viernes, 23 de enero de 2009

4 días

Día 1

Adrián está haciendo el amor con una chica, gozando y gimiendo, disfrutando del dulce tacto de su piel mientras introduce una y otra vez su gran verga por el suave culo de Gloria.

Ella gime de placer y grita de dolor al sentirse perforada una y otra vez por la verga grande y dura de Adrián. Sus cuerpos se funden en un orgasmo de placer mientras sus gritos desgarran el silencio de la habitación.

La dulce leche de Adrián rellena el culo de Gloria hasta rebosar, luego, Adrián retira su húmeda polla del negro agujero y la introduce en la jugosa boca de Gloria, obligándola a chupar y limpiar todos los fluidos que resbalan por su piel.

Al finalizar, Adrián le indica a Gloria que deberá marcharse ya que es tarde y su mujer no debe encontrarlos en dicha situación, ella acepta la orden suspirando y se viste mientras Adrián la observa desde la cama.

-¿Vamos a estar siempre a escondidas? - Pregunta ella mientras se ajusta la falda. - Ya sabes que tú eres mi chica, se lo diré cuando llegue el momento. - Responde Adrián mientras enciende un cigarro. -¿Cuándo llegará ese momento?- pregunta ella.

Adrián indica a Gloria que se acerce lo suficiente como para poder tocarle el culo. - Tú eres mi culito preferido- Responde él mientras da un cachete en el dolorido culo de Gloria. -¡Ahora vete antes de que nos encuentre! mañana nos vemos a la misma hora-

Las dudas revolotean en la cabecita de Gloria mientras sale de casa de Adrián, ¿dice la verdad, o sólo quiere sexo de mi? ¿Me está usando? Las preguntas cada vez tienen menos respuestas, sólo sabe que le duele el culo, Adrián siempre le da por culo.

Cuando Ana llega se encuentra a Adrián sentado en el sofá, mirando la tele y bebiendo una cerveza. -¡Hola amor!- dice ella mientras deshace la bolsa del gimnasio. -¿Cómo ha ido el día?- pregunta ella -Como todos- responde él sin dejar de mirar la tele.

Tras guardar y tender las cosas, Ana se dirige hacia el sofá, dónde Adrián sigue inmóvil. -Hoy me he depilado entera- le dice mientras se sienta a su lado. -He pensado que tal vez.. ya sabes... podríamos hacer cosas de mayores- dice ella mientras acaricia la pierna de Adrián. -No me apetece ¿sabes?- responde Adrián de mala gana mientras retira la mano de Ana del contacto con su pierna.

Dolida y rechazada, Ana se levanta enfadada y se dirige a ningún sitio. -¿Sabes? te pasas todo el día en casa tocándote los huevos, tal vez podrías, a veces, planchar, fregar o hacer algo-. Grita Ana indignada. -No estoy de humor, he estado todo el día buscando trabajo y no he encontrado nada.- responde él mientras se enciende un cigarro.

-Cuando te conocí eras un chico simpático, agradable y guapo que se preocupaba por las cosas, tenías un buen trabajo y un buen cuerpo de gimnasio, ahora no tienes nada de eso, dejaste el trabajo, el gimnasio y ya no haces nada aparte de quedarte tirado en el sofá día tras día bebiendo y fumando mientras yo trabajo fuera y dentro de casa, mantengo mi cuerpo en forma para tí y te pago los vicios.

-¿Que mantienes el cuerpo?- responde Adrián enfadado, vas todos los días al puto gimnasio, yo me casé con una mujer alta, guapa, esbelta y suave. Ahora lo único que queda de eso es la altura, y te pasas todo el día por ahí dejándome sólo en casa.

-Mejor dejemos la discusión- dice Ana -Voy al gimnasio a diario porqué así lo querías tú, sólo que al principio íbamos juntos y ahora ya hace años que no vas. A veces pienso que sólo me querías por mi dinero- tras decir esto Ana rompe a llorar y Adrián se levanta y acerca a ella para calmarla y abrazarla.

-Lo siento vida, pero estoy muy estresado ya que no tengo trabajo y me siento deprimido, no quería decir lo que te he dicho, me gustas mucho.- Adrián limpió las lágrimas de su mujer y besó su hombro desnudo, luego volvió al sofá a ver la tele.

Pobre Adrián pensó Ana en la cocina, mientras preparaba la cena, no encuentra trabajo, está deprimido y además tiene que aguantar mis dudas e insultos, y yo en vez de ayudarlo lo presiono pidiendo sexo y asignándole tareas. Que afortunada me siento por tenerle junto a mi.

Una vez en la cama, Ana masajeó la espalda de Adrián y lo mimó para relajarlo, después de un dulce beso se durmió.

