miércoles, 16 de mayo de 2012

La madrastra de Blanca

Blanca tenía una buena vida. Era hija única de una pareja adinerada, vivía en una gran mansión con servicio y disfrutaba de todos los caprichos.
Era una niña feliz en un mundo feliz y todo iba bien hasta que las desgracias empezaron a brotar.
Con 9 años y a causa de un accidente de tráfico, su madre murió y su padre perdió la movilidad en la parte inferior del cuerpo.
Al poco tiempo, su padre, volvió a casarse con una jóven deportista.

A Blanca nunca le gustó aquel cambio en su vida, no habían pasado ni 6 meses entre la muerte de su madre y la boda de su padre con Elena, nombre de la nueva “mama” de Blanca.
La odiaba, era una mujer joven y extremadamente guapa, para ella, estaba claro que su interés por su padre era puramente financiero ya que su padre disponía de una pequeña fortuna.
Las discusiones eran normales en aquella casa tras la entrada de la nueva mujer. Blanca no soportaba a Elena y odiaba a su padre por haberse olvidado tan rápido de su madre. Las relaciones eran frias y distantes. Su padre se pasaba la mayoría del tiempo con Elena y ella se sentía abandonada y olvidada. Suerte que la compañía de sus amigos, hacían su vida más agradable.
A los 11 años, una nueva tragedia la sacudió. Su padre murió en la cama, víctima de un ataque cardíaco.

Elena pasó a ser el tutor legal de Blanca, pese a las quejas de la niña, que culpaba a su madrastra de las desgracias acontecidas. En ese momento la vida de la pequeña Blanca cambió de repente.
Antes de la muerte de su madre, era una niña consentida y mimada, que tenía una vida feliz y repleta, ahora, tras la muerte de su padre; Elena había tomado el control (al no tener más familiares) y su vida había cambiado.

La deportista había echado a todo el servicio y obligaba a la niña a cumplir sus órdenes, la pequeña tenía que realizar todas las labores de la casa. Tenía prohibido verse con sus amigos y era golpeada por parte de su madrastra siempre que se quejaba o, símplemente no llegaba a los niveles exigidos por Elena.

Blanca siempre había odiado a aquella mujer, ahora la aterrorizaba. Sentía verdadero miedo y temía por su integridad física. Aquella mujer era grande y fuerte pero, tras la muerte de su padre, dedicaba todavía más tiempo y esfuerzo levantando pesas y trabajando músculos. Cada día era más grande y fuerte que el anterior, cada día sentía más miedo.

Así pasaron los años, Convertida en la esclava de su madrastra, mientras ella soñaba (como en cenicienta) en que algún día llegaría su príncipe azul y devolvería su vida a la normalidad.
Creció barriendo, fregando y planchando mientras centenares de hombres (y mujeres) pasaban por la cama de sus padres y se quedaban horas o días entre las piernas de su odiada y temida madrastra. Pasaba noches en vela a causa de los ruidos y los gritos provinientes de la habitación contigua.

Blanca tenía ya 14 años y se había pasado los últimos 3 sirviendo los deseos de su perversa madrastra. Sólo descansaba cuando Elena tenía que irse a participar en competiciones de Culturismo y Fitness. Fue en uno de esos descansos cuando conoció a un chico llamado Jaime.

Jaime era 4 años mayor que ella, con lo que ya había llegado a la mayoría de edad. Pese a su diferencia en años, la vida había echo madurar a Blanca y ambos se sentían atraídos pero, Blanca temía las represalias de su madrastra, tenía prohibido cualquier contacto social y mucho menos uno de tipo sentimental.
Llevaron su relación amorosa en secreto y todo funcionó bien, Blanca sintió de nuevo felicidad en muchos años y se sentía segura y feliz junto a su “príncipe azul”. Nunca le dijo a su chico la verdadera realidad en su casa. Él simplemente tenía prohibido aparecer por allí ya que su madrastra no aceptaría tal relación.

Blanca era feliz (dentro de sus limitaciones) hasta que, un día el timbre de su casa sonó y su alegría se acabó. Al abrir la puerta se encontró con Jaime. Él había ido hasta su casa para declararle su amor de manera abierta, no entendía la razón por la cual debían llevar su relación en secreto y pensó que aquella era la mejor manera de darse a conocer.

Blanca se asustó e intentó que Jaime se marchara antes de que su madrastra se interesara por lo que estaba ocurriendo pero, fue incapaz de convencer a Jaime antes de que Elena apareciera. El chico se quedó impresionado al ver aquel cuerpo, alto y sensual aparecer en la puerta.

