jueves, 4 de diciembre de 2008

Racismo 1 - El encuentro

A mi la idea no me gustaba, mi padre había perdido a mama para salir con esa mujer de raza inferior. Yo no podía entender como mi padre podía salir con una mujer negra, me asqueaba verlos juntos,a veces, sin pudor, le recriminaba a mi padre que saliera con ese orangután.

Ella era negra, negra como la noche, tenía la típica cara de negra, con la nariz ancha y los morros grandes, un enorme culo se balanceaba bajo sus faldas y unas redondas y enormes tetas se dibujaban bajo sus vestidos. Toda ella era grande y ancha. Mi padre es más bien delgado y el contraste de color y tamaño era notable. Ella escondía su cuerpo con anchos vestidos. Cuando estaban juntos parecía que la raza superior fuera esa gran y asquerosa negra.

Suerte que la veía poco, solían irse siempre juntos dejándome sólo en casa, esa era la única causa por la que no me molestaba tanto que se vieran, mientras mi padre me dejara solo en casa, él podía hacer lo que quisiera. Yo tenía todos mis caprichos y vivía feliz.

Un día mi padre me llamó y me indicó que deseaba hablar conmigo acerca de un tema importante.

- Jaime tengo que contarte algo - me dijo serio -Se que no te gusta Wanda- Así se llamaba ella -Pero la quiero y tienes que aceptarla-

Yo no podía creer lo que estaba escuchando parecía que iban en serio y yo no quería que aquello acabara bien.

- ¡Venga papá! ya te la has follado ¿no? déjala y búscate una mujer blanca y bonita-

Mi padre se sintió insultado, su mirada se endureció y por un momento creí que me iba a cruzar la cara de un bofetón, pero en vez de ello respiró hondo y continuó hablando. -Jaime, no puede ser que tengas esas ideas, Wanda es una magnífica mujer y debes aceptarla tal y como es-

No quería discutir, así que le dije que hiciera lo que quisiera con ella, que mientras yo no la viera podría soportarlo.

-Wanda y su hija van a venir a vivir con nosotros- me dijo.

El tiempo se detuvo, no podía creer lo que estaba oyendo, esa mujer había envenenado el cerebro de mi padre. -¡No!- contesté -No quiero ver a esa asquerosa negra en mi casa- le grité a mi padre.

Mi padre se sintió dolido, se levantó y me dijo que esa misma noche vendrían con las maletas para instalarse en casa. Yo me quejé y le indiqué que eso no podía ser que tenía que abrir los ojos y dejar a esa negra.

Él no contestó, simplemente se levantó y me miró con una mirada triste. -Intenta ser simpático- me dijo antes de salir de la casa.

Enfadado me encerré en la habitación y maldije a mi padre por hacerme eso. Ojalá mi madre siguiera viva pensaba mientras las horas se iban consumiendo, me sentía humillado yo con mis 17 años, ya casi era mayor de edad, ya casi podía votar y decidir quién gobernaba mi país, pero no podía decidir quién entraba en mi casa. Desee irme, poseer la suficiente independencia para irme y vivir a mi manera, pero eso no podía ser.

Desde mi habitación pude oír como se abría la puerta de casa y entraban los tres, arrastrando maletas y bolsas, hablaban y reían. Mi silencio había sido roto por un insistente murmullo, mi paz había acabado.

- ¡Jaime! baja a saludar - ordenó mi padre desde el recibidor. Yo no quería bajar, así que me quedé en la habitación. -¡Jaime!- repitió mi padre con un tono más irritado pero yo lo ignoré y me quedé encerrado en mi habitación. Estuve así encerrado durante un buen rato, al final la puerta se abrió y mi padre, visiblemente enfadado, entró en mi habitación.

-Haz el favor de comportarte como una persona Jaime. Baja y saluda a Wanda y Bea- me dijo entre dientes.

-No me da la gana, son negras y yo blanco, no tengo que decirles nada, son ellas las que deberían darme las gracias por permitirles compartir mi espacio con ellas.- Mi padre enfadado me cogió de la oreja y me obligó a bajar hasta el salón.

- Ya estamos aquí - dijo mi padre soltándome y ofreciendo una simpática sonrisa. -Él es Jaime- dijo mientras me señalaba con expresión de orgullo - Jaime, ella es Wanda y ella su hija Bea -. A Wanda ya la había visto pero, la hija de la negra me dejó sin palabras, debería tener más o menos mi edad, sólo que a esa edad las chicas están más desarrolladas y sobretodo ella.

Era alta, un palmo más que yo. Su piel era oscura, no tan negra como la de su madre, vestía unos pantalones azules cortos ceñidos a su cuerpo y una camiseta ajustada que no dejaba nada a la imaginación. Sus extremidades eran fuertes, sus brazos se notaban duros y firmes y sus hombros anchos, pero no tanto como sus majestuosas piernas, en ellas si se notaban enormes músculos, eran unas piernas que debían estar esculpidas en duro mármol, parecían no acabar nunca, potentes y bien definidas. Sus rasgados ojos le daban una mirada altiva y potente, me miraba desde la altura que su poderoso cuerpo le ofrecía.

Noté dolorosamente como mi pene latía y crecía en mis pantalones, esa chica.. su mirada, me ponía a cien. Tragué saliba y saludé tímidamente con un movimiento de la mano. Mi padre pareció feliz.

- Jaime, ¿porqué no acompañas a Bea a su nueva habitación? - Lo dijo justo antes de que él y su negra se encerraran en el cuarto con el fin de deshacer las maletas y supongo que la cama también. Me encontré sólo con Bea, su increíble cuerpo desafiante estaba delante de mi, con su implacable mirada fija en mí.

- Sígueme - le ordené y para ser cortés, cogí su maleta con la finalidad de subírsela a su habitación, intenté levantarla pero no pude, finalmente tuve que usar los dos brazos y toda mi energía para poder arrastrar la maleta lentamente por el pasillo.

Ella sonrió al verme luchar con la maleta, desplazándola lentamente por el suelo. - Déjame a mi - dijo con una finísima voz sensual, y, cogiendo la maleta por las asideras con una mano la levantó y empezó a andar llevando la maleta cogida con un sólo brazo.

