miércoles, 4 de marzo de 2009

Una Chica peleona

Mi nombre es Kira y soy luchadora, tengo multitud de títulos en distintas categorías y técnicas. Practico multitud de artes marciales, me encanta sentirme poderosa y superior, sobretodo me encantan las luchas mixtas, en las que puedo patear, golpear, aplastar y humillar al "sexo fuerte". Incluso me excita esa sensación de dominio al verlos pedir clemencia y compasión mientras los golpeo y lloran como niños.

No me gusta el gimnasio, bueno, mejor decir que no me gusta la gente que va al gimnasio, el deporte en sí me encanta. He probado alternativas cómo por ejemplo hacer deporte en casa o en la calle pero no es lo mismo, necesito disponer de las máquinas existentes en un gimnasio, y tengo que mantener mi cuerpo en una forma física espléndida, lo tengo que hacer si quiero seguir manteniendo mi nivel, así que ignoro las miradas, comentarios e insinuaciones de la gente y realizo mis tareas con la máxima dedicación.

Me encanta mi físico, no tengo un cuerpo que cumpla con los cánones de belleza femenina actuales y no me gustaría tener dicho cuerpo. Prefiero tener fuerza y poder a tener un cuerpo alto, delgado y débil. Mido 1.75 metros, lo que no está mal para una chica y peso 82 Kilos de pura fuerza. Mi pelo es moreno y corto (mejor corto para luchar) y tengo unas buenas extremidades. Mis brazos y piernas son potentes, musculados y compactos. Soy muy conocida y temida en los círculos de lucha en los que me muevo, pero fuera no me conocen.

Como en todos los gimnasios, mi presencia no es ignorada ya que, tanto hombres como mujeres, clavaban su mirada en mi cuerpo en algún momento del día, algunos más tímidos y otros más descarados, algunos con temor y otros impresionados, incluso excitados. Yo los ignoro, hago mi trabajo y me voy.

Empecé a sentirme molesta con una pareja, ellos se pavoneaban por el gimnasio, no trabajaban, no sudaban y sólo molestaban. Lucían orgullosos unos cuerpos formados a base de bisturí, cumpliendo con todos los cánones de belleza actuales, es decir: delgadez extrema, altura de vértigo y cuerpos enfermizamente débiles.

Él se hacía llamar John, incluso su nombre estaba retocado, más tarde descubrí que su nombre real era Juan, pero claro, John es más "fashion". Era un chico guapo, alto y de músculos de plástico, hinchado a base de cócktels energéticos y drogas de caballo. Ella era todavía peor, Ashley era su nombre falso-fashion y Ana el nombre real. Era extremadamente delgada y alta, sus brazos y piernas parecían palitos a punto de romperse y sus pechos, completamente operados, eran grandes como dos melones.

Ellos dos eran pareja y además modelos profesionales. Podía oírlos hablando de mí como críos pequeños. Cuchicheaban acerca de mi cuerpo, mi peinado, mis uñas, el color de mi piel y de mi pelo, la forma de mirar, de andar, etc. Me tenían harta, así que un día decidí darles su merecido y enseñarles qué cuerpo era el mejor. Les gustaba quedarse en el gimnasio hasta el final, luciendo orgullosos sus cuerpos de cirugía y ropa de marca. Así que un día decidí darles su lección.
-¿de que coño os reís?- les pregunté cuando los vi salir. -Nada, nada- contestó él. -Sólo que no entendemos porqué te esfuerzas tanto en ser cada día más fea- agregó entre risas.
-Así nunca encontrarás un hombre guapo para tí- dijo ella, y ambos se rieron de mi otra vez.
-¿Os creéis superiores por tener esos cuerpos de plástico?- les pregunté enfadada. Ellos no respondieron, se miraron y continuaron su camino ignorándome. Ese detalle me enfureció todavía más, así que pasé a la acción. Cogí la muñeca de él al pasar cerca de mi y la retorcí, era una llave sencilla y efectiva. Él no pudo hacer nada para evitar arrodillarse ante mí gritando de dolor mientras yo seguía retorciendo su brazo.

-¿Ahora qué eh? ¿Seguirás riendo? Yo puedo tener lo que quiera y os lo voy a demostrar, voy a gozar con vosotros-

-¡Suéltalo ahora mismo!- gritó la de las tetas operadas, luego me golpeó con el bolso. Rídiculo, muy ridículo.

