miércoles, 28 de septiembre de 2011

Psicópata Bárbara

Bárbara vino al mundo de un modo especial. Su madre: Nadia, era una empresaria rusa y adinerada, una mujer solitaria, decidida y con graves trastornos psicológicos y sexuales (de pequeña vivía en una pesadilla en la que era repetidamente violada por su padre y hermanos ante la pasividad de su madre).
Odiaba a los hombres y lo que representaban. Por ello, deseó que su hija fuese fuerte y poderosa. Una mujer incapaz de ser violada por nadie ya que, su hija sería superior físicamente a cualquiera. Una amazona capaz de defenderse de cualquier ataque gracias a su físico y sus habilidades.
Obsesionada con dar a luz a una mujer superior físicamente, dedicó mucho tiempo y dinero en diferentes tratamientos para potenciar la correcta gestación de la pequeña. Quería una mujer alta, fuerte y corpulenta a la que no le pudieran hacer lo que a ella le hicieron.
Es por eso que Nadia buscó los genes perfectos y consiguió óvulos y esperma de distintos portentos físicos. Un equipo formado por los mejores científicos: mezcló, mejoró y seleccionó a los que consideró superiores y, tras una operación sencilla, se quedó embarazada de una niña que llevaba los mejores genes que había encontrado y potenciado.
Sus esfuerzos por dar a luz a una mujer superior no acabaron allí. Nadia invirtió más dinero en más tratamientos que prometían mejorar el desarrollo físico del embrión. Los pinchazos y las pastillas se tornaron algo habitual durante el embarazo de la rusa adinerada.
Finalmente, un 7 de Agosto nació Bárbara con más de 5 kilos de peso y en un estado físico perfecto.
Nadia educó a su hija bajo un régimen totalitario, feminista y con una fuerte disciplina militar. La pequeña no tenía vida social y estaba constantemente rodeada por un equipo de mujeres que se encargaban de formarla y ayudarla. Incluso la escuela fue vetada y prohibida por Nadia que quería moldear la mente de su hija aplicando sus propios conocimentos y creencias.
La infancia de la niña fue corta y dura. A los 8 años de edad, la agenda diaria de Nadia ya estaba repleta de actividades (clases de formación, gimnasia, feminismo, artes marciales,...). También continuó recibiendo distintos tratamientos para potenciar su crecimiento físico en la adolescencia.
A los 14 años de edad Bárbara ya disponía de un físico estupendo. 1.75 metros en 79 kilos de peso. Su cuerpo, tonificado y flexible, era superior al de la mayoría de adultos. Nadia se sentía orgullosa de su hija y contenta por el resultado obtenido.
El odio hacia los hombres también fue trasmitido de madre a hija y Bárbara, al igual que su madre, odiaba a los hombres y deseaba castigarlos por” todo lo malo que habían hecho” (según su madre, los hombres tenían la culpa de todo lo malo y el mundo estaría mejor sin ellos). Lo que desconocía su madre es que Nadia odiaba también a las mujeres. Se veía a si misma como un ser superior a hombres y mujeres. Ella era más grande, más fuerte y poderosa, los hombres eran como mierda para ella pero, las mujeres también. Sólo respetaba a los seres más fuertes.
Nadia miró a su poderosa creación y la vio alta y fuerte, sus conocimientos en distintas disciplinas (boxeo, karate, thai, judo,  etc.) eran excelentes y decidió pasar al siguiente nivel. Quería comprobar lo que su hija de 15 años podía hacer.
Preparó un combate privado en su casa y contrató los servicios de distintos luchadores (boxeadores, karatekas, etc.) para que lucharan contra Bárbara en sus distintas disciplinas.
El primer combate fue de boxeo y enfrentó a la jóven amazona con un sub-campeón regional de 29 años, 75 kilos y 1.70 mts. El combate duró 3 minutos y lo ganó Bárbara por KO. Fue la primera vez que Bárbara notó aquel calor agradable. No había tenido contacto con muchos hombres y, aquel dominio físico la hacía sentir especial.
El segundo combate (Wrestling) duró algo más, ya que Bárbara se tomó su tiempo retorciendo el cuerpo del muchacho bajo su poder. Disfrutó escuchando los gritos de dolor y el crujir de las articulaciones de su adversario mientras lo aplastaba contra su cuerpo de hierro. El calor y el placer volvió a concentrarse en su cuerpo.
