jueves, 4 de diciembre de 2008

Racismo 1 - El encuentro

A mi la idea no me gustaba, mi padre había perdido a mama para salir con esa mujer de raza inferior. Yo no podía entender como mi padre podía salir con una mujer negra, me asqueaba verlos juntos,a veces, sin pudor, le recriminaba a mi padre que saliera con ese orangután.

Ella era negra, negra como la noche, tenía la típica cara de negra, con la nariz ancha y los morros grandes, un enorme culo se balanceaba bajo sus faldas y unas redondas y enormes tetas se dibujaban bajo sus vestidos. Toda ella era grande y ancha. Mi padre es más bien delgado y el contraste de color y tamaño era notable. Ella escondía su cuerpo con anchos vestidos. Cuando estaban juntos parecía que la raza superior fuera esa gran y asquerosa negra.

Suerte que la veía poco, solían irse siempre juntos dejándome sólo en casa, esa era la única causa por la que no me molestaba tanto que se vieran, mientras mi padre me dejara solo en casa, él podía hacer lo que quisiera. Yo tenía todos mis caprichos y vivía feliz.

Un día mi padre me llamó y me indicó que deseaba hablar conmigo acerca de un tema importante.

- Jaime tengo que contarte algo - me dijo serio -Se que no te gusta Wanda- Así se llamaba ella -Pero la quiero y tienes que aceptarla-

Yo no podía creer lo que estaba escuchando parecía que iban en serio y yo no quería que aquello acabara bien.

- ¡Venga papá! ya te la has follado ¿no? déjala y búscate una mujer blanca y bonita-

Mi padre se sintió insultado, su mirada se endureció y por un momento creí que me iba a cruzar la cara de un bofetón, pero en vez de ello respiró hondo y continuó hablando. -Jaime, no puede ser que tengas esas ideas, Wanda es una magnífica mujer y debes aceptarla tal y como es-

No quería discutir, así que le dije que hiciera lo que quisiera con ella, que mientras yo no la viera podría soportarlo.

-Wanda y su hija van a venir a vivir con nosotros- me dijo.

El tiempo se detuvo, no podía creer lo que estaba oyendo, esa mujer había envenenado el cerebro de mi padre. -¡No!- contesté -No quiero ver a esa asquerosa negra en mi casa- le grité a mi padre.

Mi padre se sintió dolido, se levantó y me dijo que esa misma noche vendrían con las maletas para instalarse en casa. Yo me quejé y le indiqué que eso no podía ser que tenía que abrir los ojos y dejar a esa negra.

Él no contestó, simplemente se levantó y me miró con una mirada triste. -Intenta ser simpático- me dijo antes de salir de la casa.

Enfadado me encerré en la habitación y maldije a mi padre por hacerme eso. Ojalá mi madre siguiera viva pensaba mientras las horas se iban consumiendo, me sentía humillado yo con mis 17 años, ya casi era mayor de edad, ya casi podía votar y decidir quién gobernaba mi país, pero no podía decidir quién entraba en mi casa. Desee irme, poseer la suficiente independencia para irme y vivir a mi manera, pero eso no podía ser.

Desde mi habitación pude oír como se abría la puerta de casa y entraban los tres, arrastrando maletas y bolsas, hablaban y reían. Mi silencio había sido roto por un insistente murmullo, mi paz había acabado.

- ¡Jaime! baja a saludar - ordenó mi padre desde el recibidor. Yo no quería bajar, así que me quedé en la habitación. -¡Jaime!- repitió mi padre con un tono más irritado pero yo lo ignoré y me quedé encerrado en mi habitación. Estuve así encerrado durante un buen rato, al final la puerta se abrió y mi padre, visiblemente enfadado, entró en mi habitación.

-Haz el favor de comportarte como una persona Jaime. Baja y saluda a Wanda y Bea- me dijo entre dientes.

-No me da la gana, son negras y yo blanco, no tengo que decirles nada, son ellas las que deberían darme las gracias por permitirles compartir mi espacio con ellas.- Mi padre enfadado me cogió de la oreja y me obligó a bajar hasta el salón.

- Ya estamos aquí - dijo mi padre soltándome y ofreciendo una simpática sonrisa. -Él es Jaime- dijo mientras me señalaba con expresión de orgullo - Jaime, ella es Wanda y ella su hija Bea -. A Wanda ya la había visto pero, la hija de la negra me dejó sin palabras, debería tener más o menos mi edad, sólo que a esa edad las chicas están más desarrolladas y sobretodo ella.

