salir, y que ella no era nadie para impedirlo. Ella contestó que ella tenía el poder para hacer conmigo lo que quisiera, y que si me atrevía a llevarle la contraria me haría llorar. Sus palabras me impresionaron, más bien, el tono con el que las pronunció. De todas maneras me dirigí a la puerta con la intención de salir.

Mis pies se separaron del suelo antes de llegar a la puerta, había rodeado mi cintura con sus brazos y me había levantado con facilidad, agarrándome con sus potentes extremidades, luego me lanzó con fuerza contra el otro extremo del recibidor, mi cuerpo voló antes de estrellarse dolorosamente contra la pared. Antes de poder reaccionar, mi torso volvía a estar en sus manos mientras mis piernas pataleaban en el aire, zarandeó mi cuerpo con rabia antes de lanzarme en otra dirección. Volví a estrellarme y antes de poder luchar, sus manos volvieron a cerrarse en mi camisa, la arrancó de un tirón a la vez que me tiraba al suelo.

Aprovechó mi posición fetal para patear mi cuerpo con potentísimas patadas que me hacían rodar por la sala, yo era incapaz de evitarlo, mis extremidades se retorcían bajo su fuerza, incapaces de protegerme de sus golpes. Cogió mis piernas de los tobillos y las levantó, separándolas a su vez, una oleada de terror invadió mi cuerpo cuando nuestras miradas se cruzaron, pude ver el deseo ardiente en sus ojos, la excitación que le provocaba la situación, se percibía claramente en su expresión. Levantó la pierna derecha con lentitud mientras una sonrisa perversa se dibujaba en sus labios, adiviné sus crueles intenciones demasiado tarde.

Su pié se hundió rápidamente entre mis piernas, aplastando mis pelotas bajo sus pisotones, aplastó varias veces mi sexo, pisoteándolo agresivamente, mis manos protegían esa parte de mi cuerpo pero no era capaz de soportar tanta presión. Grité de dolor mientras me retorcía intentando protegerme del castigo. Ella estiró de mis pantalones, arrancándolos junto a los zapatos.

Se rió cruelmente ante su demostración de poder. Yo me retorcía de dolor en el suelo, protegido sólo por mi ropa interior, ella se reía a carcajadas mientras me miraba altiva con posición desafiante, sus piernas ligeramente abiertas y sus manos en la cintura. Me agarró del pelo y me arrastró por el suelo hasta colocarme junto a una de las paredes, yo gritaba y pedía clemencia sin recibir respuesta.

Su mano se cerró firmemente alrededor de mi cuello y demostrando una increíble fuerza me separó de nuevo del suelo, esta vez sólo con un brazo. Mis manos se agarraron instintivamente a la muñeca de mi agresora, intentando inútilmente abrir esa mano que me impedía respirar, mientras mis pies se alejaban cada vez más del suelo: Consiguió finalmente estirar completamente su brazo, haciendo que mi cabeza golpeara el techo. Con la otra mano me acabó de desnudar, entonces notó que me había orinado encima a causa del terror, eso la hizo reír de satisfacción, pude notar como sus pezones se endurecían marcándose en su camiseta.

-¡Llora!- me ordenó mientras aumentaba la presión de su mano alrededor de mi cuello. Yo seguía luchando por abrir esa mano y aliviar mi situación, entonces, con la otra mano me cogió de las pelotas y empezó a apretar sin compasión. Mis gritos de dolor se mezclaban con su repetitiva orden, empezó a apretar con sus dedos, aplastando mis huevos en su potente mano. El dolor era demasiado, insoportable, mis gritos se convirtieron en sollozos y los sollozos en un lloriqueo incontenible. No lloraba porque ella lo hubiera ordenado sino porqué no podía soportar el dolor y la humillación en la que me sentía expuesto. Mi dolor, frustración y humillación aumentaron al oírla reírse a carcajadas, mi dolor y terror contrastaban con su satisfacción y excitación.

Caí al suelo como un saco de patas cuando ella abrió su mano y liberó mi cuerpo de la agonía. Sus carcajadas seguían retumbando en mi cabeza mientras increíbles calambres de dolor recorrían mi cuerpo, me sentía dolorido, pero lo peor era la humillación a la que había sido sometido por mi mujer. Arrollado por su clara superioridad física, aplastado por su fuerza, humillado totalmente. Ese fue el primer día de mi "integración", así lo llamaba ella. Decía que ella había cambiado y que ahora yo tenía que integrarme y reciclarme para adaptarme a sus nuevos deseos y necesidades. Aseguraba que ahora ella tenía el poder y que yo debía realizar sus deseos.

