miércoles, 24 de octubre de 2012

Olga - "Ménage à trois"



Ser una mujer sensual tiene sus ventajas, ningún hombre se resistía a su imponente físico, su tersa piel y sus exuberantes curvas. Su mirada, fría y ardiente era hipnótica y profunda. Una mirada que te arrancaba el alma y te dejaba sin iniciativa.

Escondía una personalidad fuerte, dominante y agresiva bajo un cuerpo trabajado con horas de gimnasio y una genética envidiable. En ese local, ella era el lobo con piel de oveja y, los hombres sus presas. Ellos, predecibles e inconscientes del peligro que aquella mujer representaba.

Cuando entraba en un local el silencio se apoderaba del lugar y las miradas de asombro se clavaban en su ser. Podía elegir a cualquiera: hombres y mujeres con tan solo chasquear sus dedos. Era demasiado bella e imponente para ser ignorada. Envidiada y deseada, odiada y perseguida Olga disfruta de su posición de dominio. Su cabeza sobresale por encima de la multitud gracias a su gran tamaño.

Vió a los gemelos y le gustó la idea de montárselo con los dos, un “ménage à trois”. Estaban con dos chicas pero no sería ningún problema. Olga clavó su mirada en los hermanos y al final se encontraron. Sin dejar de mirarlos, humedeció sus labios con la lengua antes de morderlo sensualmente. Los hermanos, hipnotizados, se acercaron a Olga y se olvidaron de sus parejas. Ella no pudo evitar reírse al constatar de nuevo su poder y fuerza sexual. Una mirada había bastado para arrancar a aquellos hombres de sus putas. Su cuerpo era como un imán gigante, como una trampa de luz para las moscas.

Su coño se humedecía mientras ellos se acercaban seguros y confiados hacía aquella belleza casi divina. Notó como sus pezones se marcaban contra el tejido de su blusa. No intercambió ninguna palabra, cuando llegaron a su posición los agarró de la nuca y los besó con furia mientras los envolvía con su cuerpo. Notó como sus pollas se endurecían y las apretó contra sus piernas. Siguió comiéndose sus bocas y frotándose contra sus cuerpos hasta que temblaron entre sus brazos y se corrieron, incapaces de contener tanta sensualidad.

Miró a aquellos hombres y sintió un gran placer al imaginar los acontecimientos que iban a presentarse el fin de semana. Eran justo lo que necesitaba. A veces, necesitaba sentirse follada, rellena de pollas grandes, duras y potentes. rellena de leche caliente. Sentir como cuerpos grandes y potentes, musculados y duros la penetraban con fuerza. A veces le gustaba sentir un hombre capaz de follarla, un hombre como ella. Grande y potente, agresivo y dominante pero sólo a veces y, había otras veces en las que ella es la que follaba, ella es el ser grande, duro y musculado al que satisfacer.

Hoy los gemelos serán las putas de Olga, ella lo sabe, sabe que se los follará y dominará, sabe que jugará con ellos sin parar, sabe que se correrán una y otra vez bajo sus órdenes, sabe que sufrirán y llorarán, sabe que lucharán y suplicarán, sabe que intentarán escapar incapaces de satisfacer su hambre sexual, y también sabe que serán suyos todo el fin de semana por mucho que lloren, griten o supliquen... todo eso la excita todavía más.

¿Porqué los hombres son incapaces de ver el peligro cuando éste se presenta en forma de mujer? ¿Qué parte de su minúsculo cerebro no les permite ver el peligro en un cuerpo como el de Olga? ¿Porqué un hombre de 1,70m. y 60 kilos de peso no se siente amenazado ante una mujer de más de 2 metros de altura, 90 kilos de peso, atlética , musculosa y decidida? Olga no tenía respuesta a esas preguntas pero le gustaba que los hombres fueran así de “ciegos”. Era más fácil para ella atraerlos a sus redes y poseerlos, romperlos y usarlos para alimentar su sadismo y necesidades sexuales.

Olga rodeó con sus brazos a los gemelos y los apretó contra su cuerpo. Sus pezones se endurecieron al notar las cabezas de los hombres prietas contra sus tetas. Salió del local con un hombre debajo de cada brazo, sus pezones seguían duros y su coño húmedo.