Era alta, un palmo más que yo. Su piel era oscura, no tan negra como la de su madre, vestía unos pantalones azules cortos ceñidos a su cuerpo y una camiseta ajustada que no dejaba nada a la imaginación. Sus extremidades eran fuertes, sus brazos se notaban duros y firmes y sus hombros anchos, pero no tanto como sus majestuosas piernas, en ellas si se notaban enormes músculos, eran unas piernas que debían estar esculpidas en duro mármol, parecían no acabar nunca, potentes y bien definidas. Sus rasgados ojos le daban una mirada altiva y potente, me miraba desde la altura que su poderoso cuerpo le ofrecía.

Noté dolorosamente como mi pene latía y crecía en mis pantalones, esa chica.. su mirada, me ponía a cien. Tragué saliba y saludé tímidamente con un movimiento de la mano. Mi padre pareció feliz.

- Jaime, ¿porqué no acompañas a Bea a su nueva habitación? - Lo dijo justo antes de que él y su negra se encerraran en el cuarto con el fin de deshacer las maletas y supongo que la cama también. Me encontré sólo con Bea, su increíble cuerpo desafiante estaba delante de mi, con su implacable mirada fija en mí.

- Sígueme - le ordené y para ser cortés, cogí su maleta con la finalidad de subírsela a su habitación, intenté levantarla pero no pude, finalmente tuve que usar los dos brazos y toda mi energía para poder arrastrar la maleta lentamente por el pasillo.

Ella sonrió al verme luchar con la maleta, desplazándola lentamente por el suelo. - Déjame a mi - dijo con una finísima voz sensual, y, cogiendo la maleta por las asideras con una mano la levantó y empezó a andar llevando la maleta cogida con un sólo brazo.

- Yo la seguí incrédulo, yo casi no había podido levantar esa maleta con las dos manos y esa mujer estaba subiendo las escaleras cargando el pesado bulto con un solo brazo. Entonces pude ver la magnitud de sus poderosos brazos. El brazo que llevaba la maleta estaba ligeramente flexionado y se podía observar sin problemas los poderosos músculos dibujados bajo su negra piel. En su hombro se perfilaban varias fibras en tensión, su bíceps emergía de su brazo como una pequeña montaña y en su antebrazo podían distinguirse unas pequeñas venas que luchaban por conseguir un poco de espacio entre tanta masa muscular. Antes no me había percatado del poder que escondía ese increíble cuerpo.

Yo la seguía mientras subíamos la escalera, entonces pude observar mejor su poderosa parte trasera, su espalda tenía forma de "V", los hombros potentes en los extremos, su espalda entonces empezaba a curvarse hacia adentro, marcando una musculatura perfecta, su columna vertebral se hundía y su figura se estilizaba en una cintura de avispa, entonces empezaba de nuevo al expansión de su cuerpo, esta vez se expandía como una V invertida, sus anchas caderas contrastaban con su fina cintura.

No podía dejar de mirar ese culo, grande, prieto, redondo y potente que se bamboleaba de un lado a otro mientras subía las escaleras. Mi polla crecía en mis pantalones y pedía a gritos devorar ese precioso trasero, quería acuchillar ese culo con mi miembro viril, esa negra me estaba poniendo muy burro.

Lo más increíble eran sus piernas, sus músculos se relajaban y tensaban mientras subía las escaleras, sus redondos gemelos se hinchaban y su negra piel parecía incapaz de contener tanta potencia física.

Al llegar arriba, le indiqué que debía ir a la derecha y que esa sería su habitación, la mía estaba a la izquierda del pasillo. Mi intención era dejarla allí, meterme en mi habitación y matarme a pajas imaginando como la poseía, estaba muy cachondo y no quería que lo notase.

- Acompáñame - me dijo mientras se dirigía a su habitación, yo la ignoré y me metí en mi cuarto, la excitación que sentía era máxima, tuve que desabrocharme los pantalones y sacar mi dura verga antes de que explotara entre mis piernas y sin miramientos empecé a pajearme imaginando lo que sería poder poseer a esa negraza, hundir mi polla en su culo y correrme en su cara, obligarla a tragar mis jugos.

Allí estaba yo, en mi cuarto, con los pantalones en los tobillos y mi polla dura como nunca en mi mano, dándome placer con los ojos cerrados, sentía como mi sexo iba aumentando, navegaba en los mares del placer, iba a correrme rápido, entonces, de repente se abrió la puerta y apareció Bea en la entrada.

Me corrí con fuerza, mi semen salió disparado en potentes chorros de leche blanca, me corría con furia, nunca había soltado tanta leche me sentía desfallecer a la vez que mi tranquilidad se veía alterada por la presencia de Bea, que de pié frente a mi había observado todo el espectáculo.

Mi blanco semen se deslizaba por su negra piel, tenía mi semen en sus brazos, pecho, muslos...

Ella, atónita me miraba con incredulidad, mientras mi polla seguía goteando semen. Cerró la puerta a su espalda y me ordenó que le limpiase mis jugos de su piel, yo me sentía morir de vergüenza y me acerqué a ella con un trapo en la mano para secar su piel.

- ¿Qué haces con ese trapo? - preguntó altiva - Quiero que uses tu lengua para limpiar tu leche, quiero que chupes y tragues tu semen-. Todo ello lo decía con una perversa sonrisa en su lindo rostro. Yo me quedé clavado en el suelo, congelado por su petición. - ¿Pero qué coño dices?- le grité malhumorado, bastante tenía con tener que aguantar la compañía de dos negras bajo mi techo, tapé mi desnudez de nuevo con mis pantalones y le tiré el trapo a la cara. - Límpiate tú, ya eres grandecita-.

Antes de poder reaccionar, ella se abalanzó sobre mi y con un fuerte empujón me lanzó contra la pared, cuando quise darme cuenta, estaba inmovilizado, ella me tenía contra la pared, tenía mis muñecas agarradas con sus fuertes manos y sostenía mis brazos por encima de mi cabeza, a la vez sus piernas rodeaban mi cuerpo presionando con fuerza demoledora.

Intenté liberarme pero no pude moverme ni un centímetro, mi cadera ardía de dolor por la presión a la que era sometida por sus titánicos muslos y mis brazos no podían hacer nada. Levanté mi mirada para encontrarme con la suya, caliente, agresiva y dominadora. Unas pequeñas carcajadas escapaban por su boca al verme indefenso bajo su poder.

- ¡Chupa!- ordenó mientras colocaba uno de mis corridas frente a mi cara, yo me negué y giré la cabeza hacia el lado contrario mientras luchaba inútilmente por liberarme. Ella aumentó su presión con las piernas, el dolor era increíble yo intentaba escapar pero todo era inútil, la presión siguió aumentando mientras ella me miraba lasciva desde su superior posición, empezó entonces a apretar también con sus fuertes manos, me tenía cogido de las muñecas, así que noté sus uñas en la tierna carne de mi joven cuerpo, noté como desgarraban mi piel y se hundían en mi carne a la vez que con movimientos poderosos me estrangulaba entre sus piernas. El dolor era terrible.

- ¡Trágatelo todo! - repitió mientras mis huesos empezaban a crujir. No tenía opción, notaba que me iba a destrozar y a dejarme inútil el resto de mi vida, saqué la lengua todo lo que pude y lamí con ansia mi salado semen de su piel, chupé y tragué sin miramientos. Le limpié el semen del pecho, el de los brazos, el del cuello y todo aquel que pude ver. Entonces liberó la presión de sus muslos y abrió las piernas. Yo caí de rodillas frente a la mujer, ella continuaba aprisionando mis muñecas, con lo que allí quedé, arrodillado entre las piernas abiertas de la mujer y la pared, con mis brazos agarrados por los suyos sin poder moverlos.

En su muslo había otra mancha de semen que también me obligó a chupar. lamí chupé y besé su muslo, era duro como una piedra y en él se perfilaban claramente los músculos que le daban tanta fuerza. Ahora estaba limpia, yo me había tragado todo el semen que se había estrellado contra su macizo cuerpo, soltó mis doloridas manos y se dió la vuelta, mostrándome su poderoso trasero, entonces lo lanzó con fuerza contra mi cara, quedé aprisionado entre la dura pared y sus potentes nalgas, intenté liberarme pero no tenía ninguna opción, ella restregaba con violencia su ano contra mi cara, aplastando mi cráneo contra la pared, noté como los pantalones cortos se humedecían con los jugos de su sexo, ella estaba disfrutando mucho enterrando mi cara entre sus nalgas, aplastando mi nariz con su trasero.

Mis manos golpeaban furiosas su trasero y sus piernas, intentando apartarla pero no podía hacer nada, mi cabeza bailaba al compás de sus movimientos, sus nalgas se comprimían aplastándome la cabeza y hundiendo mi cara en su ser. Mis puños golpeaban con inútil furia sus piernas, entonces me cogió de nuevo las muñecas y me hizo pasar los brazos entre sus pierna y empezó a estirar de ellos.

Allí estaba yo, arrodillado en el suelo, acorralado contra la pared de mi habitación con mi cara hundida entre las nalgas de esa mujer mientras ella estiraba de mis brazos para hundirme todavía más entre sus nalgas. Yo gritaba de dolor pero los sonidos eran ahogados, sólo yo los oía. Ella gozaba, notaba su húmedo sexo entre sus cortos pantalones y yo no podía respirar, estaba siendo estrangulado por el culo de una negra y no podía hacer nada. Así estuve varios minutos, oyéndola gemir y gozar de placer hasta que perdí el conocimiento y me desmayé entre sus piernas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Very nice tips. Thanks for sharing!
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