- Yo la seguí incrédulo, yo casi no había podido levantar esa maleta con las dos manos y esa mujer estaba subiendo las escaleras cargando el pesado bulto con un solo brazo. Entonces pude ver la magnitud de sus poderosos brazos. El brazo que llevaba la maleta estaba ligeramente flexionado y se podía observar sin problemas los poderosos músculos dibujados bajo su negra piel. En su hombro se perfilaban varias fibras en tensión, su bíceps emergía de su brazo como una pequeña montaña y en su antebrazo podían distinguirse unas pequeñas venas que luchaban por conseguir un poco de espacio entre tanta masa muscular. Antes no me había percatado del poder que escondía ese increíble cuerpo.

Yo la seguía mientras subíamos la escalera, entonces pude observar mejor su poderosa parte trasera, su espalda tenía forma de "V", los hombros potentes en los extremos, su espalda entonces empezaba a curvarse hacia adentro, marcando una musculatura perfecta, su columna vertebral se hundía y su figura se estilizaba en una cintura de avispa, entonces empezaba de nuevo al expansión de su cuerpo, esta vez se expandía como una V invertida, sus anchas caderas contrastaban con su fina cintura.

No podía dejar de mirar ese culo, grande, prieto, redondo y potente que se bamboleaba de un lado a otro mientras subía las escaleras. Mi polla crecía en mis pantalones y pedía a gritos devorar ese precioso trasero, quería acuchillar ese culo con mi miembro viril, esa negra me estaba poniendo muy burro.

Lo más increíble eran sus piernas, sus músculos se relajaban y tensaban mientras subía las escaleras, sus redondos gemelos se hinchaban y su negra piel parecía incapaz de contener tanta potencia física.

Al llegar arriba, le indiqué que debía ir a la derecha y que esa sería su habitación, la mía estaba a la izquierda del pasillo. Mi intención era dejarla allí, meterme en mi habitación y matarme a pajas imaginando como la poseía, estaba muy cachondo y no quería que lo notase.

- Acompáñame - me dijo mientras se dirigía a su habitación, yo la ignoré y me metí en mi cuarto, la excitación que sentía era máxima, tuve que desabrocharme los pantalones y sacar mi dura verga antes de que explotara entre mis piernas y sin miramientos empecé a pajearme imaginando lo que sería poder poseer a esa negraza, hundir mi polla en su culo y correrme en su cara, obligarla a tragar mis jugos.

Allí estaba yo, en mi cuarto, con los pantalones en los tobillos y mi polla dura como nunca en mi mano, dándome placer con los ojos cerrados, sentía como mi sexo iba aumentando, navegaba en los mares del placer, iba a correrme rápido, entonces, de repente se abrió la puerta y apareció Bea en la entrada.

Me corrí con fuerza, mi semen salió disparado en potentes chorros de leche blanca, me corría con furia, nunca había soltado tanta leche me sentía desfallecer a la vez que mi tranquilidad se veía alterada por la presencia de Bea, que de pié frente a mi había observado todo el espectáculo.

Mi blanco semen se deslizaba por su negra piel, tenía mi semen en sus brazos, pecho, muslos...

Ella, atónita me miraba con incredulidad, mientras mi polla seguía goteando semen. Cerró la puerta a su espalda y me ordenó que le limpiase mis jugos de su piel, yo me sentía morir de vergüenza y me acerqué a ella con un trapo en la mano para secar su piel.

- ¿Qué haces con ese trapo? - preguntó altiva - Quiero que uses tu lengua para limpiar tu leche, quiero que chupes y tragues tu semen-. Todo ello lo decía con una perversa sonrisa en su lindo rostro. Yo me quedé clavado en el suelo, congelado por su petición. - ¿Pero qué coño dices?- le grité malhumorado, bastante tenía con tener que aguantar la compañía de dos negras bajo mi techo, tapé mi desnudez de nuevo con mis pantalones y le tiré el trapo a la cara. - Límpiate tú, ya eres grandecita-.

Antes de poder reaccionar, ella se abalanzó sobre mi y con un fuerte empujón me lanzó contra la pared, cuando quise darme cuenta, estaba inmovilizado, ella me tenía contra la pared, tenía mis muñecas agarradas con sus fuertes manos y sostenía mis brazos por encima de mi cabeza, a la vez sus piernas rodeaban mi cuerpo presionando con fuerza demoledora.

Intenté liberarme pero no pude moverme ni un centímetro, mi cadera ardía de dolor por la presión a la que era sometida por sus titánicos muslos y mis brazos no podían hacer nada. Levanté mi mirada para encontrarme con la suya, caliente, agresiva y dominadora. Unas pequeñas carcajadas escapaban por su boca al verme indefenso bajo su poder.

- ¡Chupa!- ordenó mientras colocaba uno de mis corridas frente a mi cara, yo me negué y giré la cabeza hacia el lado contrario mientras luchaba inútilmente por liberarme. Ella aumentó su presión con las piernas, el dolor era increíble yo intentaba escapar pero todo era inútil, la presión siguió aumentando mientras ella me miraba lasciva desde su superior posición, empezó entonces a apretar también con sus fuertes manos, me tenía cogido de las muñecas, así que noté sus uñas en la tierna carne de mi joven cuerpo, noté como desgarraban mi piel y se hundían en mi carne a la vez que con movimientos poderosos me estrangulaba entre sus piernas. El dolor era terrible.

- ¡Trágatelo todo! - repitió mientras mis huesos empezaban a crujir. No tenía opción, notaba que me iba a destrozar y a dejarme inútil el resto de mi vida, saqué la lengua todo lo que pude y lamí con ansia mi salado semen de su piel, chupé y tragué sin miramientos. Le limpié el semen del pecho, el de los brazos, el del cuello y todo aquel que pude ver. Entonces liberó la presión de sus muslos y abrió las piernas. Yo caí de rodillas frente a la mujer, ella continuaba aprisionando mis muñecas, con lo que allí quedé, arrodillado entre las piernas abiertas de la mujer y la pared, con mis brazos agarrados por los suyos sin poder moverlos.

