miércoles, 4 de marzo de 2009

Racismo 2 (La enseñanza)

Cuando recuperé la conciencia me encontré tirado en el suelo de mi habitación y allí estaba Bea, sentada sobre mi barriga leyendo revistas, un terrorífico escalofrío recorrió mi cuerpo cuando reconocí los artículos que estaba mirando, había abierto mis cajones y examinado mi habitación mientras yo estaba inconsciente, había encontrado una parte de mi que ella no conocía y que yo no quería enseñarle.

Observé su expresión, estaba furiosa, quizá incluso más que cuando me había corrido sobre su piel, me miró con unos ojos llenos de furia. - ¿Estas ideas tienes enano?- me preguntó al verme consciente. -Asqueroso racista, sólo quería darte una lección por correrte sobre mi, pero ahora he cambiado de opinión-.

-No tienes derecho a registrar mis cosas- le dije entre dientes. -Ahora le diré a mi padre lo que has hecho, negra de mierda, y os echará de nuestra casa a ti y a tu asquerosa madre- y entonces intenté levantarme, pero me fue imposible, no podía liberarme de debajo suyo. Ella empezó a reír.

-Esta ya no es tu casa dijo entre risas, ni esta tu habitación, ahora nos pertenece la casa y lo que contiene, incluyéndote a tí blanquito.- Yo no entendía lo que me decía, esta casa es de mi padre y siempre lo ha sido, luché por apartar su cuerpo pero no pude, entonces empecé a gritar llamando a mi padre. Ella reía viéndome impotente bajo su poder, yo podía notar como disfrutaba humillándome y aplastándome bajo su cuerpo.

-Así que tú eres la raza superior ¿eh?- dijo mientras yo sacudía mi cuerpo inútilmente intentando salir. -¡¡PAPAAA!!- gritaba sin cesar, los minutos pasaron y mi padre no apareció, ella gemía de placer ante mis intentos por escapar, finalmente decidí dejar de intentarlo.

-¿Ya has acabado de patalear y chillar como un cobarde?- me preguntó excitada. -¿Eso es el poder de la raza aria?- agregó entre risas. Acercó su cabeza a mi oreja y con una voz sensual y excitante me dijo -Serás mio-.

-¡Suéltame zorra!- logré gritar antes de que se sentase sobre mi cara, y allí volvió a estrujarme entre su poderoso culo, yo no podía hacer nada, ni tan solo respirar, notaba como mi cara era absorbida por su trasero, me sentía masticado y utilizado por ese enorme, redondo y precioso culo que no me dejaba ni respirar. Mis brazos estaban inmovilizados bajo sus poderosas piernas.

Cuando me sentía desfallecer me liberó de la presión y me preguntó: -¿deseas chupar mi negro coño superior verdad?- Yo respiraba con dificultad, intentando recuperar el oxígeno, alimentando mis células con el invisible elemento. -Déjame ir- conseguí decir mientras mi respiración se normalizaba, entonces ella se volvió a sentar sobre mi cara, ahogándome de nuevo entre sus nalgas. -No pararé hasta que seas mio- dijo ella.

La situación se repitió varias veces, hasta que al final le respondí que si, que deseaba comerle el coño. Ella se puso de pié sin dejar de apretar mi torso entre sus pies y se quitó los cortos pantalones, dejándolos deslizar lentamente por sus increíbles piernas, no llevaba ropa interior, tenía un coño enorme, palpitante y húmedo que se contraía en pequeñas sacudidas producidas por el calentón que ella sentía al dominarme. Era la primera vez que veía el sexo de una mujer tan cerca de mi.

Lentamente empezó a descender de nuevo, separó las piernas, una a cada lado de mi cabeza, dejando su entrepierna a escasos centímetros de mi cara, podía oler claramente su perfume, un olor a sexo fresco que nunca antes había sentido. -Chupa ahora- ordenó mientras separaba sus labios con los dedos y me enseñaba las paredes rosadas y húmedas de su feminidad.

Saqué la lengua y chupé, besé, lamí y absorbí cada rincón de su zona más privada, noté como mi polla volvía a ponerse dura y como crecía en mi el deseo a penetrarla y poseerla, una idea estúpida teniendo en cuenta quién dominaba a quién. -Oh! si- siseó ella entre dientes mientras cerraba los ojos.

Ella empezó entonces a moverse con agresividad, con frenéticos movimientos de cadera que destrozaban mi cara, aplastaban mi nariz y me hacían gemir de dolor, sus ardientes labios envolvían mi faz y succionaban, apretaban y se restregaban por mi boca, gritaba de placer mientras yo intentaba, sin éxito, zafarme de ese poder, liberarme del miedo que sentía al ser aplastado por ese negro coño.