El karateka sólo aguantó una patada antes de caer inconsciente a los pies de la “niña” con 4 dientes menos y la mandíbula fracturada. Aquella fue la primera vez que Bárbara sintió aquel calor especial, una especie de agradable picor entre sus piernas. Su primer orgasmo y le gustó. Le gustó mucho.
Los cambios durante la adolescencia fueron más exagerados y a los 19 años, Bárbara ya disponía de casi todo su potencial. Un cuerpo de 2.10 metros en 164 kgs de duros músculos. Una auténtica amazona poderosa y peligrosa, con un deseo irrefrenable por dominar física y sexualmente al resto de formas de vida.
Nadia examinó a su hija y constató que tanto tratamiento y musculación habían hecho desaparecer las formas femeninas de su hija. Bárbara no solo tenía que ser poderosa, también tenía que ser bella y sensual.
Bárbara fue sometida a distintas operaciones de cirugía estética para destacar su feminidad. Se agrandaron sus pechos, se redujo su cintura y se le hicieron varias liposucciones. Se redujo su nariz y le hicieron unos labios más carnosos y sensuales entre otras cosas.
Una vez finalizada la operación, Nadia dio por concluida la evolución de su hija y la observó orgullosa, sin saber que tenía frente a si a una persona desequilibrada y antisocial. Había creado a una psicópata peligrosa con deseos de dominación sobre el resto de formas de vida. Nadia quería a una protectora y había creado a una agresora.
Bárbara sentía placer reafirmando su superioridad. Sólo su madre desconocía su maldad, violencia y sadismo. Bárbara disfrutaba dominando a las personas. Todas sus profesoras, educadoras y demás personal había sido humillado, golpeado y violado durante los últimos años por la jóven amazona. Su poderoso cuerpo le permitía doblegar a los demás bajo sus caprichos. La gente la temía, su fuerza era casi sobrenatural y nadie podía detenerla.
Con 19 años de edad, se sentía completa, grande y poderosa. Un ser superior, mejor que el resto y sólo le quedaba una cosa: ocupar el lugar que le correspondía. Ella era el ser supremo y había llegado el momento de usurpar el trono de su madre. Ya no la necesitaba. No había nada que aprender de aquella mujer autoritaria. Estaría mejor sola y ya era mayor de edad, podía quedarse con la fortuna de su madre.
Durante años, Nadia había ignorado las quejas y denuncias de las cuidadoras y profesoras que se encargaban de su hija. Había echado a algunas de ellas por considerar que mentían al denunciar el trato recibido por su querida hija. Ahora tenía frente a sí una escena que no podía creer. ¿Porqué había estado tan ciega?
Bárbara estaba abusando sexualmente de tres de sus cuidadoras en el gimnasio. Los ojos de Nadia se abrieron como platos al ver a su hija hacer aquello que ella tanto había luchado por evitar. Bárbara la miró y sonrió mientras continuaba lamiendo, besando y perforando con sus dedos a sus juguetes.
Las mujeres lloraban amargamente mientras eran violadas en manos de su hija. Nadia miró, impotente e incrédula, como su hija frotaba su coño contra la cara de Ana mientras lamía los pechos de Esther y Estela a la vez que introducía sus dedos profundamente entre sus piernas.
Aquellas mujeres eran sus entrenadoras. Tenían conocimientos en muchas disciplinas deportivas y de combate, unos cuerpos fuertes y flexibles y las tres habían recibido distintas medallas. Nadia las había visto en acción, luchando y demostrando una gran potencia.
En manos de Bárbara, aquellas campeonas parecían débiles y frágiles. Muñecas de trapo en manos de una niña mimada. La masa muscular de las tres juntas no llegaba a igualar la de Bárbara. Nadia observó como los cuerpos de aquellas mujeres se retorcían de dolor bajo los músculos de su hija mientras eran perforadas agresivamente por la amazona.
Nadia, furiosa, ordenó a Bárbara que se detuviera pero ella la ignoró y continuó disfrutando de aquellos cuerpos. Estaba cachonda y sentía como el calor recorría su piel. Ver a su madre tan asustada hizo que su excitación aumentara todavía más.
Bárbara apretó con fuerza aquellas mujeres contra su cuerpo, introduciendo sus excitados pezones en sus bocas mientras se frotaba con furia en la cara de Ana. Miró fijamente a su madre y dejó que los orgasmos recorrieran su cuerpo. Segundos después relajó sus músculos y libero a aquellas mujeres que, semi-inconscientes, cayeron al suelo tosiendo y llorando mientras se retorcían a causa del dolor.