En su muslo había otra mancha de semen que también me obligó a chupar. lamí chupé y besé su muslo, era duro como una piedra y en él se perfilaban claramente los músculos que le daban tanta fuerza. Ahora estaba limpia, yo me había tragado todo el semen que se había estrellado contra su macizo cuerpo, soltó mis doloridas manos y se dió la vuelta, mostrándome su poderoso trasero, entonces lo lanzó con fuerza contra mi cara, quedé aprisionado entre la dura pared y sus potentes nalgas, intenté liberarme pero no tenía ninguna opción, ella restregaba con violencia su ano contra mi cara, aplastando mi cráneo contra la pared, noté como los pantalones cortos se humedecían con los jugos de su sexo, ella estaba disfrutando mucho enterrando mi cara entre sus nalgas, aplastando mi nariz con su trasero.

Mis manos golpeaban furiosas su trasero y sus piernas, intentando apartarla pero no podía hacer nada, mi cabeza bailaba al compás de sus movimientos, sus nalgas se comprimían aplastándome la cabeza y hundiendo mi cara en su ser. Mis puños golpeaban con inútil furia sus piernas, entonces me cogió de nuevo las muñecas y me hizo pasar los brazos entre sus pierna y empezó a estirar de ellos.

Allí estaba yo, arrodillado en el suelo, acorralado contra la pared de mi habitación con mi cara hundida entre las nalgas de esa mujer mientras ella estiraba de mis brazos para hundirme todavía más entre sus nalgas. Yo gritaba de dolor pero los sonidos eran ahogados, sólo yo los oía. Ella gozaba, notaba su húmedo sexo entre sus cortos pantalones y yo no podía respirar, estaba siendo estrangulado por el culo de una negra y no podía hacer nada. Así estuve varios minutos, oyéndola gemir y gozar de placer hasta que perdí el conocimiento y me desmayé entre sus piernas.

Sara 1 - Último Día



La última en salir.

Marc , trabaja en un pequeño gimnasio en la periferia de la ciudad. Trabaja desde hace relativamente poco y lo hace para así poder ganar dinero para sus estudios. Hoy es domingo y hay poca gente. Él es el único empleado que hay los domingos ya que hay poco trabajo, sólo se abre la sala de máquinas y se cierra al mediodía.

Ya llega la hora de cerrar y Marc indica por megafonía que el gimnasio cerrará en breve. Lentamente ve desfilar a la gente que ha acudido al gimnasio y que se va marchando. Al ver que ya no sale nadie más, cierra la puerta del gimnasio con llave y da una vuelta por las instalaciones para asegurarse de que no queda nadie, ante su sorpresa, ve a una mujer haciendo pesas en la sala; sóla y distraída. -Oye! ya hemos cerrado.- dice él mirando fijamente a la mujer. Ella le mira sin dejar de trabajar sus músculos - ¿hemos cerrado? - responde ella sin expresión. - No será: ¿He cerrado? Se que estás sólo- Los ojos de la mujer escrutan fríamente a Marc mientras la pesa sube y baja.

Marc se queda congelado, esa no es la respuesta que esperaba, la mujer debía irse. No pudo evitar mirar los brazos de la mujer, brillantes a causa de una fina capa de sudor, eran grandes y se notaban muy duros. Ella era toda grande y fuerte, y lo era de verdad, pensó Marc al ver que la pesa que la mujer hacía subir y bajar sin descanso estaba muy cargada. En otra circunstancia tal vez sería más agresivo pero se sentía intimidado, "Se que estás sólo" la frase se repetía una y otra vez en la mente de Marc.

Respiró hondo -Debes irte- indico Marc con un tono más suave. -Estoy ocupada.- en sus ojos, Marc pudo ver una chispa de odio. Ahora ella lo miraba con deseo mientras seguía contrayendo sus músculos, pero no un deseo amistoso, sino más bien con la mirada de un tigre que ha encontrado a su presa.

Marc se preparó para volver a intentarlo, esta vez decidió usar un tono más fuerte y enérgico -¡No puedes quedarte aquí! Tengo que cerrar- gritó Marc. Ahora la pesa se detuvo y un escalofrío recorrió la espalda de Marc cuando vió los ojos de la mujer, llenos de rabia, mirándolo, estudiándolo. -¡Me iré cuando me de la gana!- gritó la mujer.

Marc se sintió incómodo, tuvo miedo de la mujer que lo miraba con deseo depredador y se marchó de la sala pensando en lo que ella le había dicho "Se que estás sólo", la frase se repetía en la mente del chico mientras se dirigía a su silla en el recibidor del local. Pensó en llamar a su compañero David. Sabía que no podría usar la fuerza con ella, en su mente las imágenes de los músculos rodeados de venas de la mujer flexionando una y otra vez le inundaban la cabeza. Decidió pedir refuerzos, tenía miedo de esa mujer, el ruido de las pesas en el otro extremo le ponía nervioso.

Pensó en lo que diría al llamar a su compañero de trabajo, le explicaría que no se podía ir del Gimnasio porqué una loca no le dejaba marchar hasta que finalizara sus ejercicios. Que viniera a ayudarle. Sabia que David se reiría de él al pedirle ayuda para sacer a una mujer del gimnasio pero lo daba igual. Cogió el teléfono decidido, se sentía muy asustado. Esperó el tono de llamada y acto seguido empezó a marcar los números, se dió cuenta que le costaba pulsar las teclas, estaba nervioso y las manos le temblaban.

Finalmente consiguió marcar el número de teléfono. Se oyó un pitido seguido de un pequeño chasquido. El teléfono empezó a dar tono. Marc se sintió aliviado, cada vez tenía más miedo y se sentía más inseguro. Ya no oía el ruido de las máquinas, no sabía cuanto tiempo hacía que no había ruido. Al otro lado de la línea alguien descolgó el teléfono. -¿David?- preguntó con voz baja -Dime Marc- respondió una voz al otro lado del aparato. -Necesito que vengas al gimnasio, tengo un problema- David notó en la voz que estaba asustado. -¿Que ocurre?- preguntó la voz en el otro lado del teléfono. -Hay una mujer que no quiere salir, sigue haciendo ejercicios y es demasiado fuerte para mi... me da miedo- respondió él.
Se hizo el silencio, Marc esperaba oír las carcajadas de David al pedirle ayuda para sacar a una mujer, pero fué distinto. -No puedo ayudarte- contestó serio David -por tu bien, haz todo lo que ella te diga, yo también le tengo miedo.-. Un chasquido indicó el fin de la conversación. David había colgado.