Me obligó a besar sus pies y masajear sus piernas, luego se sentó sobre mi pecho y me abofeteó mientras me insultaba hasta que me hizo llorar de nuevo, pude comprobar como mi humillación y dolor la excitaban, sus pezones se endurecían a la vez que mis ojos se humedecían. Me obligó a usar mi boca para sacarle los pantalones cortos que llevaba. Luego se sentó sobre mi cara y tuve que chuparle el coño durante horas. Su sexo también era grande, como todo en ella y sus labios envolvían mi cara, hundiéndome en su vagina. Yo volvía a estar inmovilizado entre sus musculados muslos, sus piernas se apretaban con fuerza contra mi cabeza, capturando mis brazos también, mientras su rasurado y hambriento coño se restregaba agresivamente contra mi cara. Ella gozaba y se corría una y otra vez, obligándome a tragar sus jugos. Perdí el conocimiento aplastado entre sus piernas mientras sus orgasmos descendían por mi garganta.

Desperté tirado en el suelo, en el mismo punto en el que me había desmayado, me levanté con lentitud, ya que mi cuerpo me dolía por todos lados. Mi ropa estaba tirada por distintos puntos de la sala, la recogí con la intención de vestirme -No- ordenó una voz autoritaria. Al girarme pude ver a Gloria, allí estaba mi mujer, con unas mancuernas en las manos y una fina capa de sudor sobre su piel. -Ante mi presencia siempre irás desnudo- agregó con un tono agresivo mientras se acercaba a mi.

Sus músculos tensos e hinchados junto con la capa de sudor que cubría su piel me indicaban que llevaba un buen rato realizando ejercicio, no sabía cuanto tiempo llevaba inconsciente pero debía ser un buen rato. Se detuvo al llegar frente a mi y flexionó sus brazos delante de mis impresionados ojos. Sus brazos crecieron y se endurecieron, unos poderosos músculos se abrieron paso apretándose contra su piel y marcando sus venas. -Bésalos- me ordenó lasciva mientras su mirada se clavaba en mi ser. Entonces pude ver claramente su fuerza y entender lo lejos que estaba de ese físico, era realmente fuerte.

Su brazo quedaba a la altura de mi frente, calzaba zapatos de tacón y eso la hacía todavía más alta e imponente, sus tetas se balanceaban frente a mi cara y sus pezones se marcaban duros contra su camiseta mientras me mostraba orgullosa sus increíbles músculos, hinchados a base de duro trabajo. No estaba extremadamente musculada, pero al ser tan alta y grande, sus músculos eran proporcionalmente grandes y fuertes, y su cuerpo estaba tonificado y macizo. El reciente trabajo con las mancuernas había acentuado su tono.

Besé sin rechistar, lentamente y con deseo. Mis labios recorrieron cada milímetro de su bíceps hasta besarlo completamente. Satisfecha me mostró el otro bíceps y también lo besé mientras ella sonreía entre divertida y satisfecha. Finalmente me obligó a secar su sudor con mi lengua, tuve que recorrer todo su cuerpo tragando su sudor. Acabé el día, casi como todos, durmiendo con ella en la cama. Sólo que ahora lo tenía que hacer completamente desnudo y colocado entre sus piernas mientras lamía y chupaba sus agujeros.

Ese sólo fué el primer día de mi tortura y ya han pasado semanas desde ese momento. Hoy en día todo es peor y me ha convertido en un objeto que puede usar para lo que quiera. Tengo que pedir permiso para realizar cualquier acción (incluso para ir al lavabo).

El sexo es lo peor, ya que, para evitar la flaccidez me obliga a tomar Viagra para así, poder trotar sobre mi cruelmente durante horas mientras aplasta mi cuerpo contra sus desarrollados músculos, y, cuando se ha cansado de exprimirme, se sienta sobre mi cara y me obliga a tragarme mi propio semen mezclado con sus jugos mientras ella continúa corriéndose de placer. Nunca acabo consciente y al despertar mi cuerpo duele.

Hoy soy su consolador, ya que me usa para darse placer. Soy su papel de water, ya que debo limpiarla con mi lengua siempre que finaliza. Soy su cocinero, ya que debo tener siempre preparada su comida. Soy su perro, ya que me hace comer, sin manos, en un bol, situado en una esquina.

En definitiva, soy su esclavo y según sus propias palabras, mi finalidad en la vida es servirla y ser feliz por poder tener el honor de besar sus pies y lamer su ano. Hoy en día, ella pesa 98 Kilos de pura fuerza (38 Kilos más que yo) y ya no puedo soportar su agresividad. Cada vez es más violenta y más fuerte. Sólo se excita cuando me aplasta bajo su superioridad física y cada vez tiene que ser más agresiva para excitarse. En la última sesión de sexo me dislocó la mandíbula y los hombros a la vez que me rompió 3 costillas. Perdí el conocimiento ahogado entre sus músculos, todo ello lo hizo al apretarme fuerte contra su cuerpo de hierro como consecuencia de sus alucinantes orgasmos.

No aguantaré otra sesión de sexo. Me matará mientras se corre de placer, por favor. Si estás leyendo esto... AYÚDAME.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se te olvida poner la dirección date por muerto

Womntop dijo...

Jajaja. Creo que murió ya hace tiempo.