Dirigió sus pasos a un hotel cercano y, a los pocos minutos entraba en la habitación con sus dos “hombres” todavía agarrados a sus costados. Sus pezones se endurecían a cada paso y los hermanos, excitados ante la expectativa que se presentaba no veían como el lobo los llevaba al matadero.

La puerta se cerró, dejando a los 3 sólos en la habitación. Olga sonrió y aumentó la fuerza de sus brazos. Sus músculos se endurecieron y los bíceps crecieron alrededor del cuello de los gemelos. Los hermanos notaron como aquellos brazos se cerraban alrededor de su cuello. Se impresionaron al notar la fuerza y dureza con la que sus cuellos eran aplastados. Intentaron, sin éxito, abrir aquellos brazos que les impedían respirar. Sus incrédulos dedos descubrieron unos músculos mucho más grandes, duros y definidos de lo que esperaban. Olga disfrutaba y sonreía mientras les robaba el aire.

Aumentó su presión, clavando sus bíceps en la débil piel de los hermanos mientras los notaba retorcerse inútilmente. Estiró su cuerpo y tensó sus músculos, los pies de los hombres se separaron del suelo y empezaron a moverse frenéticamente mientras intentaban liberarse de aquella presión que los impedía respirar. Intentaron liberarse, gritar, golpear y apartarse de aquella agonía pero, sus esfuerzos eran insignificantes al lado de la poderosa amazona.

Ella los apretó con más fuerza contra su cuerpo. Los mantuvo así, extrangulados hasta que, inconscientes, dejaron de moverse. Otro orgasmo recorrió su cuerpo y notó como sus pezones luchaban por cortar la tela que los oprimía. Relajó sus músculos y liberó a los dos hermanos que cayeron al suelo como dos sacos de patatas.

Se sirvió una bebida, encendió un cigarro y se sentó en la cama, observando a los 2 cuerpos mezclados en el suelo. Dejó que sus dedos se perdieran entre sus piernas mientras se masturbaba imaginando lo que haría con ellos. Eran pequeños, blanditos y débiles como niñas pero tenían un cuerpo de jóven adolescente que la ponía a cien.

Los hermanos recuperaron la conciencia casi a la vez segundos después que Olga se llevara a si misma al orgasmo. Miraron a su alrededor extrañados y se quedaron congelados al ver a aquella mujer mirarlos fijamente desde la cama. Antes de poder abrir la boca. Olga les ordenó de manera seca y autoritaria que se desnudaran.

Daniel y David (nombre de los gemelos) se mostraron indignados y enfadados. Se levantaron y entre insultos e improperios se marcharon de aquella habitación o, al menos eso intentaron ya que, la puerta no se abría. Estaba cerrada con llave.

Daniel (o David) se dirigió a la mujer y la amenazó con usar la fuerza y la violencia si no les abría la puerta y los dejaba marchar. Agregó que iban a denunciarla a la policía.

Olga se levantó de la cama y la garganta de los gemelos se secó de repente al recordar de nuevo lo grande que aquella mujer era. Los hermanos parecían niños al comparar sus tamaños. Olga se acercó lentamente a los enfadados muchachos y, sin mediar palabra, empezó a abofetearlos, golpearlos y patearlos durante un buen rato por toda la habitación. Los hermanos no podían hacer nada para defenderse de aquella fuerza superior.

-¡Desnudaos!- ordenó de nuevo la mujer autoritaria y, esta vez los dos hombres acataron la orden sin rechistar. Aquella mujer acababa de darles una paliza casi sin querer y ellos no habían podido hacer nada para evitarlo. Su físico era muy superior. Los hermanos ya no veían a aquella mujer como una montaña de tetas y culo extremadamente sensual, ahora la veían como una montaña de músculos y fuerza extremadamente peligrosa.

Olga se acercó a ellos mientras retrocedían asustados. Ella notaba como sus pezones se endurecían de nuevo al leer el miedo en aquellos “hombres”. Los gemelos retrocedieron hasta que una pared les impidió seguir huyendo de la amazona.

La mujer se detuvo a pocos centímetros de los hermanos con las manos apoyadas en su cadera y los miró. Temblaban acorralados contra la pared mientras observaban como los pezones de aquella mujer (situados directamente frente a sus ojos) se endurecían y marcaban contra la tela de la blusa. Aquella mujer estaba exitada, no había duda.