Así pasaron largos minutos, restregándose violentamente contra mi cara, usando cada milímetro de mi piel para darse placer, gimiendo como una loca, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, cada vez más agresiva y cada vez más doloroso, pero mi polla seguía allí dura como una piedra, deseosa de explotar de placer. Sus gritos aumentaron, su ritmo se detuvo y la presión aumentó, me aplastó contra su húmedo agujero de placer, hundiendo parte de mi cara en su ser mientras se corría salvajemente en mi boca, sus fluidos empaparon mi cara, impidiéndome respirar a la vez que sentía dolorosas contracciones producidas por su potente sexo. Tuve que tragar si quería seguir consciente, tragar y respirar, tragar y respirar, tragar y respirar...

Lo único que pude hacer una vez fui liberado de su prisión, fue toser, respirar y toser, en ese momento sentía mi cara aplastada, mi nariz chata y mi boca dormida, el dolor era tremendo pero mi polla seguía firmes escondida bajo la ropa. No entendía como esa mujer podía conseguir ese efecto en mi.

-Mmmm. Mi hombre de raza superior- dijo entre gemidos mientras me acariciaba el pelo. -¿dónde está la superioridad de la raza blanca?- preguntó ardiente. -Ahora eres mi esclavo ¿verdad?- yo todavía no me había recuperado, necesitaba tiempo y oxígeno antes de poder pronunciar ninguna palabra. No podía hacer nada ante ella, debía seguirle el juego, ya llegaría el momento para darle su merecido cuando le explicara a mi padre lo que esa negra me había hecho.

-Haré lo que quieras- conseguí decir cuando recuperé el aire. -Bien, de momento serás mi perro- me dijo mientras se ponía de pié -Desnúdate, los perros no usan ropa- tenía que seguirle el juego pero, ¿cuándo acababa el juego? no luché porqué pensaba que iba a durar poco, pero ahora me quería desnudar y convertirme en su perro, yo no iba a ser el perro de una negra. Yo seguía inmóvil en el suelo, pero ella había bajado la guardia, estaba quitándose la poca ropa que le quedaba para quedarse en cueros, no sabía lo que quería hacer ahora, quizá iba a dejar que la follara, eso si se lo dejaría hacer, pero quizá no, tal vez tenía otras ideas que no me iban a gustar.

Finalmente decidí que no le iba a seguir más el juego, ella me había cogido por sorpresa pero yo era el macho blanco superior, ella tenía que ser mi esclava, quería atravesarla con mi polla quería destrozarla bajo la supremacía de mi raza, estaba en mi casa, en mi habitación y me había humillado y usado, iba a recibir su merecido.

Esperé que estuviese despistada, ataqué cuando la sentí más vulnerable, fue cobarde lo reconozco, pero ella también me había cogido desprevenido. Salté sobre su espalda cuando no miraba, rodee su cuello con un brazo y con las piernas la cintura, la tenía bajo mi control, ya era mía, o eso pensé al ver que no conseguía liberarse de mi llave, mi polla gozaba mientras la apretaba contra su cuerpo desnudo e indefenso. Intenté tirarla al suelo pero no podía, ella seguía de pié conmigo en su espalda como una mochila. Yo apretaba con fuerza para conseguir doblegarla mientras ella luchaba por liberar su cuello de mi presión pero no conseguía tumbarla aunque la ahogaba lentamente con mi brazo. Aprovechaba la situación para restregar mi polla contra su espalda, gozando de la situación.

Repentinamente empezó a sacudir su cuerpo con una fuerza devastadora, pero conseguí mantenerme fuertemente agarrado a ella y no consiguió su objetivo. Yo apreté con todas mis fuerzas, cerré los ojos y aumenté al máximo la presión en su cuello mientras ella luchaba y jadeaba, seguí ahogándola fuertemente y cuando me creía vencedor, ella se lanzó contra la pared, aplastando mi cuerpo una y otra vez mientras lanzaba codazos contra mis costillas. Resistí poco, el dolor era tremendo y finalmente, consiguió liberarse.

Ella jadeaba y se acariciaba el cuello mientras miraba mi cuerpo tirado en el suelo. Me dió mucho miedo, su mirada era igual a la de una tigresa justo antes de atacar a su presa. -Tendré que enseñarte quién manda- me dijo entre jadeos. -Voy a demostrarte que tu ridículo cuerpecito de medio hombre no puede hacer nada con una negra de verdad-.

Me obligó a levantarme agarrándome del pelo y tirando de mi hacia una de las esquinas de la habitación, yo me sentía exhausto después de haber intentado tumbarla sin éxito y no me quedaban energías. Agarró firmemente mi cabeza con sus manos y empezó a golpearme en la barriga, abdomen, costillas y entrepierna con unos potentes rodillazos, yo intentaba doblarme y proteger mi cuerpo de los demoledores golpes de Bea, pero ella tiraba de mi cabeza hacia atrás evitando que pudiera protegerme. Estuvo golpeándome con potentes rodillazos durante un buen rato. Yo podía protegerme con los brazos y las manos pero sus rodillazos atravesaban mis defensas, hundiendo mis manos en mi ser bajo sus potentes golpes, golpeando los huesos de mis manos. Perdí de nuevo el conocimiento mientras seguía lanzando potentes rodillazos y me castigaba con su potente furia.

Cuando recuperé el conocimiento me encontré desnudo en el suelo, tumbado boca arriba. Ella seguía en mi habitación, también totalmente desnuda, su piel brillaba levemente a causa del sudor, lo que marcaba todavía más su potencia física, parecía imposible que un cuerpo de mujer pudiese ser bello y fuerte a la vez, pero así era ella. Me miraba agresivamente, con los brazos en jarras, apoyando los puños en sus caderas, las piernas abiertas y la cabeza bien alta. Su posición y actitud la hacía más bella y peligrosa que antes.

-Soy tu dueña y tú mi esclavo ¿de acuerdo?- preguntó cuando se percató de mi estado de consciencia.

-Jódete asquerosa negra- repliqué furioso mientras me ponía de pié ignorando el dolor que sentía en mi barriga, costillas y pelvis pero no llegué a levantarme del todo, ella me agarró con sus fuertes brazos y me lanzó con fuerza hacía arriba, la gravedad hizo el resto, golpee el suelo como un saco de patatas.

-¿De acuerdo esclavo?- agregó de nuevo con actitud dominante.

-¡Nunca! tú deberías ser mi esclava- Esta vez lo grité con rabia desde el suelo, así evitaba la humillación de ser lanzado como un saco de patatas. -Lo serás- afirmó ella y empezó a darme fuertes patadas que me hacían rodar por el suelo y gritar de dolor. -¿Quieres ser mi esclavo?- preguntaba mientras me pateaba cruelmente con sus poderosas piernas. -Nunca animal- gritaba entre gemidos de dolor. -¿Seguro?- agregó mientras me seguía pateando cruelmente. Sus patadas eran increíblemente potentes, mi cuerpo se deslizaba por el suelo como un muñeco de trapo, el dolor era increíble y no pude evitar llorar y gemir mientras ella me destrozaba a patadas. Rió a carcajadas cuando me vió llorar a sus pies pero eso no la ablandó, siguió golpeándome con furia mientras me preguntaba una y otra vez lo mismo -¿Quieres ser mi esclavo verdad?... ¿Deseas servirme y darme placer verdad?... ¿Deseas ser mio verdad?.. Dilo, di que deseas ser mio.

-Por favor... basta- conseguí decir entre jadeos y llantos de dolor. -Si no eres mio no serás de nadie- repitió mientras me aplastaba los genitales bajo su peso. -¿Deseas ser mio?- repitió mientras iba aumentando la presión de su pié en mis castigados testículos.

-¡¡SII!! seré tuyo, suéltame por favor- grité con la cara empapada de lágrimas. -Haré lo que quieras, por favor...- agregué llorando desconsoladamente. -Bésame los pies, perro- me ordenó bruscamente mientras liberaba mis testículos de su presión. Yo cumplí sus órdenes sin vacilar, era mejor que sea golpeado, todo acabaría cuando mi padre se enterara de lo que había ocurrido.

Así estuve largo tiempo, besando sus pies y masajeando sus piernas, eran increíblemente duras y hermosas, tanto que mi polla se erguía desafiante, dura y grande, esa mujer me excitaba con su sola presencia y, ahora desnudo, no podía esconderlo. Ella sonrió al ver mi miembro duro y excitado. Empezó a acariciarlo suavemente, creando un gran placer en mi ser, sólo deseaba correrme de nuevo con furia. -Esto también es mio y sólo podrás tocarlo y usarlo cuando yo te lo ordene.- Ella todavía no había acabado la frase que yo ya me estaba corriendo, lanzando mi leche con fuerza, gozando... aunqué duró poco. Ella apretó con fuerza mis pelotas con la misma mano que segundos antes me daba placer, así acabó con mi orgasmo.

-Ahora limpia toda tu asquerosa leche con la lengua- me dijo mientras se metía en la cama, en MI cama, yo no repliqué ni vacilé, total ya lo había hecho antes y era mejor que ser apalizado y humillado de nuevo, así que limpié con mi lengua todas las manchas de semen que encontré en la habitación. Al finalizar me dijo que ahora ya podría dormir pero que tenía que hacerlo en los pies de la cama, como un perro, agregó ella entre risas.

No recuerdo nada más, estaba tan agotado que me quedé profundamente dormido en los pies de lo que antes era mi cama.

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