La madrastra hizo entrar al jóven en la casa, mostrando una simpática sonrisa y gran amabilidad.
Los tres se sentaron en el sofá y Jaime, ignorando los consejos de su novia; explicó a la sensual (y simpática) madrastra lo mucho que quería a Blanca y que nada ni nadie haría que aquellos sentimientos cambiaran.

La mujer le preguntó acerca de sus sentimientos, sus planes y ambiciones, su edad y arquitectura familiar. Luego preguntó acerca de la pareja: cuánto tiempo llevaban saliendo, dónde se encontraban, cuándo se encontraban, quién lo sabía, etc.
Jaime contestó con sinceridad pese a los apretones y disimuladas patadas de su novia.

La jóven sufría ya que, aquella escena no era natural, su madrastra no se comportaba así, no era simpática ni agradable. Era una bruja cruel y despiadada que sólo pensaba en sus intereses. Todo parecía normal pero Blanca sabía que aquella situación era falsa y no sabía como detenerlo.

Elena, con una gran sonrisa, continuó preguntando a Jaime acerca de su relación con su “amada” hija y, de repente le preguntó si si él era vírgen.

Jaime se sintió incómodo, no esperaba esa pregunta. “¿Ya te la has follado?” agregó Elena al no obtener respuesta por parte de Jaime. Él no sabía qué responder, sonrió y no quiso contestar. Elena, decidida y rápida, abofeteó la cara del muchacho. Jaime se quedó congelado, incapaz de asimilar lo que acababa de ocurrir.

“Que si ya te la has follado” repitió Elena mientras se recogía el pelo. Una táctica muy utilizada para mostrar sus armas. Los ojos de Jaime se clavaron en los bíceps de aquella mujer, grandes, duros y mucho más fuertes y potentes que los suyos. Pudo ver como los músculos de aquellos brazos bailaban mientras la mujer se hacía la coleta en el pelo.

Elena disfrutó al notar esa expresión de incredulidad y ver como el chico miraba embobado sus brazos. La gata había cazado al ratón. Otra bofetada le cruzó la cara y lo devolvió a la normalidad “¡responde!” gritó la mujer enfadada tras cruzarle de nuevo la cara.

Jaime tembló y se tocó la mejilla y tras un incómodo silencio, respondió que no.
“¿Porqué no? ¿Acaso eres maricón?” preguntó inmediatamente la madrastra en un tono más agresivo. Jaime no sabía dónde meterse, aquello se estaba convirtiendo en algo realmente incómodo. “N... no” repondió sonrojado.
“¿Entonces? ¿No te funciona la polla?” agregó la mujer agresiva “¿Nunca te la han chupado?.
Jaime no sabía dónde meterse. “Si, cla...claro que funciona” balbuceó.

“¿Todavía eres virgen?”. Jaime perdió el contacto con los ojos de la mujer, aquellos ojos lo penetraban y lo hacían temblar de miedo. Pensó rápidamente la respuesta y orgulloso respondió: “Si señora, me reservo para Blanca”.

“¿Entonces cómo sabes que funciona? ¿Te tocas como los monos?”, Esta vez no le quedaba salida, para ser consecuente sólo podía responder una cosa: “Si, a veces me masturbo”.
Elena se acercó un poco más al chico y colocó una mano entre sus piernas, acariciándole la polla. “¿Te gusta?” preguntó sensual mientras su mano recorría su falo.

Los ojos de Blanca se abrieron como platos al ver lo que estaba sucediendo. No podía creerlo. Indignada suplicó a su madrastra que dejara en paz a su hombre. Jaime sudaba y temblaba sin saber dónde meterse mientras su polla crecía y crecía bajo las experimentadas manos de la madrastra. Cogió aquella mano e intentó apartarla sin éxito de su zona viril.
Jaime intentó separarse de aquella mujer, liberarse de aquel incómodo placer pero la madrastra lo evitó acercándose más a él, apretando más su cuerpo contra el suyo mientras con los dedos desabrochaba aquellos pantalones y liberaba la polla de aquel muchacho sin que él pudiera evitarlo.

Unas lágrimas secas y dolorosas resbalaron por las mejillas de la jóven mientras veía como su madrastra dominaba a su novio frente a sus ojos. Él la miraba, incapaz de comprender lo que ocurría, suplicando ayuda con la mirada.