La mujer los obligó a desnudarla lentamente, con algunas prendas; Olga los obligó a humillarse todavía más. Daniel (o tal vez David) tuvo que arrodillarse entre sus piernas y sacarle las bragas con la boca mientras su hermano le besaba los pies.

Olga aplastó a los hombres contra la pared usando su peso y los obligó a lamer y chupar sus pezones. Castigó sus cuerpos cada vez que uno de ellos la tocaba con sus manos. Sólo podían tocar lo que ella ordenara cuando ella lo ordenara. A ambos les quedó claro el mensaje y no volvieron a colocar sus manos sobre la piel de aquella mujer.

Apretó sus muslos entre sus piernas, frotando su sexo mientras ellos seguían chupando y lamiendo sus tetas tal y como ella había ordenado. Notó como las pollas se endurecían y se corrió al sentir como sus pollas escupían semen blanco y caliente sobre sus muslos.

Los obligó a arrodillarse frente a su ser y les ordenó que usaran su lengua para limpiar su muslo y tragar su semen. Ellos se rebelaron y ella tuvo que utilizar de nuevo la fuerza para someterlos. Golpeó aquellos cuerpos débiles y patéticos que lloraban y suplicaban perdón como niños mimados hasta que acataron la orden y, sumisos, se tiraron a sus pies con la intención de chupar y lamer cada centímetro de su piel si así lo deseaba.

Los hermanos chuparon su piel y tragaron su semen mientras la mujer los observaba con soberbia y hundía los dedos en su húmedo sexo. Los obligó a continuar chupando y lamiendo todo su cuerpo mientras ella disfrutaba viéndolos llorar y temblar entre sus piernas inundados por el terror que su presencia les provocaba.

Su coño ardía en deseo así que los montó, colocó a David (o Daniel) en el suelo y se colocó sobre él, introduciendo su pollita en su generoso órgano sexual y obligó al hermano a situarse detrás de ello y penetrarla por detrás. Quería sentirse llena de pollas pero, aquellos hombres eran demasiado poco hombres y, aquellas pollas no eran lo suficientemente duras para penetrarla. Se doblaban y retorcían, incapaces de superar la dureza de su sexo.

Los hombres lloraban y suplicaban mientras sus pollas eran aplastadas, dobladas y presionadas entre las piernas de aquella mujer. Era demasiado mujer para aquellos hombres. Demasiado dura, potente y grande para aquellas pollas blanditas y pequeñas. Notó como las pollas se asustaban y encojían incapaces de penetrarla, aquello no iba a funcionar.

Fustrada y enfadada castigó el cuerpo de aquellos hombres retorciéndolos dolorosamente contra su cuerpo. Ellos lloraban y gritaban mientras sus huesos crujían y se partían incapaces de soportar la terrible presión que los titánicos músculos de la amazona podían generar sobre sus débiles cuerpos.

Decidida a disfrutar, se abrió de piernas y ordenó a uno de ellos (da igual quién, eran iguales) a hundir su cabeza y lamer su coño. Lo rodeó con sus piernas y lo apretó contra su sexo. Al otro lo presentó frente a su cara y se comió su polla. Ahora si, ahora gozaba. Podía notar como su coño se deshacía de placer al frotarlo contra la cara de aquel hombre mientras saboreaba la polla de su hermano.

Los dos hermanos estaban totalmente indefensos en manos de aquella cruel amazona. David tenía graves problemas para respirar y notaba como su cabeza era aplastada dolorosamente contra su hambriento sexo. Los muslos que rodeaban su cabeza eran grandes como su torso y duros como el acero. No tenía ninguna oportunidad de liberarse así que, chupaba y lamía, moviendo su lengua frenéticamente para mantener contenta a su captiva.

Daniel no estaba en mejor posición. Aquella mujer lo tenía inmovilizado e indefenso mientras se comía su polla con ansia y agresividad. Rodeaba su torso con uno de sus brazos, manteniendo sus brazos inmóviles en sus costados mientras, con el otro brazo lo agarraba de las piernas y lo mantenía totalmente controlado.

El tiempo pasaba lento y los dos hombres sufrían impotentes las agresiones sexuales de aquella mujer. David notó como el ritmo aumentó y como aquellos muslos se cerraban cada vez más alrededor de su cabeza, hundiendo su cara dolorosamente contra aquel, cada vez más dilatado, coño. Olga tembló y David tragó sus orgasmos, y gritó al notar como aquellas piernas se cerraban con más fuerza y hundían su cara entre las húmedas paredes de su sexo.