Sin dejar de mirar a su madre, Bárbara se levantó y se acercó a ella con una malvada sonrisa dibujada en su cara. Nadia miró a las 3 mujeres. Estela y Esther se revolvían de dolor y Ana se mantenía inmóvil con sangre en la cara. ¿La había matado?
Nadia se impresionó al ver aquel cuerpo desnudo acercarse. Hasta ahora nunca había visto a su hija totalmente desnuda y era una imagen difícil de olvidar: 2.10 metros de pura musculatura en un cuerpo de exageradas formas femeninas. Los músculos de la amazona parecían bailar tras cada paso de la chica.
Nadia retrocedió de manera inconsciente hasta llegar a la pared mientras su hija se acercaba lentamente balanceando su cuerpo de manera sensual. La diferencia física entre ambas era exagerada. Nadia solo pesaba 45 kilos en un cuerpo de 1.50 metros mientras que su hija  pesaba cerca de 190 kilos de peso: más de 4 veces el peso de su madre.
Bárbara se detuvo a escasos centímetros de su madre. Nadia tembló de miedo al notar la mirada de su hija. Tenía que levantar la cabeza y mirarla entre sus pechos (que quedaban por encima de Nadia).
La chica se excitó al comprobar su superioridad frente a aquella mujer vieja, pequeña y débil que no le llegaba a los pechos. Solo uno de sus muslos contenía más músculos y poder que el cuerpo completo de su madre. La desnudó sin contemplaciones, le arrancó la ropa que parecía deshacerse entre sus fuertes dedos mientras Nadia gritaba órdenes que su hija no pensaba acatar.
Colocó sus manos en la cintura y miró de nuevo entre sus pechos a aquella mujer a la que llamaba “madre” temblar de miedo. Le gustó aquella sensación. Apretó su cuerpo contra el de su madre, aplastándola contra la pared. Los ojos de Nadia se abrieron como platos al verse aplastada contra el musculado y duro cuerpo de su hija. Le costaba respirar y moverse bajo la presión que su hija aplicaba.
Oyó las carcajadas de Bárbara mientras, impotente, luchaba por liberarse de aquella presión y poder moverse y respirar. El miedo creció en su interior a medida que le faltaba el oxígeno.
“Ya no me sirves para nada” le informó la chica mientras aumentaba la presión contra su cuerpo. “Tengo que dejar de vivir con mi madre ” agregó mientras sus pezones se endurecían. “Tal vez te dejo vivir si me demuestras que me sirves para algo...” Los pezones de Bárbara continuaron endureciéndose bajo la excitación que provocaba la dominación de su madre. “Chupa mis pezones, dame placer y, si lo pides con respeto, te dejaré vivir para poder usarte”.
Nadia no podía creer lo que estaba escuchando pero no podía hacer más que acatar sus órdenes si deseaba seguir con vida, sentía como su cuerpo era aplastado y notaba como sus pulmones se vaciaban. Estiró su cuerpo y luchó contra la presión que el peso de su hija ejercía, sacó su lengua e intentó lamer aquellos pezones grandes y duros que se balanceaban sobre su cabeza. Lo intentó, pero no llegó. Bárbara se rió al comprobar como su madre era incapaz de llegar a sus pezones. Era tan pequeña, tan débil y ella era tan superior, dura y potente.
“Eres tan inútil que no sirves ni para chuparme las tetas” le indicó la amazona. Bárbara levantó uno de sus pechos y lo colocó sobre la cabeza de su  madre como forma de humillación. “Ja ja ja... mira que eres patética” le dijo tras reírse de ella.
Nadia se sentía asfixiada y aplastada. Notaba los músculos de su hija apretarse duros contra su cuerpo. No podía hacer nada para mejorar su situación y lo único que había echo Bárbara para dominarla de esta manera había sido apretar su cuerpo contra el suyo. Ni tan solo había usado sus musculadas extremidades.
“Quiero mirarte a los ojos y ver tu miedo mientras te quito la vida” le dijo antes de agarrarla de los brazos y levantarla con facilidad hasta que su cabeza se asomó entre sus pechos. Una vez colocada, volvió a apretar su torso contra el cuerpo de su madre, aplastándola de nuevo contra la pared, esta vez manteniendo su cabeza enterrada entre sus enormes y redondos pechos mientras sus pies pateaban el aire. Cada uno de aquellos pechos era más grande que la cabeza de Nadia.