Jaime vió las lágrimas en los ojos de Blanca y no pudo soportarlo, rápido y decidido apartó a Elena de un empujón y se levantó del sofá. con la polla dura y los pantalones en la rodilla. “Se acabó, vámonos Blanca” dijo mientras se subía los pantalones.
Blanca sufrió por él. Acababa de despreciar a su madrastra y aquello no era bueno. Blanca la conocía, conocía su furia y agresividad, su maldad y sadismo, intentó decirle que mejor corriera pero no tuvo tiempo.
Elena agarró a Jaime y lo llevó de nuevo al sofá, Jaime luchó contra aquella mujer pero, no era lo suficientemente fuerte para evitarlo, él no era consciente pero aquella mujer era fuerte como 3 Jaimes.

A los pocos segundos de forcejear, Elena tenía a Jaime de nuevo dominado, esta vez había usado su superioridad física y sus trabajados músculos para inmovilizarlo. Jaime no podía creerlo. Él había usado toda su fuerza y determinación para evitar que aquella mujer volviera a humillarlo pero, en segundos y fácilmente, aquella mujer lo había inmovilizado y jugaba con su polla sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Enfadado, tensó su cuerpo, convencido que aquella mujer no podría compensar la fuerza que su cuerpo de hombre podría generar, tensó sus músculos y se esforzó por liberar sus brazos, sacudió su cuerpo y gritó de furia pero no logró escapar.

Elena casi no tuvo que hacer fuerza para mantener a Jaime preso y dominado bajo su poder. Continuó acariciando y frotando su polla. Era un hombre débil, muy débil iba a disfrutar jugando con ellos, rompiéndo a aquel hombre, destrozando al “príncipe azul” frente a los ojos de su doncella. Se rió a carcajadas al ver al chico asustado e indefenso bajo su control.

Lamió la cara del muchacho mientras lo masturbaba con experiencia. “Esta casa es mia, y lo que hay en ella también. Blanca es mia y tú, ahora tambien.” Le susurró la madrastra mientras mordisqueaba su oreja. “Te voy a convertir en mi puta, en mi esclavo personal.”.
Jaime temblaba, incapaz de procesar lo que ocurría, nunca en su vida se había sentido tan humillado e impotente. Sorprendido por la fuerza y dominación de aquella mujer, Jaime empezó a llorar entre súplicas mientras Elena disfrutaba de su poder. “Por favor, déjame ir, no le diré nada a nadie” suplicó Jaime entre sollozos.

Blanca también lloraba al ver lo que su madrastra le hacía a su novio. Elena la miró a los ojos mientras masturbaba a su nuevo juguete “Es tan patético y cobarde como tú” le espetó con una mirada fría y penetrante. “Ahora es mio y lo usaré cuando quiera.”.
La pareja lloraba mientras la culturista disfrutaba dominando aquellos seres patéticos e inferiores. Aumentó el ritmo de la masturbación mientras mordisqueaba la oreja y lamía la cara y el cuello del muchacho ante la impotente mirada de su pareja.

“¡Córrete” le ordenó entre susurros y Jaime, con lágrimas en los ojos se dejó llevar y notó como el placer del orgasmo invadía su cuerpo y, justo cuando iba a eyacular, los dedos de Elena se cerraron fuertemente en su sexo, estrujando la base de su polla y cerrando el paso del semen.
El placer, se convirtió en dolor y Jaime gritó y lloró mientras la mujer le negaba dolorosamente su orgasmo. Nunca antes Jaime había experimentado tal sensación de dolor. Lloró de dolor mientras la mujer reía a carcajadas orgullosa de su actuación y su semen se compimía en sus pelotas, incapaz de ser liberado, generando un gran dolor.
Elena dibujó una gran sonrisa mientras mantenía el cuerpo del muchacho inmóvil y dominado, “¿Duele?” le preguntó con tono sarcástico.

“¿Quieres que te haga otra paja o prefieres que ella te chupe la polla?” le preguntó la cazadora a la presa.
Jaime, incapaz de soportar de nuevo ese dolor negó y, entre sollozos, suplicó perdón y clemencia. Elena se excitó al constatar su dominio sobre aquel muchacho. “Dilo” le ordenó, “Di lo que quieres y lo tendrás” agregó la sádica culturista.
Blanca no podía creer lo que estaba ocurriendo, no creía que su madrastra fuera capaz de tales acciones, era mala pero nunca imaginó que fuera tan sádica, malvada y perversa. “No quiero chuparle la polla” indicó Blanca, no voy a hacerlo, suéltalo le ordenó entre sollozos.