Con el brazo libre la agarré del pelo y tiré de ella hasta que cayó arrodillada, entonces rodee su cuello con brazo y apreté con fuerza, mi excitación aumentaba al ver a los dos modelos arrodillados frente a mi, incapaces de liberarse, totalmente a mi merced. Aumenté mi presión en ambos brazos, alimentando así su dolor, ella ya no luchaba, parecía inconsciente, él en cambio gritaba y lloraba patéticamente. Entonces los solté.

Cayeron al suelo como dos sacos, ella tosía mientras intentaba volver a llenar sus pulmones de oxígeno, él se retorcía de dolor mientras me insultaba. -Maldita zorra, me has roto el brazo- decía entre ríos de lágrimas.

-No está roto, pero lo puedo romper si sigues insultándome. ¿Quieres que te rompa el brazo?- agregué furiosa.

John me miró con los ojos llenos de lágrimas -No, no me lo rompas- dijo con un tono de clemencia. -Déjanos ir, por favor- agregó entre sollozos.

Yo me sentía muy excitada, y no tenía ganas de finalizar tan rápido con tanto placer, notaba como mi coño se calentaba y humedecía con ese espectáculo, no iba a dejarlos marchar.

-Podréis iros cuando me demostréis vuestra superioridad, ¿acaso no os creéis superiores a mi? Levántate y pelea como un hombre o cogeré a tu novia y la violaré delante de tí hasta que se desmaye de dolor. Yo estoy ansiosa por empezar ¿tú no?-

-Por favor, no nos hagas daño, déjanos ir- empezó a sollozar el macho, arrodillado en el suelo mientras las lágrimas recorrían sus mejillas y su cuerpo temblaba de miedo.

-Pelead por vuestra libertad- les dije mientras me quitaba la ropa innecesaria para el combate. Allí estaban los dos patéticos modelos, frente a mi, temblando de miedo. -¿Quién empieza? eh!- les pregunté cuando me sentí lista.

-Por favor, déjanos ir- suplicó ella entre sollozos. -Podrás irte después de demostrarme todo lo que pueden hacer esos cuerpazos de pasarela. ¿Queréis luchar los dos a la vez? De acuerdo-.

Les tenía mucha rabia y hacía mucho tiempo que esperaba este momento, así que no me reprimí ni un pelo. Mis puños se estrellaron primero contra la cara de Ana, una serie de ganchos y directos entraron sin problemas, ni tan sólo se sabía defender. Su cuerpo se balanceaba por la fuerza de mis golpes, Juan se lanzó sobre mí, en su única demostración de hombría.

Una patada voladora le hizo saltar varios dientes, seguido de directos en la mandíbula que lo hacían tambalearse hacia atrás, hasta que chocó contra la pared, sin huida. Allí continué con una serie de patadas y rodillazos, cada vez que se doblaba lo levantaba de nuevo con un gancho en la mandíbula y seguía pateando sus costillas con mis potentes piernas, en mis manos no era más que un muñeco de trapo. Segundos más tarde ya se encontraba arrodillado, incapaz de bloquear mis golpes, el final fue demoledor. Un potente rodillazo en la mandíbula lanzó su cabeza hacia atrás, golpeándose contra la pared y, aprovechando su indefensa posición, hundí una patada entre sus piernas, directa a sus huevos.

El modelo cayó en posición fetal con sus manos entre sus piernas, llorando y gritando. Entonces fue ella quién atacó, me cogió desprevenida, saltando sobre mi espalda mientras sus bracitos se cerraban alrededor de mi cuello. Rápidamente levanté mi brazo derecho, cogiéndola de la nuca y tiré, volteando su cuerpo por encima del mio y lanzándola contra la pared. Cayó junto a su pareja y antes que pudiera reaccionar, empecé a patear su cabeza, pisando su cara con mis pies. Mis talones bajaban furiosos aplastando su faz contra el suelo. Pateé su cara hasta que quedó inmóvil en un charco de su propia sangre.

Él miraba atónito la escena sin mover un músculo. -¿No piensas ayudarla?- le pregunté mientras limpiaba la sangre de mis botas.

-Tú mismo, lucha o ella lo pagará. ¿Que prefieres?- La agarré del pelo, mientras él congelado miraba la escena sin dejar de sollozar. La arrastré hasta quedar frente a él, entonces empecé a desnudarla, arrancándole la ropa a la vez que la golpeaba con furia, él no movió un pelo, se quedó allí quieto, mirando. La puse frente a él, ambos arrodillados, sangrando y llorando, me coloqué detrás de Ana, inmovilicé sus brazos apretando con mis piernas y volví a rodear su cuello de cisne con mi brazo de hierro. Ella no podía hacer nada, inmovilizada frente a él sólo lloraba y sus lágrimas se mezclaban con su sangre.