Colocó sus puños en la cadera y la miró profundamente en los ojos. Nadia intentó liberarse de aquella tortura. Su hija la estaba ahogando con sus pechos y ella no podía hacer nada para evitarlo.  Pateó y golpeó aquella montaña llena de curvas y músculos pero, sus golpes se estrellaban contra la piel de Bárbara sin afectarla. Se excitó todavía más al comprobar de nuevo su inmensa superioridad frente al testo de mortales. Le gustaba notar aquel cuerpo entre sus pechos, luchando por escapar. Disfrutó leyendo el terror en sus ojos.
“¡Suéltala! la vas a matar” gritó Estela antes de agarrar a Bárbara del brazo e intentar seperarla, sin éxito, del cuerpo de su jefa. “¡Ayudadme!” gritó la campeona al comprobar que sus esfuerzos por liberar a Nadia de la amazona eran inútiles. Esther se levantó y decidió ayudar a su compañera. Ana no se levantó, continuaba en el suelo: inconsciente.
Las dos mujeres se lanzaron sobre el cuerpo de Bárbara e intentaron moverlo para liberar a Nadia de una muerte segura pero, no consiguieron moverla. Bárbara miró a las mujeres y disfrutó al constatar de nuevo su superioridad.
Todo aquello la estaba poniendo caliente, muy caliente y tenía ganas de alimentar su sexo. Agarró a Estela del cuello y la colocó contra la pared (debajo de su madre). Separó sus piernas y colocó a la mujer en la posición deseada: con su cara apretada contra su ardiente coño antes de cerrar sus piernas alrededor de su cuerpo y mantenerla prisionera contra su sexo.
Esther continuó luchando intentando mover el cuerpo de la chica y liberar a a las dos mujeres de aquella tortura. Bárbara la agarró y la colocó detrás, de rodillas. Usando sus manos, apretó la cabeza de Esther contra su culo, llevando la boca de la mujer contra su ano.
Bárbara cerró los ojos y empezó a mover sus  caderas, restregando su sexo en la cara de Estela y su ano en la de Esther mientras le quitaba la vida a Nadia al asfixiarla entre sus pechos. Se frotó agresivamente contra las mujeres y se apretó con fuerza contra sus débiles cuerpos hasta que los orgasmos recorrieron su piel y su coño liberó un torrente de fluidos.
A causa del orgasmo, su cuerpo se tensó y sus músculos se endurecieron aplastando los cuerpos de las tres mujeres, su forma tembló y, minutos después, abrió los ojos y volvió a la realidad. Separó sus piernas y se apartó de la pared, liberando aquellos cuerpos. Las tres mujeres cayeron al suelo. Observó a su madre y comprobó que no respiraba.
Bárbara sintió un gran placer al validar la muerte de aquella mujer. Era la primera vez que mataba (un deseo oculto que reprimía desde hacía años) y la sensación era increíble e intoxicante. Su coño ardía de excitación y sus pezones estaban erguidos y duros.
Había sido tan fácil. ¿Tan superior era al resto de mortales? Quería liberar toda su potencia y conocer su verdadero poder. Golpear y aplastar con fuerza para ver lo que era capaz de hacer.
Sus manos se cerraron de nuevo alrededor del cuello de Estela y Esther y levantó sus cuerpos, quería estirar sus brazos y mantenerlas en alto pero, el techo lo impedía. Una idea cruzó su cabeza y una sonrisa cruel y despiadada se dibujó en su cara.
“Os voy a matar a las dos y ninguna podrá hacer nada para evitarlo” Miró a aquellas mujeres que luchaban por abrir aquellas manos y gozó viendo el terror en sus ojos, luego relajó sus brazos y, rápidamente los levantó, golpeando el techo con las cabezas de las mujeres que tenía entre sus dedos.
Repitió este proceso varias veces. El ruido de las cabezas al golpear el duro techo resonaba en la habitación. CLOK.. CLOK... CLOK CR, CRRR... CROK … CLAK...
No se detuvo hasta escuchar como los cráneos se abrían y robaba la vida de aquellas mujeres. Era tan fácil. Demasiado poderosa, demasiado grande, demasiado superior. Lanzó aquellos cuerpos sobre el cadáver de su madre y miró orgullosa la sangre que resbalaba sobre su piel. Se sentía bien.
Ana abrió sus ojos y el dolor inundó su cuerpo. “Buenos días” escuchó y, de repente, recordó lo ocurrido. Asustada, observó con asombro como Bárbara tendía una mano para ayudarla a levantarse. Miró a su alrededor y su corazón se detuvo al ver los cadáveres de las 3 mujeres desnudas amontonados junto a la pared sobre un charco de sangre.