“¡Oh! ¿has oido lo que ha dicho mi hija?” Preguntó Elena mientras con su mano continuaba apretando la polla de Jaime. “Quiere que vuelva a hacerte daño en vez de darte placer. Muy mala chica” agregó entre risas a la vez que iniciaba la masturbación de nuevo.
Jaime, lloró y suplicó que no, que no quería sufrir de nuevo, que por favor se detuviera. “Ya la has oído” respondió cínica “¿Prefieres que Blanca te chupe la polla?” Jaime, incapaz de soportar de nuevo tanto dolor repondió que si, que por favor. “Pero... ella no quiere, prefiere que te haga una pajilla y verte sufrir” agregó entre risas.
Jaime, miró a Blanca con súplicas en los ojos. “Por favor”.
La chica no pudo mantener aquella mirada y apartó los ojos, no iba a dejar que su madrastra la humillara de tal manera, no iba a pasar por el aro. Jaime es quién se había presentado ignorando sus avisos, Jaime era quién no tenía la fuerza suficiente para detener a su madrastra y proteger a su novia, él tenía la culpa de esa situación y no iba a ser ella quién sufriera las consecuencias. Era vírgen, nunca había chupado una polla y no pensaba hacerlo ahora, humillada frente a su malvada madrastra. No iba a darle tal placer.
“Ya ves que zorra” dijo la mujer mientras aumentaba el ritmo y la presión en la polla de su esclavo “No quiere ayudarte, prefiere verte sufrir” agregó entre carcajadas.

Elena miró fijamente a Blanca mientras masturbaba al chico, aumentó el ritmo y la agresividad, golpeando sus pelotas con cada bombeo, haciendo que Jaime gritara de dolor.

“¿Quieres que acabe el sufrimiento?” susurró la agresora “Si quieres puedo obligarla a chuparte la polla... ¿quieres disfrutar de una buena mamada?”. Los ojos de Blanca se abrieron como platos al oír aquella pregunta, asustada por lo que podía ocurrir pero, Jaime era un caballero y no permitiría que algo así le pasara.
“¡Si, por favor!” gritó el chico entre sollozos. a la vez que a Blanca se le detenía el corazón y se quedaba allí petrificada, incapaz de reaccionar.

Elena no esperó ni un segundo, agarró del pelo a la chica y la obligó a arrodillarse entre las piernas del muchacho. “Hombres, todos son iguales, sólo piensan en ellos” le dijo antes de agarrarla por el pelo y hundir su cabeza entre las piernas del muchacho.
La obligó a chupar aquella polla mientras se reía de lo patéticos que eran. “Chupa bien, quiero que se corra en tu boca y que te tragues su leche”.
La culturista mantenía la cabeza de la chica agarrada por la nuca y marcaba el ritmo de la mamada, disfrutaba aumentando el ritmo y hundiendo profundamente la polla del muchacho en la garganta de su mimada y consentida ahijada.
Jaimé sintío de nuevo el placer del orgasmo y Elena también “¡Traga!” ordenó la madrastra, “Chupa y traga hasta la última gota de semen” repitió a gritos mientras mantenía la cabeza inmóvil.

Se levantó del sofá, liberando a los dos cuerpos. Blanca cayó al suelo, tosiendo, llorando y respirando con dificultad mientras Jaime se recuperaba de la eyaculación y recuperaba las fuerzas.
Elena quería acabar de humillar a aquel hombre frente a su novia y sabía perfectamente como hacerlo. Abrió la cómoda y buscó su dildo strap-on más grande, duro y gordo que encontró: largo como un brazo y ancho como un puño. Nunca lo había usado, era demasiado grande y podía provocar muchos daños pero, ahora quería provocar muchos daños, quería destrozarlo delante de Blanca, sonrió antes de desnudarse y colocarse aquel monstruo.

En el salón, la pareja continuaba fuera de juego, recuperándose. Elena apareció de nuevo antes de que pudieran levantarse. Desnuda, con los músculos hinchados y armada con 60 cm de polla se presentó de nuevo frente a la pareja.
“Ahora me toca disfrutar a mi” agregó entre risas. Ninguno de los dos se creía lo que frente a ellos había.
Agarró a Jaime del pelo y lo obligó a arrodillarse. “Ahora chupas tú” le indicó a la vez que introducía la punta de aquel monstruo en la boca del muchacho. Lo agarró con fuerza y tiró de él, hundiendo aquel falo en su garganta. “Oh si”.
Jaime luchó por evitar tal situación pero, de nuevo, no pudo hacer nada contra la superioridad física de aquella amazona.