Con mi mano libre empecé a recorrer la piel de mi presa, mientras mis ojos miraban fijamente la turbia mirada de José, quién seguía inmóvil, tembloroso y arrodillado frente a nosotras. Con mi mano empecé a acariciar el pecho de Ana, mis dedos jugaron con sus pezones y mis uñas se clavaron en su tierna carne, desgarrando un grito de terror.

-¿No vas a luchar por ella? ¿No te parece guapa?- pregunté cruelmente mientras mi mano seguía descendiendo por su abdomen, abriéndose paso bajo los jirones de ropa que quedaban en su cuerpo. Notaba como el débil cuerpo de Ana luchaba por liberarse de esa agonía, mis piernas se apretaban con fuerza aprisionando sus brazos y mi brazo estrangulaba su cuello de cisne mientras ella temblaba incapaz de moverse, incapaz de hablar, incapaz de liberarse.

Un grito aterrador escapó por su garganta cuando mis dedos empezaron a jugar entre sus piernas, la mirada de terror de Juan aumentaba mi excitación y mis dedos se hundieron entre sus carnes, agresivos y rápidos, separando sus labios, aumentando su agonía.

Ana luchaba entre el dolor y el placer mientras el calor se incrementaba entre mis piernas, notaba como los jugos del sexo goteaban por mi vagina mientras mis dedos se hundían en su coño, cada vez más profundo, cada vez más rápido y cada vez más violento. Poco a poco se sumaban más dedos a la experiencia, ahora ya eran cuatro poderosos dedos los que penetraban el suave cuerpo de aquella modelo y dentro de poco, cinco.

Mi lengua mojaba mis labios y, mi cálida mirada se hundía profundamente en los ojos del macho, que seguía arrodillado en el suelo, a pocos centímetros, llorando sin moverse, mientras miraba la escena con los ojos llenos de lágrimas. Me encantaba esa sensación de poder, mis endurecidos pezones se marcaban en mi ajustada camiseta y mi coño palpitaba deseoso de placer.

Me sentía muy excitada, así que aumenté mi presión y velocidad, mi brazo se cerró todavía con más fuerza, aplastando el cuello de Ana, impidiendo totalmente el paso de sangre y aire mientras mi puño se hundía entre sus piernas y mis muslos se cerraban sobre sus costillas, haciendo crujir sus huesos.

Se corrió en mis manos y se desmayó. Liberé mi presión para ver como caía al suelo y se retorcía entre los espasmos de un doloroso e interminable orgasmo. Sacudí mi húmeda mano frente la cara de José y lo obligué a chupar cada gota del zumo de su novia. Mi coño palpitaba ardiente, deseoso de placer. Lo agarré del cuello y tiré de su cabeza para atrás.

-Ahora te vas a desnudar y me darás todo el placer que exija ¿de acuerdo?- pregunté mientras abofeteaba su castigada cara. La sangre brotaba de mil heridas, la mandíbula dislocada y los dientes rotos. Ahora sí que estaba guapo pensé. Él se desnudó entre sollozos. Tuve que golpearlo de nuevo varias veces para que se desnudara del todo, pero finalmente lo hizo.

Lo senté con la cabeza apoyada en la pared y me giré, colocando cada una de mis piernas a uno de sus costados. Su cara quedaba a la altura perfecta, así que me quité las húmedas bragas, incliné mi cuerpo hacia adelante, separé mis glúteos con las manos y me dejé caer sobre su cara. Hundiendo
su nariz en mi ano y obligándole a lamer mi coño con su lengua.

Así pasé un largo rato hasta que me corrí en su cara, hundí su boca entre mis piernas para que chupara cada gota de placer. Su lengua se movía nerviosa contra mi clítoris mientras su nariz se hundía en mi agujero del culo. Me corrí de nuevo en su boca, obligándole a tragar de nuevo.

Antes de irme los volví a golpear, pero esta vez con la intención de destrozarlos. Rodillazos, puñetazos, torsiones y desgarros. Los golpeé hasta que sus perfectos rostros no eran más que un trozo de carne sanguinolento. Los había violado, humillado, golpeado y destrozado. Hoy había sido un buen día, en el gimnasio no volvieron a reírse nunca más de mi.

FIN.



No hay comentarios: