martes, 27 de julio de 2010

Irene

Era sábado y Toni no podía esperar a que llegara la noche, obsesionado con Irene, camarera de discoteca. La primera vez que la vio fue hace poco más de un mes, salió con sus compañeros de trabajo para celebrar su cumpleaños y acabaron en la discoteca "GoBack", ese fue el primer día en el que la vio.

Toni entró en la discoteca y se fue junto a sus compañeros a la barra para pedir su consumición y empezar a disfrutar. Ella estaba en la barra junto a 2 chicas más, a las cuales eclipsaba con su increíble físico . Toni miraba embobado a aquella amazona, alta, bella y poderosa que se movía con agilidad y rapidez tras la barra.

Pasó toda la noche cerca de la barra, manteniendo a Irene siempre en su campo visual, olvidando a sus compañeros, bebiendo sin descanso, bebía sólo para poder volver a la barra a pedir una nueva consumición y poder estar cerca de aquella Diosa.

La noche para él pasó rápido, demasiado rápido y una vez en casa descubrió que no podía sacarse a aquella mujer de la cabeza, su piel morena, su mirada penetrante, sus labios carnosos, su pelo, sus movimientos... todo. Tuvo que masturbarse para poder dormir.

Continuó yendo todos los fines de semana a la misma discoteca, accedía cuando abrían y no se movía de la barra de Irene, gozando con su presencia, su cuerpo. La camarera era visible desde casi cualquier punto de la sala, su altura la hacía destacar y su belleza creaba deseo en hombres y mujeres.

Ella lo sabía y disfrutaba de su poder, Irene trabajaba su cuerpo cada día. Disponía de un pequeño gimnasio en su casa que utilizaba para mantenerlo en un excelente estado físico. En su cuerpo no había un gramo de grasa fuera de sitio. Irene necesitaba un físico potente, necesitaba sus músculos para dominar, controlar y someter a sus esclavos, pero mantenía un delicado equilibrio, ya que su cuerpo debía ser fuerte y poderoso y a la vez, debía evitar mostrar sus poderosos músculos, ya que ahuyentaría a sus presas.

Tenía un nuevo juguete, hacía semanas que un chico aparecía en su barra, embobado con ella y ella lo sabía, le encantaba la sensación de tener hombres babeando, besando sus pisadas y ardiendo en deseo. Esa noche sería suyo, era el tipo de hombre que le gustaba, pequeño y manejable. Sus pezones se endurecían al pensar en lo que podría hacer con él.

Toni pidió su bebida y esperó mientras sus ojos recorrían la piel de aquella diosa, el deseo crecía en su interior y se notaba entre sus piernas. Irene preparó la bebida y se la entregó. Él sintió un escalofrío al notar la mirada de su diosa clavarse en sus ojos, y se le puso la piel de gallina mientras Irene humedecía sus labios sensualmente, moviendo su lengua con deseo.

- A esta invito yo, guapísimo - le dijo antes de continuar con su trabajo.

El tiempo se congeló para Toni, le había hablado su diosa, y le había llamado "guapísimo", él no lo podía creer, aquella mujer jugaba en otra liga y nunca hubiera imaginado que le dirigiera la palabra y, mucho menos, que le pagara la copa. Él tenía suficiente con poder verla y olerla.

Rápidamente vació su copa y se preparó para la siguiente ronda. Al poco rato, su camarera volvió para recoger la copa.

- ¿Otra? - preguntó a la vez que retiraba el vaso.

Toni respiró fuerte y acumuló el valor necesario para que su voz sonara decidida.

- Sólo si te tomas una conmigo... guapísima -

Irene no pudo evitar sonreír al oírlo, ya lo tenía entre sus redes y era siempre tan fácil. Volvió a excitarse al imaginarse jugando con su juguete, gozando de él, usándolo para su propio placer, destruyendo su ego y convirtiéndolo en poco más que un objeto con el que jugar.

Toni tenía pocas esperanzas, pero, al ver la cara de aquella diosa iluminarse y sonreír, su corazón se aceleró, se excitó al imaginarse entre aquellas piernas, gozando de aquella interminable mujer, algo habría entre ellos.

- No puedo hacer eso en horas de trabajo - respondió seria Irene.

La ilusión de Toni se convirtió en desanimo al oír la respuesta. Irene disfrutaba con ese dominio, aquel hombre estaba apunto de llorar y a ella le gustaba, podía hacer llorar a un hombre sin tocarlo, ahora iba a hacerlo sonreír, podía hacer lo que quería con ellos.

- Pero me puedes invitar cuando salga... - agregó divertida antes de preparar una nueva copa para su juguete.

Los ojos de Toni se abrieron como platos al oír aquellas palabras. No pudo evitar regalarle a su camarera una gran sonrisa a la vez que su cabeza asentía de manera incontrolable.

- Si, claro que si, ¿dónde te espero? - preguntó nervioso.

- Salgo a las seis - respondió ella entre susurros - Espérame en la puerta trasera-.

El resto de la noche pasó lentamente para Toni, quién no sabía como hacer pasar el tiempo. Finalmente la discoteca cerró y él esperó en la puerta trasera, deseando que su camarera apareciera pronto.