“Mira como la chupa tu príncipe azul” le indicó a Blanca, quién todavía no había recuperado el aliento.
Jaime hizo lo que pudo pero era imposible introducir aquella polla entera en la boca. “Chupa bien, tu saliba será todo el lubricante que use cuando te la meta por el culo y te folle como a una puta” le dijo la culturista.
Jaime sintió pánico al conocer la noticia. No, eso no, haría lo que ella le pidiera pero no hiba a dejarse violar por una mujer y menos con eso. Lloró y suplicó mientras aquella mujer lo obligaba a chupar aquella polla enorme. ¿Porqué Blanca no hacía nada, porqué no lo ayudaba?

“Entonces ¿No habéis follado todavía?” le preguntó a Blanca pero ella no contestó, la odiaba, siempre la había odiado pero ahora la odiaba más y también lo odiaba a él por haber permitido que ocurriera lo que había ocurrido.
“¿No sabes follar muchacho?” le preguntó divertida mientras otra idea de humillación y dominación se creaba en su cabeza. “Te voy a clavar esta polla profundamente por el culo y no te va a gustar, seguramente te reviente por dentro pero.. si me demuestras que sabes follar te respetaré y no te desvirgaré el culo. Tú eliges: follar como un hombre o ser follado como una puta”.

Blanca no podía creer aquello y, ahora tenía claro que iba a eligir ese cabrón. Intentó correr y uír pero Jaime fue más rápido.
“Lo siento” le dijo antes de tirarla al suelo. Blanca luchó pero no pudo hacer nada para evitar que Jaime la controlara, ella no tenía la fuerza de su madrastra. Ojalá la tuviera pensó en ese momento.

Elena se sentó en el sofá y se masturbó mientras observaba como Jaime violaba a Blanca bajo sus órdenes: primero le ordenó que le perforara el culo, luego el coño del derecho y del revés. Blanca lloraba, chillaba y se maldecía mientras ‘su principe azul’ la violaba delante de su malvada madrastra.
Elena lo obligó a correrse varias veces y a rellenar cada agujero con su blanca y caliente leche de hombre.
“Muy bien hombretón” le dijo la culturista “ven, acércate” ordenó la mujer.

Jaime, cansado y dolorido se acercó a la mujer mientras Blanca se retorcía en el suelo, llorando y maldiciendo su vida. “Por favor, he hecho lo que me has ordenado, déjame ir” le suplicó Jaime mientras se acercaba a ella.
“¿Sabes lo que te he dicho antes? ¿que si te follabas a Blanca no te rebentaría el culo? pues... mentí jajaja”.
Jaime lloró como una niña al oír aquellas palabras y ver como aquella mujer, musculada, agresiva y cruel se levantaba y acercaba a él con aquella polla todavía montada entre sus piernas.

Jaime no pudo evitarlo. Elena lo perforó sin miramientos y disfrutó de generosos orgasmos mientras la sangre brotaba de las heridas internas que, con su enorme polla y agresividad estaba causando en el muchacho.
“Mira a tu príncipe azul” ordenó la madrastra. “Mira lo patético, insignificante e inútil que es”.

Jaime lloraba y sentía como su carne se abría y sus tejidos de desgarraban bajo los embites de aquella mujer. Durante días Elena utilizó a Jaime para su placer. Perforó su cuerpo, retorció sus huesos y aplastó su cara contra su sexo. Lo obligó a lamer, chupar e incluso limpiar sus más íntimos agujeros con su lengua. Le hizo masajear, besar y acariciar sus músculos, besar sus pies e incluso lo utilizó de Water.

Usó también el odio de Blanca, convenció a la chica para que le devolviera la humillación y dolor que Jaime había causado al violarla. Blanca disfrutó violando a Jaime, usó una polla de goma y Elena disfrutó mucho del espectáculo.

El último día lo pasó torturando aquel cuerpo. Lo aplastó bajo su superioridad física, lo usó de saco de boxeo y antes de dejarlo ir lo obligó a lamer por última vez su culo.

A raíz de aquella experiencia, Blanca odió a los hombres y trabajó duro para tener un cuerpo fuerte y musculoso, capaz de dominar a los hombres y protegerla de ellos. No la volverían a violar.

FIN