Él no entendía lo que ocurría, La voz de su compañero había cambiado radicalmente tras indicarle que una mujer fuerte se había quedado exercitando sus músculos, parecía que David ya conocía la situación. El miedo creció en su interior y decidió salir del gimnasio y así sentirse más seguro. Se giró para dirigirse a la salida, pero algo se lo impedía.

La mujer estaba de pié, totalmente desnuda y brillante a causa del sudor que empapaba su piel. Ella lo miraba con aire dominante y superior. -¿Qué haces?¿Estás loca?- consiguío balbucear Marc asustado. Ella lo miraba sin moverse, una pequeña sonrisa apareció en sus labios, una sonrisa que la hizo todavía más perversa.

Marc sufrió un calambre al ver la sonrisa en la tez de la mujer. El teléfono golpeó el suelo, las manos, los brazos, las piernas... todo el cuerpo de Marc estaba templando a causa del miedo, aunque eso no era miedo, era terror.

La mujer avanzó lentamente con paso seguro, entonces Marc se percató de que no estaba completamente desnuda. Iba sobre unos zapatos de tacón alto. El brillo de su piel húmeda marcaba todos sus músculos. Tenía unos pechos enormes y parecía estar excitada, ya que los pezones estaban duros y grandes. Comprímia los músculos de su cuerpo mostrando enormes masas de músculos brillantes. Se notaba que estaba dura como una piedra ya que las venas salían a relucir sobre cada músculo que la mujer tensaba con aire de superioridad mientras Marc, el recepcionista, míraba atónito, paralizado y muerto de terror aquellos, fuertes brazos, tronco, piernas e incluso culo, contra los que él no podría hacer nada, estaba sólo ante una masa de increibles músculos y enormes pechos desafiantes.

Congelado, vió como la mujer se le acercaba lentamente exhibiendo su poder y fuerza. Ella disfrutaba, disfrutaba mucho con la escena. Le encantaba ver al "hombre" congelado, aterrorizado frente a ella. Indefenso y bajo su control. Haría pagar a ese chaval haberla molestado en sus ejercicios. Quería humillarlo, ultrajarlo, violarlo, golpearlo y hacerle muchísimo daño. La simple idea la hizo excitarse. Iba a pasar una gran noche, lo había planeado todo con antelación, conocía el funcionamiento del gimnasio y sabía que el indefenso y débil recepcionista cerraba sólo los domingos. Ella estaba feliz, la idea de tener dominado a Marc bajo su voluntad la excitaba. El otro chico ya era demasiado sumiso, ya no disfrutaba tanto con él. Quería un nuevo juguete.

-¡Arrodíllate!- ordenó la mujer al congelado recepcionista. Marc estudió su situación, sólo había una salida y ella estaba en medio. Era imposible salir evitando a la mujer, además la puerta estaba cerrada con llave y no tendría tiempo a escapar. Tenía miedo pero quiso no aparentarlo, respiró hondo y contestó que no, que ella debía irse ya que él tenía que cerrar. Consiguió usar un tono normal y casi creíble, pero el resto de su cuerpo le delataba, seguía temblando por el terror, pero tenía la esperanza, que la mujer no lo viese tan indefenso y lo dejara ir.

Una tremenda bofetada cruzó la cara del chico, las gafas le salieron volando. Instintivamente lanzó un puñetazo que se estrelló sobre el torso desnudo de la mujer. Fué como golpear a una pared. -¡Estúpido gusano! Nunca más me toques.- replicó ella.
Marc no pudo reaccionar. El puño de la mujer se hundió en la tripa del recepcionista sin que él lo viera llegar, el golpe fué muy fuerte, tanto que él notó como los piés se levantaban del suelo. Cayó de rodillas, con las manos en la barriga y sin poder respirar. -La próxima vez que te ordene algo, hazlo sin dudar.- dijo ella con tono amenazante. -Ahora arrástrate hacia mi- ordenó la mujer. Marc seguía con problemas para respirar, quería hacer caso a la mujer, pero el dolor y el miedo le tenían paralizado. Intentó moverse pero no pudo. Notó como las lágrimas corrían por sus mejillas. Lloraba y temblaba sin parar. -No me hagas daño por favor- dijo entre llantos.

La visión del chico doblado en el suelo, humillado y llorando la hizo excitarse todavía más. -¿Que pasa nene? ¿tienes miedo? ¿Quieres llorar en los pechos de tu mama?- Marc la miró asustado. Tenía miedo. -Arrástrate hacia mi si no quieres tener más razones para llorar- ordenó ella de nuevo.

Marc consiguió tranquilizarse, no quería tener más razones para llorar. Ahora sabía que ella tenía la sartén por el mango, que la mujer usaría la violencia y que era muchísimo más fuerte que él. Empezó a gatear lentamente, acercándose a los pies de ella, que lo miraba con las manos en las caderas y aire de superioridad. -Besa mis zapatos- ordenó a Marc cuando llegó hasta ella. Él ni se lo pensó, rápidamente empezó a besar los zapatos mientras oía las carcajadas de la mujer. -Con la lengua- indicó ella. Marc, sumiso, hizo caso y lamió los zapatos. -Métete la punta en la boca.- inmediatamente Marc lo hizo y chupó, chupó y lamió como si le fuera la vida. Oía las risas y carcajadas de la mujer, eso lo tranquilizaba. mientras estuviera contenta no le pegaría... o eso creía.