Daniel explotó en su boca y Olga saboreó hasta la última gota de semen. Su experimentada lengua no dejó que aquella pollita se arrugara y continuó chupando aquella polla ignorando las quejas y sollozos del hombre. Siguió chupando la polla de Daniel y apretando la cara David contra su coño con furia mientras los orgasmos recorrían su cuerpo.

Daniel volvió a correrse una y otra vez en la boca de aquella mujer que lo ordeñaba hasta la última gota. Olga gozaba perdida en un mar de placer. Notaba los cuerpos de aquellos hombres retorcerse indefensos bajo su poder. Sometidos a sus perversiones mientras los exprimía con sus músculos. Se corrió de nuevo al notar las lágrimas de aquellos hombres deslizarse por su piel.

La polla que tenía en su boca ya no se ponía dura. Necesitaba otra polla fresca. Intercambió las posiciones de los gemelos y colocó a Daniel entre sus piernas mientras chupaba la polla de su hermano. Daniel sintió terror al notar como las piernas se cerraban dolorosamente alrededor de su cabeza y su cara era aplastada contra aquel signo de feminidad.

Olga disfrutó al notar de nuevo una polla válida en su boca. Chupó y tragó de nuevo mientras sus caderas se movían frenéticamente frotando la cara del hombre agresivamente contra su ardiente coño. Disfrutó de generosos orgasmos hasta que aquella polla se convirtió en un pellejo inútil (igual que su hermano).

Volvió a intercambiarlos y así lo hizo, una y otra vez, corriéndose en sus caras mientras les gastaba la polla. Tras varias horas de agresión sexual aquellas pollas ya no crecían. Había sido tanto el abuso que las pollas sangraban, abusadas.

Olga necesitaba otro orgasmo. Colocó la cabeza de los dos gemelos entre sus piernas, uno directamente frente a su insaciable órgano sexual y, el otro, apretado contra su culo. Se frotó contra sus caras, usándolas como dildos y no se detuvo hasta que se corrió salvajemente sobre las caras de sus víctimas.

Olga disfrutó durante un rato de los orgasmos que recorrían su piel y, finalmente se puso de pie y miró a los 2 hermanos que se revolvían a sus pies semi-inconscientes. Sus pollas estaban irritadas y llenas de heridas. Ambos tenían la nariz deformada y sangraban. Uno de ellos tenía una expresión rara. Olga le había partido la mandíbula entre orgasmos.

Aquellos hombres tenían muy mala pinta y sólo había pasado un día. Era imposible que le duraran todo el fin de semana. Olga se enfadó, esos hombres le tenían que durar algo más y ya estaban destrozados. Debía abandonar sus planes y cancelar la diversión para este fin de semana.

Patéticos hombrecillos de mierda, pensó. Sentía como su coño despertaba de nuevo, hambriento de sexo y allí solo habían dos sacos de carne incapaces de darle placer. Tenía que castigarlos. Estaba enfadada y lo tenía que pagar con ellos.

Cogió a Daniel y lo colocó en la cama boca abajo. Luego colocó a su hermano encima, también boca abajo y los abrió bien de las piernas. Una sonrisa cruel se dibujó en su cara al ver aquellos culitos vírgenes: SIII, eso iba a hacer, iba a penetrarlos. La máxima humillación que un hombre puede tener.

Olga abrió el bolso y allí estaba, su “pequeño” compañero de diversión. Solo lo utilizaba con mujeres pero, hoy haría una excepción. Se colocó correctamente el strap-on dildo y sintió como sus pezones se endurecían ante la expectativa.

Sin miramientos, caricias ni dulzura, Olga hundió su polla de goma en aquellos cuerpos y los desvirgó. No paro hasta que se corrió una y otra vez y, finalmente, se sintió saciada (por hoy).

Obligó a que los hermanos chuparan y limpiaran el dildo antes de guardarlo y desaparecer de la habitación.

Los hermanos fueron encontrados el día después por el servicio de limpieza del hotel y fueron ingresados rápidamente en un hospital, donde estuvieron ingresados 2 semanas antes de poder volver a casa llenos de heridas y traumas que nunca cerrarían.