lunes, 2 de noviembre de 2009

Donna, La comprensión del ser

40 años había tardado en descubrirme, a comprender mi rol en la vida y disfrutar de mi cuerpo. La naturaleza me había obsequiado con un gran cuerpo, ahora era consciente de mi regalo, pero durante 40 años me había sentido acomplejada por mi físico. Siempre he sido especial, más alta y pesada que la mayoría de mujeres, algo que durante años me ha molestado.

Ahora sabía la verdad y podía gozar de mi cuerpo, los lazos invisibles que me encasillaban como madre y esposa habían sido cortados. Por fin me sentía liberada y satisfecha, sólo sentía lástima por haber desperdiciado tantos años de mi vida bajo una educación anticuada, machista y equivocada.

Ahora controlaba mi vida y mis deseos, hacía lo que quería y me daba igual lo que la sociedad pensara. Llevaba 40 años haciendo las cosas tal y como "estaba escrito", mi vida se limitaba a limpiar, fregar y cocinar, cuidar la casa, los niños y abrirme de piernas cada vez que mi marido lo pedía, así me habían educado y así se había echo siempre. Pero yo no era feliz.

Ojalá hubiera conocido antes a Eva. Ella me había abierto los ojos. La conocí en el gimnasio al que mi marido me obligó a ir. Según él, estaba engordando y no lo excitaba, por eso me "aconsejó" que fuera al gimnasio al menos un par de tardes a la semana para eliminar mi "asqueroso culo celulítico". Ese era el rol que jugaba en mi vida, cumplir las órdenes y deseos de mi marido, para ello había sido educada, es lo que las mujeres debían hacer.

La primera vez que la ví me impresionó. Eva dedicaba varias horas al día a tonificar su cuerpo, no era tan alta como yo pero tenía un cuerpo musculado y duro, grande y potente. Yo casi tenía su cuerpo al natural y luchaba por esconderlo, ella en cambio se sacrificaba por conseguirlo. Yo no entendía a aquellas mujeres que sacrificaban tanto tiempo y esfuerzo en hacer crecer sus músculos. No podía ser "excitante" para un hombre, la mujer tiene que ser femenina, tierna y dulce, o al menos eso era lo que yo pensaba (o más bien lo que me habían inculcado a creer).

Ante mi sorpresa, estaba equivocada, podía comprobar con mis propios ojos como la mayoría de hombres existentes en el gimnasio babeaban por Eva, podía notar sus pollas duras y sus ardientes miradas clavadas en el tonificado cuerpo de aquella mujer. Pocos eran los que sentían indiferencia, la mayoría deseaban aquel cuerpo, incluso yo me descubrí a mí misma observando sus curvas e imaginando su cuerpo desnudo. Era un imán del deseo, una diosa de la sensualidad.

Fue ella quién inició la conversación, nunca la había visto hablar con nadie en el gimnasio pero ahora lo hacía conmigo, me sentí afortunada y nerviosa a la vez, no podía evitar mirar su cuerpo de amazona, su piel emanaba poder y sus curvas eran poderosas y sensuales. Nunca había sentido aquel deseo por una mujer, no me consideraba lesbiana pero de ella emanaba una fuerza especial, un deseo extraño.

-Sueles usar bastante esta máquina pero la usas mal- me indicó mientras señalaba el aparato sobre el que yo estaba sentada. -Te podrías hacer daño si continúas realizando mal tus ejercicios- agregó. Me enseñó a utilizar la máquina y allí empezó nuestra amistad. Empezamos a trabajar juntas, quedábamos cada día e íbamos a realizar nuestros ejercicios, ella me ayudó mucho a mejorar mi físico y en poco tiempo nos habíamos hecho buenas amigas. Me invitó a su casa.

Llegué a la hora acordada, yo sóla, ella no quería que fuera con compañía dijo que tenía que enseñarme y explicarme cosas importantes, conceptos que harían cambiar mi percepción de la vida y de mi rol en el mundo actual. Al llegar me quedé paralizada, si la dirección era correcta, Eva vivía en una mansión lujosa de la zona alta de la ciudad. Llamé y esperé, ella misma me abrió la puerta de su casa.

-¡Hola!- exclamó al verme -Me hace mucha ilusión que hayas venido- agregó mientras me ayudaba a entrar. El recibidor era amplio y lujoso, al final se podía ver una escalinata serpentear hacia los pisos superiores, el suelo brillaba como el mármol y los grandes ventanales dejaban que la luz inundara la casa. -Tienes una casa preciosa-.

-Gracias, tú también podrías tenerla- agregó con una sonrisa burlona. No entendí esa respuesta, pero antes de poder preguntar me ayudó con la chaqueta y me guió hacia una terraza con una gran piscina, rodeada de un jardín y bellas esculturas. Nos sentamos en la terraza y empezamos a hablar.

-Te tengo mucha envidia Donna- yo no podía creer lo que aquella mujer me estaba diciendo, tenía un cuerpo de escándalo, una casa increíble, era jóven (mínimo 10 años menos que yo) y al parecer, disfrutaba de una buena posición social pero, estaba declarando envidia hacia mi persona. -¿envidia? ¿tú? ¿de mi?- pregunté sorprendida -¿envidia de qué?-

-¿Cuánto mides?- sus ojos estudiaban mi cuerpo mientras, seria, esperaba una respuesta. -1.92 m.- respondí avergonzada.

-¿Ves todo esto?- preguntó mientras con su mano abarcaba todo el jardín. -Lo he conseguido todo gracias a mi 1.75 m. de altura y mis 72 kilos de peso.- yo miraba fijamente sin acabar de comprender -¿Sabes lo que podrías tener tú con ese cuerpo de Diosa?- Su pregunta me había cogido desprevenida de nuevo, ¿Diosa? ¿aquella mujer me acababa de llamar Diosa a mi?. No es que yo tuviera una gran autoestima pero llamarme Diosa me pareció ridículo.

-No soy ninguna Diosa, soy una mujer demasiado alta y demasiado grande para atraer a los hombres, no soy grácil ni consigo que los hombres me miren como te miran a tí- respondí casi deprimida. Ella no dijo nada, se quedó congelada mientras me miraba con los ojos como platos.

-Estás muy equivocada, todavía crees que hay dos tipos de personas: los hombres y las mujeres y que la mujer, por definición, debe asumir un rol sumiso mientras que el hombre ha de ser la parte fuerte y dominante de la relación. Pero no es exactamente así. Efectivamente hay dos tipos de personas, pero el sexo no es el criterio decisivo. Hay personas fuertes y dominantes y otras que son débiles y sumisas.- Yo escuchaba atentamente las palabras de aquella mujer sin acabar de entender sus explicaciones.

-Tú formas parte del primer grupo, eres una persona grande, fuerte y poderosa, destinada a dominar y someter a las personas más débiles que tú. Eres una diosa para todo aquel que te mire levantando la cabeza, incluso para mí.-

Yo no podía creer lo que estaba oyendo, ella continuó hablando - El primer día que te vi me impresioné, tienes un cuerpo estupendo y debes tomar el control de tu vida, no puede ser que estés disfrutando de tu vida si te avergüenzas de tu cuerpo. He llegado a soñar con tu piel desnuda y eso que no me gustan las mujeres, me atraes y no sólo a mi. He visto como te miran los hombres, como se mezcla el miedo y el deseo en su mirada...-

Yo escuchaba sin creer. Yo era quién pensaba esto de ella. A ella la miraban los hombres, ella era el deseo y la sensualidad.

-¿Eres feliz con la vida que llevas?- preguntó de repente. -Tengo dos hijas y un marido estupendo al que quiero- respondí sin vacilar. Ella resopló, como si mi respuesta no la hubiera convencido. -No te he preguntado lo que tienes o dejas de tener, ni te he preguntado por tus pensamientos y sentimientos. La pregunta es bien sencilla: ¿eres feliz con tu vida?-

Pensé detenidamente en ello, vivía en una buena casa, tenía el dinero suficiente para mis caprichos, un marido listo, unos hijos magníficos, amistades, hobbies... si, debía ser feliz.

-Si, soy feliz- respondí decidida. Al parecer aquella respuesta tampoco fue del agrado de mi nueva amiga. -¿Seguro? ¿Cómo es el sexo con tu marido?-

Aquella pregunta me pareció inapropiada y me hizo sentir incómoda. -Eso es muy personal para contestártelo- respondí algo indignada. -Perdona, no quería hacerte sentir incómoda, pero así al final lograrías comprender a dónde quiero llegar. Yo si que practico el sexo, a diario y varias veces al día, lo hago cómo quiero y hago lo que quiero con quién quiero...-

Me estaba incomodando, no necesitaba conocer la vida sexual de Eva pero me intrigaba eso de 'como quiero' y 'lo que quiero', no eran las palabras que una mujer solía usar para definir sus relaciones sexuales, continué escuchando - siempre disfruto del sexo hasta el final, siempre llego al orgasmo y siempre me follo a quien quiero. Yo, al igual que tú, formo parte del primer grupo de personas y disfruto dominando y sometiendo a los hombres que forman parte del segundo grupo es mi naturaleza y sí, yo soy feliz.-

Eva se quedó mirándome mientras yo pensaba en lo que me había dicho, me sentía cachonda, mis deseos se habían encendido al imaginar todo lo que Eva hacía y sentí un deseo reprimido años atrás, un deseo salvaje e irracional, la breve descripción de su vida sexual me había encendido como nunca antes.

-Yo soy feliz porqué hago lo que quiero cómo quiero y cuándo quiero, los hombres pisan el suelo por el que ando y se esfuerzan en darme placer, siempre me corro al follar, a veces varias veces y lo hago con quién quiero, los humillo física y sexualmente, ya que mi cuerpo y mis músculos lo permiten, incluso los penetro. No puedes imaginar la sensación de fuerza y poder que se siente al desgarrar la virginidad de un indefenso hombre.... yo sí soy feliz ¿eres tú feliz?-

Me quedé pensando un largo rato mientras mis bragas se humedecían imaginándome a mi realizando aquellos actos. Realmente deseaba sentir aquel poder, aquella fuerza. Yo no disfrutaba de orgasmos con mi marido, no me dedicaba a disfrutar mi vida. En mi cabeza se mezclaban imágenes de Eva, la imaginaba golpeando, humillando y penetrando a pequeños hombrecitos y me estaba sintiendo muy caliente. Yo también quería hacer esas cosas y notar ese poder. Me imaginé follando salvajemente, montando a mi marido y obligándolo a chupar mi sexo hasta que quedara satisfecha. ¡Oh Diós! no, no era nada feliz.

-entonces...- continuó Eva al observar mi expresión -¿eres feliz con tu vida?- las lágrimas recorrieron mis mejillas al entender mi equivocación, yo quería esa vida y lo peor es que yo podía tener esa vida, de repente necesité obtener el control de mi vida.

-No, no soy feliz con mi vida- respondí amargada. De repente me sentí muy enfadada con el mundo y conmigo misma. -No es tarde- susurró Eva. -Todavía puedes tomar el control de tu vida, nunca es tarde para empezar a vivir.-

De aquello hacía ya casi un año. Ahora había tomado el control de mi vida, mi cuerpo todavía pesaba más a causa de los músculos y Eva tenía razón, la sensación de poder y fuerza que sentía al dominar, humillar y someter a los hombres débiles me volvía loca de placer. Ya no me avergonzaba mi estatura, incluso vestía con largos tacones que me hacían pasar claramente los 2 metros de altura. Ahora disfrutaba exhibiendo mi cuerpo y notando las miradas clavarse en él.

Mucho había cambiado mi vida, ahora vivía en una casa en el mismo barrio de Eva, mi marido se había convertido en uno de mis juguetes y yo disfrutaba de mi cuerpo y de mi vida. Allí estaba yo mientras pensaba en todo ello, estirada en el sofá de mi casa, viendo la tele y disfrutando de increíbles orgasmos. Entre mis piernas se encontraba la cabeza de uno de mis juguetes de sólo 19 añitos. Llevaba más de una hora chupando y lamiendo mi insaciable coño, y la sensación mejoraba cuando apretaba mis, ahora bien musculados muslos con fuerza, aplastando su cabeza contra mi entrepierna y frotándola con fuerza contra su dolorida cara. Me excitaba leer el miedo en sus ojos, le repetía una y otra vez que lo iba a matar aplastado contra mi coño si no me hacía disfrutar y él se lo creía, podía ver sus lágrimas mientras introducía la lengua profundamente en mi ser.

Yo soy una Diosa y agradezco a Eva el abrirme los ojos, podía hacer lo que quisiera incluso matar de verdad a aquel estudiante entre mis piernas, sólo tenía que apretar con fuerza y su cabeza explotaría como un melón, conocía muy bien mi fuerza y mis poderosas piernas eran capaces de eso y mucho más. Me corrí de nuevo en la boca de aquel juguete mientras apretaba con fuerza mis piernas, pude notar como crujía su craneo, incapaz de resistirse a mi fuerza. Me detuve a tiempo antes de matarlo. Abrí mis piernas y cayó redondo al suelo, semiinconsciente.

Miré a mi juguete, tirado en el suelo, recuperándose de mi sesión de placer y pensé de nuevo en las palabras de Eva, realmente era una Diosa para aquel grupo de personas, mis juguetes me deseaban y me necesitaban, no podían vivir sin mi aunque los humillara y maltratara, me gustaba notar su dependencia y lo patético de su existencia. Ordené que me besara el pié y así lo hizo, estaba destrozado y cansado pero acató mi orden sin rechistar.

Quizá el lector piense que soy cruel y que no tengo derecho a usar así a las personas pero, realmente hay dos grupos de personas, las dominantes y las sumisas, yo decidí ser dominante y ellos han decidido ser sumisos, yo no los obligo a quedarse y pueden irse cuando quieran ya que no están atados ni prisioneros, pero, para ellos ese es el peor castigo de todos, necesitan besar mis pies y cumplir mis deseos y ordenes, es su naturaleza.

Esta es la primera historia acerca de mi vida, en ella he explicado cómo encontré mi naturaleza, en la siguiente explicaré cómo Eva me enseñó mi potencial.

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