-Muy bien muñeco. Ahora levantate- Ella levantó sus brazos y los flexionó con fuerza. Los bíceps de la mujer crecieron y se endurecieron, seguían brillando a causa del sudor y las venas marcadas informaban de la dureza de sus músculos. -Ahora besa y chupa mis brazos- ordenó agresivamente la mujer. Marc no dudó y empezó a besar y chupar el bícep de la mujer. Ella apretaba sus brazos y cuerpo contra él. Obligándole a no dejar de chupar y besar su piel. Marc se sintió agobiado, no podía respirar bien ya que los enormes brazos, pechos y músculos se apretaban contra su cara. Intentó apartar un poco a la mujer empujando con sus brazos para sentirse más cómodo y así poder respirar bien. Un fuerte rodillazo entre sus piernas lo volvió a dejar doblado de dolor. -¡No vuelvas a tocarme!- gritó la mujer con rabia en los ojos. -Haz sólo lo que te diga, no vuelvas a tocarme si no te lo ordeno gusano.- Sus ojos brillaban de rabia. -La próxima vez te rompo el brazo- agregó rabiosa.

-Levántate y sigue- ordenó de nuevo la mujer enfadada. El dolor que sentía Marc impedía que se levantara, necesitaba un poco más de tiempo. De repente una patada en el costado lo tumbó en el suelo. No podía respirar. -¡Levántate!- gritó ella con rabia. Él todavía intentaba recuperar el aire y las fuerzas para levantarse, pero otra rodilla se hundió en su costado, la mujer lo pateaba en el suelo mientras repetía "Levántate" una y otra vez.

Entre patadas y rodillazos consiguió levantarse. El dolor en uno de sus costados era tremendo, y no podía mover bien el brazo. Sabía que le había roto algo, seguramente alguna costilla o varias. Ella volvió a flexionar sus brazos, a endurecer sus músculos y a apretar su cuerpo macizo contra el débil y joven recepcionista. -Chupa- ordeno de nuevo mientras acercaba sus biceps y pechos a la cara de Marc. Él chupó y besó con energía, cruzó sus manos en la espalda, ignorando los pinchazos de dolor de sus costillas, para así evitar volver a tocarla, las punzadas de dolor en el costada se repetían pero él sabía que debía continuar o sino ella lo volvería a golpear. Marc besaba y chupaba cada milímetro de piel que ella presentaba frente a sus labios. Iba cambiando de posición para acercarle un pecho, el bícep, otro pecho, el hombro, las axilas los tríceps... Marc se ahogaba entre las grandes masas de carne que se movían frente a él, pero esta vez sabía que no debía apartarlas. Debía aguantar, cruzar las manos en su espalda y seguir chupando y besando con ánimo.

-Perfecto- agregó la mujer mientras él besaba y chupaba su pezón. -Ahora arrodillate de nuevo y lame mis piernas- Marc se arrodilló y empezó a lamer el muslo de la mujer. -Sube más- indicó ella mientras se tocaba el pelo, -más adentro- indicó. Marc se dió cuenta que lo estaba llevando entre sus piernas. -Sigue subiendo por el muslo- Marc hacía caso a todas las órdenes que recibía. Ella levantó una de las piernas y la pasó por el hombro y espaldas del chico. Él quedó arrodillado en el suelo, prisionero entre las brillantes y poderosas piernas femeninas mientras seguía chupando el interior del muslo. -Sube más- El muslo se acababa y Marc notó el húmedo contacto del sexo femenino en su nariz. Ella dejó ir un suspiro de placer al notar la nariz de Marc rozarle su parte más íntima.

-¡Límpiame bien el coño con tu lengua!- dijo entre sonrisas la mujer, que se sentía realmente excitada al tener al "hombre" entre sus poderosas piernas. Esta vez Marc dudó un par de segundos antes de hundir la cara entre las piernas duras y musculosas que lo rodeaban con fuerza. Metió la lengua y la nariz en la parte más húmeda y caliente mientras unos gemidos de placer escapaban por la garganta de su dominadora. -¡Oh si!- oía repetir -Sigue, no pares- Marc notó como la presión iba aumentando y como los músculos de las piernas cada vez eran más duros y cercanos, podía sentir el palpitar de las venas, se sentía exprimido, ella lo tenía prisionero entre sus piernas, su cabeza estaba siendo fuertemente presionada y notó toda su cara húmeda y hundida en el sexo de la mujer. Ella empezó a mover las caderas y pelvis, estaba usando la cara de Marc para gozar frotándose con su lengua y su nariz. Él volvió a tener la sensación de ahogo. No podía respirar, su nariz, lengua y boca estaban dentro de ella. Notaba fluidos calientes resbalar por su rostro. La mujer apretaba con fuerza y disfrutaba gemiendo y tocándose mientras hundía el rostro del chico entre sus piernas. Ella gozaba, Marc sabía que la mujer estaba teniendo orgasmos, él los notaba resbalar por su cara y como se le llenaba la boca de líquidos que debía tragar para poder intentar respirar. La presión aumentaba, lo estaba aplastando entre sus piernas. Le dolía la nariz y se ahogaba, perdió la visión poco a poco y finalmente se desmayó entre los gemidos de placer lanzados por su dominadora.

Poco a poco recuperó la conciencicia, los ojos se fueron adaptando poco a poco a la luz, pero algo le molestaba, desorientado miró a su alrededor y notó agua, él estaba mojado y ¿llovía?, poco a poco los colores y formas empezaron a tomar nitidez intentó incorporarse pero un pinchazo de dolor en las costillas le hizo recordar dónde estaba. Ahora mismo estaba en las duchas, tirado en el suelo con la ducha escupiendo agua sobre él. Recordó a la mujer que le había echo eso. Una luz de esperanza apareció en sus ojos, tal vez la mujer asustada al verlo inconsciente se hubiera marchado dejándolo en la ducha para que recuperara la conciencia, pero antes de poder disfrutar de la idea de ser libre. Un ruido metálico lo hundió de nuevo en la depresión.

Oía claramente el ruido metálico de las pesas al golperase entre ellas. Alguien estaba en la sala de máquinas ejercitando el cuerpo y sabía perfectamente quién era aunque no quisiera que fuera cierto. Deseó que todo fuera una pesadilla pero era demasiado real, el dolor de sus costillas era muy real. Decidió escapar.

Se incorporó lentamente intentando no hacer ruido y sabiendo que el ruido del agua en la ducha era un buen cómplice para su huida. Ahora él disponía del factor sorpresa. Podría escaparse y dejar a la gorila psicópata encerrada en el gimnasio para volver luego con la policía y detenerla. Aunque de momento lo único que quería era alejarse y esconderse.