“Dame la mano” le indicó Bárbara con una mirada penetrante. Ana tenía miedo de aquella mujer, pero más miedo tenía de hacerla enfadar así que estiró su brazo y la cogió de la mano. Bárbara tiró de ella, ayudándola a ponerse de pie.
“No me hagas daño” suplicó Ana. Bárbara sonrió y aumentó la presión de su mano. Ana notó el dolor e intentó liberar su mano pero ya era tarde. “AAArrrrrgggh...!” gritó al notar como sus dedos se retorcían y sus huesos explotaban bajo la tremenda presión que la amazona ejercía en su mano.
Bárbara gozó y difrutó del placer que su sadismo y violencia generaban. Continuó destrozando la mano de Ana, aplicando cada vez más fuerza mientras la pequeña mujer (para ella) se retorcía de dolor, incapaz de liberar su mano de tal tormento. Mantuvo en todo momento contacto con sus ojos, mirándola profundamente.
Apretó y retorció, no se detuvo hasta que los crujidos cesaron y entonces abrió su mano y miró orgullosa como la mujer (con los ojos abiertos como platos) se miraba la deformada mano mientras se retorcía de dolor a sus pies.
Se sentía bien, nunca antes se había sentido tan bien, tan superior e imparable. Continuó castigando el cuerpo de aquella mujer lentamente, quería saborearlo, disfrutar de cada grito. Destrozó los brazos de Ana (practicante de culturismo y boxeadora profesional).
Se sentía bien consigo misma. Agarró a la mujer de los tobillos y los levantó y separó, abriendo de piernas a la mujer y presentando su rico sexo frente a su boca.
“Coñito rico” dijo antes de acercarla a su boca y hundir su cara en ese coño sabroso. Bárbara lamió y chupó aquel coñito. Ana no podía hacer nada para evitarlo. Aquella chica había inutilizado sus brazos e inmovilizado sus piernas.
Bárbara disfrutó saboreando aquel coño, lo perforó con su gran lengua y lo chupó una y otra vez. Se comió aquel coño con ansia ignorando los gritos de su víctima hasta que calmó su hambre sexual. Luego, colocó la cabeza de la mujer entre sus muslos y los apretó, cerrándolo alrededor de su cabeza. Sintió placer al notar como aquella cabeza crujía y explotaba bajo su presión. Se corrió de nuevo al quitar la vida de aquella mujer.
Descontrolada, Bárbara se paseó por la casa, humillando, golpeando, violando,  torturando y matando al resto de seres (Servicio, mantenimiento, profesoras, ayudantes, etc.) mientras disfrutaba de los mejores orgasmos de su vida. No paró hasta que hubo acabado con todos los seres que habitaban y trabajaban en aquella gran mansión.
Las sirenas de la policía se oían cada vez más cerca. Bárbara no sabía qué era aquello, no entendía de moral ni de leyes. Al rato la mansión se llenó de policías  y Bárbara se alegró al ver a hombres frente a ella. A lo largo de su vida había visto pocos hombres y quería descubrirlos mejor.
Bárbara se abalanzó sobre aquellos policías sin saber lo que eran o hacían en su casa. Los policías, asustados al ver a aquella amazona musculada dirigirse hacia ellos como un tren, dispararon sus armas contra ella.
Bárbara notó el dolor y se asustó. Aquello era magia, le hacían daño sin tocarla. Era grande, era fuerte e imparable pero, no era antibalas. Cayó al suelo sobre su propia sangre sin saber cómo había ocurrido, fue detenida y llevada a un hospital donde se recuperó de las heridas de bala antes de ingresar en la prisión de mujeres, acusada de varios homicidios, violaciones y agresiones a la autoridad.
Su sexo de humedeció de nuevo ante la realidad que se presentaba. En aquel lugar había cientos o miles de personas débiles e inferiores con las que jugar. No pudo evitar soltar un gemido de placer mientras con su lengua se humedecía los labios.
Continuará...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

brutal enfermizo y extremamente erotico relato , eres muy buen escritor si me permitis un consejo , no crees comics con tus historias , poder ilustrarlas tipo annie contest ( hay algunos dibujos pero siempre el centro es la historia escrita)

Womntop dijo...

Gracias por tu comentario. Tendré presente tus consejos.

Anónimo dijo...

Excelente relato. Espero ansioso la continuación

Anónimo dijo...

Excelente relato. Espero ansioso la continuacion

Unknown dijo...

Sin duda tu mejor relato, pasó mucho tiempo pero sería espectacular leer una saga.