La puerta se abrió y los trabajadores de la discoteca empezaron a salir, Toni miraba nervioso, esperando ver a su cita, pensando en su noche, en su diosa. Los trabajadores desfilaban a su alrededor, andando en distintas direcciones. Toni esperó hasta que la puerta se cerró de nuevo y nadie más volvió a salir.

Sólo en la calle, esperando. El desánimo se apoderó de él al sentirse engañado por aquella mujer, no aparecería, aquello había sido una broma de mal gusto. Una última mirada a la puerta y se marchó, triste y hundido.

- ¿No me esperas? - La voz sonó clara y fuerte, Toni se volvió para ver a Irene, de pié junto a la puerta, preciosa, increíble.

Toni tuvo que controlarse para no correr hacía ella, se acercó decidido hasta detenerse frente a ella. Se impresionó al poder comparar de cerca el tamaño de aquella mujer. Toni era un hombre normalito, algo delgado, y no muy alto, y delante tenía todo lo contrario, una mujer alta, de largas extremidades y poderoso cuerpo. Toni calculó que Irene debía medir casi 2 metros, ya que él no le llegaba a los hombros, y no llevaba tacón, aquella mujer era mucha mujer, ¿demasiada mujer para él quizás?. Él no había asimilado que fuese tan grande.

- Vamos dónde quieras y te pago una copa - respondió Toni, incapaz de esconder su nerviosismo. Irene sonrió contenta. Aquel hombrecillo patético creía que la tenía, pero ella sabía perfectamente quién tenía a quién. Era una depredadora de hombres, y aquel hombrecillo no lo sabía, pero lo iba a descubrir pronto, muy pronto. Ya era suyo, lo tenía en sus redes. Solos en un callejón oscuro, sin testigos y sin salida.

- No estás en condiciones de decidir nuestro futuro, yo soy aquí quién da las órdenes y tú quien las acata - las palabras de Irene tomaron por sorpresa al incauto Toni, quién no podía creer lo que estaba oyendo. Antes de poder responder, Irene pasó sus manos bajo los sobacos y lo levantó con facilidad del suelo, a pulso, llevándoselo a su boca y besándolo con pasión. Toni, instintivamente, se agarró de los brazos de su diosa y notó los músculos de aquella mujer, grandes, duros y poderosos, algo que no esperaba y que lo asustó. Aquello no era lo que esperaba.

Intentó, desesperadamente, liberarse de aquella humillación, la lengua de Irene se introducía profundamente en su boca, forzándolo, y no había nada que pudiera hacer para impedir sentirse violado. Intentó luchar para liberarse pero no podía, su cuerpo no podía compararse con el de aquella amazona.

Irene dejó de besarlo pero lo mantuvo cogido entre sus brazos, Toni miró asustado a aquella mujer. - No puede ser que seas tan fuerte - dijo Toni quién intentó liberarse de aquella mujer que lo mantenía incómodamente suspendido en el aire. - ¿Por ser mujer? - respondió ella indignada. - Si soy capaz de mover mis 90 kilos de peso. ¿Porqué no iba a poder con un hombrecillo pequeñito y patético como tú? -

Toni seguía intentando liberarse de aquellos brazos y más tras oír las palabras de Irene, ¿90 kilos de peso? no le gustaba la dirección que habían tomado las cosas. - ¡Suéltame! - gritó al sentirse incapaz de posar sus pies en el suelo. Ella se rió a carcajadas al ver temblar de miedo a su nuevo juguete y levantó todavía más el cuerpo de Toni, manteniéndolo suspendido sobre su cabeza mientras demostraba su superioridad física, luego lo dejó caer y lo apretó con fuerza contra su cuerpo, hundiendo su cabeza y ahogando los gritos del hombrecillo.

Toni luchaba aterrorizado, nunca habría pensado en aquel desenlace, totalmente indefenso a la merced de una mujer muy superior físicamente a él. Se sentía como un niño pequeño, sus lágrimas saltaban incontrolables, era un muñeco de trapo en las manos de aquella amazona. ¿Cómo se había metido en ese problema?

Irene reía a carcajadas y su excitación iba en aumento, ya tenía a su juguete y si, iba a disfrutar mucho con él. Apretó bien el cuerpo, hundiendo la cabeza del hombrecillo entre sus pechos, ahogándolo con decisión, sólo tuvo que apretar con fuerza durante poco más de 2 minutos. Luego dejó caer el cuerpo inconsciente de su nuevo juguete y se preparó para disfrutar de una gran noche. Siempre era fácil conseguir sus juguetes. Los hombres daban por echo que eran más fuertes que cualquier mujer y era un gran error.

Toni despertó de la inconsciencia encerrado en una jaula, desnudo y asustado, miró a su alrededor. En la habitación había más jaulas, algunas vacías y otras llenas, todas eran jaulas pequeñas y metálicas. En la mayoría de las jaulas había hombres jóvenes y en otras (la minoría), había mujeres, todos ellos desnudos y agazapados en un espacio en el que no se podía poner uno de pié.

Toni pasó el resto de su vida (corta y dolorosa) bajo el dominio de Irene. Aquella mujer demostró ser extremadamente violenta y dominante. Toni fue violado, golpeado y torturado mientras la mujer disfrutaba de su dominio sobre sus esclavos.

Había caido en una trampa mortal (Al igual que el resto de personas enjauladas).

Murió ahogado entre las piernas de Irene mientras ella disfrutaba de intensos orgasmos.

FIN

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