Descalzo, avanzó sigilosamente por el corredor que lleva a la salida. Escuchaba atento para controlar el ruido de las pesas y así tener controlados los movimientos de su agresora. Era un recorrido sencillo y bastante corto. Al llegar a la recepción y ver que las llaves no estaban en la puerta, se paralizó y llenó de terror. Ella tenía las llaves, habría cerrado la puerta llevándose las llaves consigo. Sabía que eso era lo que había ocurrido pero, estaba tan cerca de la salida, que no pudo evitar intentar salir. Cogió la maneta de la puerta y, tras coger aire, tiró con fuerza.

Sara ejercita los bíceps. Le encanta ejercitar sus bíceps y sentirlos fuertes y poderosos. Le gustaba tanto su potente y exagerado cuerpo que sólo imaginando lo que podía hacer gracias a su enorme fuerza la excitaba, pero no siempre fué así. Estaba distraida, recordando su pasado mientras sus músculos iban potenciándose.

De pequeña, nunca tuvo suerte con los chicos. Era una chica con los musculos muy marcados y con pocos o ningún atributo de mujer. Intentó ponerse guapa maquillándose y eligiendo bonitas prendas de vestir pero los chicos seguían riéndose de ella. Odiaba a los chicos, no conseguía que se le acercaran. "Marimacho" la llamaban entre risas e insultos, también mono y orangután. Era una chica de constitución fuerte y por más femenina que intentaba ser, no podía esconder sus fuertes extremidades y sus inexistentes curvas, que eran la causa de su depresión.

Recuerda bien el día en el que la llamaron marimacho por última vez. Recuerda bien las caras de terror, la sangre y los gritos de pánico que lanzaban los chicos cuando, loca de rabia, se lanzó sobre ellos sacudiendo puñetazos y patadas. No quería oír ni un insulto más, ella quería poder besar y que los chicos la besaran y acariciaran, pero no lo conseguía. Golpeaba con una fuerza llena de rabia. Los chicos que estaban allí sangraban por los golpes recibidos y lloraban pidiendo perdón. Sara golpeaba con fuerza y por primera vez disfrutó, gozó al notar su fuerza, al ver a los chicos indefensos y asustados arrodillarse y pedir clemencia. Fué entonces cuando descubrió su poder, ¿Para que intentaba ser débil y bonita? cuando podía someter la voluntad de cualquiera de ellos a la fuerza. A partir de ese día Sara empezó a entrenar y hacerse cada vez más grande y fuerte ya no le importaba que no la vieran atractiva sexualmente, mostraba sus fuertes extremidades con orgullo, era ella quién elegía ahora, era la reina del colegio y todos los chicos debían hacer lo que ella ordenaba sino querían recibir una paliza. Gozaba haciendo daño a los chicos, devolviendo todo el dolor que ella había sentido.

El terror hacia ella era tal que, nadie más, aparte de los chicos y chicas del colegio, sabía nada de lo que ella realizaba. Tenían prohibido "chivarse". Ella había prometido matar a aquel que habriera la boca más de la cuenta. Con los años despertó su deseo sexual y no sólo a esclavizaba y usaba a los chicos, también los violaba y humillaba y eso era lo que más le gustaba.

El ruido alertó a Sara, que despertó de sus recuerdos, Alguien estaba intentando entrar, o salir, del gimnasio. Había estado distraída y no sabía cuánto tiempo llevaba haciendo ejercicio y esperando a que su "muñeco" recobrara el conocimiento. Sabía que no se podía entrar ni salir ya que ella tenía las llaves y había cerrado bien la puerta. Dejó la pesa en el suelo y se dirigió hacia las duchas, el agua seguía corriendo, pero, allí no había nadie. Sara sonrió con maldad al imaginarse al recepcionista nervioso y asustado intentando abrir la puerta con cara de pánico. Rió más al pensar lo que le haría. Sus carcajadas resonaban por toda la sala extendiéndose a lo largo del gimnasio.

-Muñequito...-Gritó Sara sabiendo que él podría oirla y que estaba acorralado en recepción. -Más vale que vengas arrastrándote hacia mi, no me hagas ir a buscarte o será peor- añadió. Marc temblaba de pánico. Había echo una estupidez. Ahora no tenía tiempo y ya no había factor sorpresa, pensó en gritar socorro. Estaba a pocos pasos de la calle, pero el gimnasio estaba situado en una zona industrial y era domingo, asi que, las posibilidades de que alguien pasara por allí eran escasas. Si gritaba, ella lo destrozaría antes de que pudiera parpadear. Tenía pánico a aquella mujer de cuerpo de hierro, todavía le dolía la mano del puñetazo que estrelló en su cuerpo. -Muñequito estúpido... voy a por ti- La voz que surgía del pasillo hizo poner de punta todos los pelos de Marc. -¡No, ya voy!- respondió Marc mientras buscaba algo contundente con lo que golpearla pero no había nada que pudiera ser usado todo era demasiado grande. Tal vez con el jarrón...

Una sombra llamó su atención, era ella, observándolo desde el umbral de la puerta del pasillo. -Al final he tenido que venir a buscarte y eso no me gusta.- Marc no supo que decir, -me has mentido- añadió ella -y eso tampoco me gusta- Marc intentaba tragar saliba pero no podía. - Y también has intentado escapar. Eres un muñeco malo y deberás aprender a respetarme-.

Sara avanzaba lentamente hacia Marc y con un rápido movimiento lo agarró de las pelotas y presionó con fuerza a la vez que tiraba de él hacia ella. Marc gritó pero sólo un leve ruido salió de su boca. El dolor y los calambrazos eran terribles, le estaba estrujando con fuerza su parte más delicada. Sara arqueó la espalda y levantó el pecho para ponerlo a la altura de la cara del "muñeco" -Chupa- ordenó mientras seguía apretando de las pelotas de aquel chico. -Chupa o apretaré más fuerte- agregó con una sonrisa en los labios.

Marc no podía pensar, el dolor era insoportable, intentaba luchar para zafarse del dolor. Notó como ella apretaba más fuerte, -Chupa- ordenó de nuevo mientras acercaba sus pechos a la cara de Marc. Él chupó, olvidó el dolor y aceptó la sumisión, sabía que si no le acabaría destrozando las pelotas y quedaría impotente. La presión cedió, se sintió aliviado pero ella seguía apretando, seguía teniéndolo cojido por los huevos. Era inútil intentar escapar, Chupó y lamió, lamió y siguió chupando y lamiendo el otro pecho, las axilas, bíceps tríceps y todo lo que ella le ponía por delante.

Marc sintió que le apretaba de nuevo fuerte y que con la otra mano lo cogía del cuello. Sintió dolor cuando los pies se separaron del suelo pero no podía gritar. Ella lo llevaba a pulso, con una mano en los huevos y la otra del cuello se dirigía hacia la sala de máquinas. Lo llevaba como quién lleva a un muñeco, como si no pesara nada.

Al llegar a la sala, Sara se vió reflejada en un espejo, llevando al débil recepcionista cojido por los huevos, se vió fuerte y poderosa en comparación con la pobre imágen que daba el chico congelado y con las piernas colgando. Vió sus músculos, en tensión llevando a pulso a Marc. Se gustó y sintió que le excitaba la imágen de dominio que se reflejaba en el espejo. Decidió ir más lejos para excitarse todavía más. Giró 90 grados el cuerpo de su presa quedando paralelo al suelo, como si de una pesa se tratara y empezó a hacer ejercicio usando el cuerpo del chico como pesa. Primero trabajó sus bíceps luego lo levantó sobre su cabeza a pulso hasta que extendió los brazos y lo repitió multitud de veces. Marc sufría, ella no paraba de moverlo y sacudirlo mientras lo tenía agarrado del cuello y las pelotas. Apenas podía respirar y el dolor que tenía era insufrible. Sus gritos se ahogaban bajo la presión que ella ejercía sobre su cuello. Podía ver como ella sonreía cruelmente y gozaba de la situación en la que se veía reflejada.

Tras muchos minutos de "ejercicios" usando el dolorido cuerpo del muchacho, Sara lo levantó sobre su cabeza y lo dejó caer al suelo. -¿Has aprendido ya a ser un muñeco bueno?- Marc se retorcía de dolor pero pudo contestar -si, seré bueno, haré lo que quieras-. Ella sonrió. -Desnúdate- Ordenó. Marc quisó responder, pero un sentimiento de pánico absoluto le hizo reflexionar de las consecuencias de hacer enfadar a esa mujer. Se desnudó, no dudó ni un momento en desnudarse completamente. Sara se acercó lentamente con la mirada dirigida entre sus piernas y exhibiendo media sonrisa -¿Que es eso?- preguntó señalando entre las piernas de Marc y arqueando las cejas. -No quiero ver cositas ridículas y arrugadas, eso lo quiero ver firmes ¡ya!- Marc quería hacer todo lo que ella le dijera pero... tenía los huevos hinchados y esa mujer musculosa y con las venas marcadas que le golpeaba y lo usaba como un muñeco no haría que se pusiera firmes. -No puedo- Balbuceó Marc. -Tú mismo- respondió ella entre sonrisas - tendré que usar tu cara entonces. Tienes una nariz muy larga ¿sabes?, de momento me iré follando tu cara-.

Arrastró al chico por el pelo, dejándolo boca arriba y rápida como una gata, inmovilizó a su presa rodeándola entre sus piernas y brazos, restregando su cuerpo con el del chico y situando estrategicamente sus piernas para obtener el máximo control sobre su muñeco. Marc notó como quedaba inmovilizado y presionado bajo la mujer. Notó de nuevo como la punta de su nariz se introducía entre las paredes internas de la mujer. Sintió como poco a poco iba siendo absorvido por la mujer. El agujero parecía dilatarse cada vez era más grande y cada vez tenía más miedo. Ella gozaba y disfrutaba estrujando, presionando y apretando el cuerpo del muñeco contra el suyo y notar como sufría bajo su poder. Sus movimientos eran de compresión, estudiados para permitirle el máximo gozo y la mayor de las pesadillas para su presa, sintiéndose ésta totalmente inmobilizada y sufriendo acompasados apretones contra sus poderosos músculos. Le encantaba estrujar a sus presas contra ella y aplastarlas contra sus músculos, coño y pechos.

Marc no podía moverse, no veía nada. Casi no podía respirar, los fluidos calientes resbalaban por la piel de su cara, notaba espasmos a su alrededor que lo comprimían dolorosamente mientras su cabeza era empujada con fuerza una y otra vez dentro de la mujer.

Tenía que liberarse de ese sufrimiento, tal vez fuese mejor... poner firmes a su muñequito. Empezo a lamer el coño de la mujer, con ganas y disfrutando de la idea de que era su compañera de piso, que estaba muy buena. Poco a poco va disfrutando con su sueño y poniendo firmes al soldadito. Le duelen los huevos pero tiene que hacerlo.

Sara vió como la polla de su muñeco se va poniendo firmes y se alegra con la visión, quiere follárselo, poseerlo y hacerlo suyo, su juguete, su muñeco. Libera al chico de la presión y se levanta, levantando al chico con ella, sosteniéndolo entre sus brazos y besándolo agresiva y apasionadamente, sin cariño ni suavidad. Se dirigue a una banqueta y deja al chico allí estirado, colocándose ella con las piernas abiertas sobre el chico, introduce lentamente el miembro del recepcionista en su húmedo agujero del placer, mientras, una explosión orgásmica la hace gemir y gozar. No había ninguna sensación mejor para ella que la que sentía al dominar, violar, follar, humillar, golpear. y con ese chico lo había echo ya todo, quería follárselo de manera agresiva y destrozarlo entre sus piernas. Quería verlo gritar de terror y retorcerse de dolor.

Marc notaba como Sara se lo follaba. La mujer se movía con fuerza y se sentía aplastado bajo el poder de sus muslos. Le dolían los huevos, el culo de la mujer golpeaba contra sus pelotas al bajar, pero tenía que aguantar, sabía que si no dejaba que esa mujer lo usara como un muñeco le dolerían más a causa de sus golpes.

Marc pensó en Sabrina, su compañera de piso para mantenerse así excitado. Imaginaba su cuerpo desnudo, despertándolo mientras le chupaba la polla, imaginaba lo que podía, intentando escapar de la realidad, intentando mantenerse "firmes" y lo conseguía, en su imaginación su compañera de piso seguía chupando y lamiendo su polla mientras acariciaba sus pelotas. Él estaba disfrutando, disfrutaba tanto que sintió como empezaba a correrse y gozó, sus gemidos de placer alertaron a Sara de lo que estaba sucediendo: su esclavo se estaba corriendo y disfrutaba, su esclavo sentía placer, pero sabía que duraría poco, Sara sacó la dura polla del interior de su coño con rapidez y dejó que los fluidos del muchacho se estrellaran contra el interior de sus muslos y los labios de su coño. Ordeñó al recepcionista, empapando su entrepierna con el semen del muchacho.

La sonrisa perversa en la cara de Sara lo intranquilizó, algo pensaba la mujer con lo que disfrutaba. Algo haría con él, algo que a él no le gustaría. Sara se movió tras acabar de ordeñar al chico, se movió hasta que dejó su coño empapado de semen frente a la cara del chico. -Lame, chupa y traga- ordenó Sara dejando escapar una carcajada. Marc reprimió una arcada, debía hacerle caso, sabía que si no lo hacía lo golpearía brutalmente. Ya le dolía bastante el cuerpo a causa de los golpes recibidos por su agresora, así que sin dudarlo mucho, Marc cerró los ojos, abrió la boca y sacó la lengua. Esta vez no podía pensar en nada que pudiera mejorar la situación. Empezó lamiendo y chupando, fué tragando y limpiando de fluidos la piel de la mujer. Se fué tragando su semen.

Sara disfrutaba, disfrutaba mucho. El recepcionista ya no tenía personalidad, haría todo lo que ella le dijera, era su esclavo, su juguete y disfrutaba tanto usando sus juguetes. Le encantaba reducir a los hombres entre sus piernas, reprogramarlos para ella. Ahora Marc le pertenecía y podría hacer con él cualquier cosa. Había acabado con él. lo había echo suyo igual que lo hizo con los anteriores, incluido el compañero de Marc, David.

Sólo faltaba una cosa, quería humillarlo todavía más. Marc vió como ella desaparecía por la puerta y volvía segundos después con un nuevo complemento. Un enorme dildo se balanceaba entre sus piernas. Esa mujer se había puesto una enorme polla de goma y se la metería por el culo, estaba seguro de ello. Primero tuvo miedo y la intención de impedirlo, pero, el miedo y el dolor le hicieron entrar en razón. Debería dejar que la mujer lo poseyera también por detrás, no había alternativa.

-Ponte a cuatro patas, como un perro- ordenó Sara. Marc hizo caso e, ignorando sus dolores, se arrodillo en el suelo y se puso a cuatro patas. Sara acercó su polla de goma a la cara de su muñeco. Los ojos de Marc se abrieron como platos al ver ese enorme trozo de plástico temblar frente a su boca. -Chupa- oyó Marc y así lo hizo, chupó y chupó -Más adentro- ordenó ella, Él tragó y dejó que el plástico fuera bajando por su garganta, -Métetela toda dentro- eso es imposible pensó Marc, pero siguió tragando duro plástico hasta que ya no pudo más. -Muy bien, sigue chupando muñeco.- Él tragaba casi sin poder respirar y retenia las arcadas que le producían la situación. Ella lo agarró de la cabeza e iba introduciendo con fuertes sacudidas su miembro de plástico en el interior de su esclavo. Sacó la polla de goma antes de que Marc se desmayara por falta de oxígeno. No era divertido si él estaba inconsciente.

Dejó que se recuperara unos instantes mientras se dirigía a la parte trasera del cuerpo del chico, se arrodilló y obligó al chico a poner el culo en pompa. Disfrutaba sintiendo el terror del muchacho, tenía la intención de penetrarlo cruelmente, introducir los 30cm. de plástico en el pequeño cuerpecito del recepcionista. Agarró su falso miembro con una mano mientras con la otra separaba las carnes del muchacho. Sara gozó cuando el plástico negro empezó a undirse en el cuerpo de su presa, empujó y empujó con fuerza, sin ninguna suavidad. Debía dejar un recuerdo en el muchacho, con un fuerte golpe la introdujo hasta el final. Marc notó como se le desgarraba el culo, como se abrían heridas internas y externas, sintió morirse cuando fué penetrado por la mujer, fué incapaz de gritar, fué incapaz de luchar. Las carcajadas de la mujer se repetían. Ella introducía con fuerza una y otra vez el enorme falo en su interior. Ella gozaba y disfrutaba de él. Lo penetró fuertemente varios minutos. La sangre resbalaba por los muslos de Marc, su sangre manchó de rojo la polla de goma y eso hizo disfrutar más a Sara, que empezó a penetrarlo más y más fuerte, disfrutando del espectáculo y de su dominio sobre el "hombre".

Ella se apartó y ordenó a Marc que la siguiera a las duchas para limpiarla. Marc sumiso la siguió, casi sin poder andar y la limpió bajo el agua de la ducha, usó las manos, la esponja, la boca, la lengua y todo lo que su dama le ordenaba. Haría cualquier cosa, le tenía miedo, mucho miedo. No quería que lo pegara más ni que lo volviera a enterrar entre sus piernas, le sangraba el culo y había sido totalmente violado. Ahora pertenecía a la mujer y haría todo lo que ella le ordenase.

-No hace falta que te diga que no deberás decir nada de esto- indicó la mujer al chico. -Ahora me perteneces, y vendrás a mi siempre que lo desee. En caso contrario...- Una mueca mezclada de rabia y placer se dibujaron en sus labios. -Morirás lenta y dolorosamente- Los ojos brillaban de excitación, Marc sabía que no mentía, ya le había demostrado lo que podía hacer. Ordenó que la secara y vistiera y así lo hizo él, sin dudarlo ni un minuto. Recogió su ropa y preparó la maleta. Sara se marchó del gimnasio con una malvada sonrisa de satisfacción dibujada en sus labios. Marc no sentía alivio al verla irse, ya que nunca más sería libre, ahora era su esclavo, su juguete, su muñeco.

FIN