Día 2

Adrián gozaba, su palpitante polla se introducía por el prieto culo de Gloria separando sus carnes y arrancando gritos de dolor y placer, Gloria era una chica pequeña, sexy y manejable, Adrián adoraba la sensación de control que tenía con ella, la tenía apretada contra la pared, inmovilizada en un poderoso abrazo mientras perforaba con su miembro las entrañas de la joven. Adrián amaba correrse en su culo una y otra vez hasta empaparla con su semen, gozaba introduciendo su miembro húmedo y salpicado de fluidos en la boca de la joven y la cogía del pelo para controlarla y evitar que ella dejase de chupar. Hacía todo aquello que no podía hacer con su mujer.

-¿Se lo dirás hoy?- preguntó la chica mientras se vestía. -Ya te he dicho que se lo diré cuando sea el momento- contestó de mala manera Adrián. -Ahora vete-.

Gloria se sentía humillada y sucia, ese hombre la estaba usando para realizar sus fantasías, le dolía el culo, hoy más de lo normal. Adrián se levantó de la cama y fué al lavabo. Gloria, harta de esperar decidió forzar la situación, si Adrián no se lo decía a su mujer, ella lo haría por él.

Aprovechando su soledad en la habitación, Gloria dejó sus bragas manchadas de semen en un cajón de la mesita de noche, una mesita de noche perteneciente a la mujer de Adrián. -Llámame mañana- dijo antes de irse.

Ana llegó a la misma hora de todos los días, con la bolsa del gimnasio y las zapatillas deportivas. Adrián miraba la tele sentado en el sofá. Ella se sentó junto a él y le besó la oreja mientras la mano iba subiendo por el muslo. -No, no no- dijo Adrián apartándose de ella. -No puedo vida- respondió con expresión agobiada. -Ya sabes que el estrés no me deja-.

Ana lo miró con tristeza mientras le acariciaba el pelo, -no pasa nada le dijo ella, todo pasará. Me voy a poner cómoda- tras esto se levantó y se dirigió a la habitación.

Adrián no pudo reprimir una sonrisa malévola, vivía en casa de una mujer que se lo permitía todo, que se lo hacía todo y que lo dejaba sólo la gran parte del tiempo y tenía otra mujer a la que podía follar siempre que quisiera y que le dejaba hacer todo lo que no podía o quería hacer con la suya. Adrián era feliz.

Una exclamación de horror sacó a Adrián de sus pensamientos, Ana lo maldecía a gritos desde la habitación. Cauto y sigiloso, Adrián se acercó lentamente a la habitación matrimonial en la que hacía pocas horas había gozado follándose a su amante. Al mirar al interior de la habitación, Adrián vió a su mujer, medio desnuda con unas bragas en la mano, la expresión de Ana hizo que Adrián sintiera fuertes escalofríos y la visión de las bragas de Gloria en la mano de Ana volcó su corazón y el tiempo se detuvo mientras la mirada de la mujer ardía de odio.

-Hijo de la grandísima puta!- exclamó llena de rabia. -Ahora lo entiendo todo, claro que estás cansado. Te estás follando a otra- Adrián estaba congelado, no esperaba que los acontecimientos tomaran esa dirección, no tenía coartada ni excusas que pudiera usar.

Presa de un ataque de ira, Ana acometió a golpes contra todo el mobiliario de la habitación. De una patada reventó la puerta de un armario, un puñetazo hizo saltar la pintura de la pared, las lámparas se hicieron pedazos al estrellarse lanzadas con furia contra la puerta.

Adrián miraba perplejo, nunca había visto a su mujer en tal estado de ira, no había percibido la fuerza física de Ana hasta ese momento. Adrián sentía miedo, mucho miedo y el pánico lo tenía congelado. ¿Cómo arreglar la situación? ¿Podía ser arreglada? Las carcajadas hicieron volver a Adrián a la realidad, Ana reía presa de un ataque de histeria.

-Todo este tiempo haciéndote de esclava, fregando, lavando, trabajando y pagándote los vicios mientras tú vivías como un rey y te follabas a cualquiera- La expresión de Ana se volvió más seria -¿y lo soluciono destrozando la habitación que yo he pagado?- Unos pasos acercaron al matrimonio.

-Lo lógico sería separarnos, echarte ahora mismo de mi casa y olvidarte, pero no lo voy a hacer.- Las manos de Ana cogieron con fuerza el pelo de Adrián y tiró su cabeza para atrás. -Yo he sido tu esclava durante mucho tiempo y ahora tú serás mi esclavo- Una diabólica sonrisa apareció en la cara de Ana mientras hundía la cabeza de Adrián entre sus pechos. -Juro que te arrepentirás toda tu vida-

Esa noche Adrián se la pasó entre las piernas de su esposa, prisionero de unos muslos de hierro, obligado a chupar y lamer el húmedo coño, sólo descansaba cuando Ana se dormía extasiada tras correrse una y otra vez en la boca de su hombre. La noche fué un sueño para Ana y una oscura y tenebrosa pesadilla para Adrián.

Día 3

Adrián despertó indefenso e inmóvil, prisionero entre las piernas de su mujer. Ella despertó momentos después y Adrián se sintió aliviado al notar que las piernas de Ana se abrían y lo liberaban de la presión.

-Prepárame el desayuno- ordenó Ana tras patear el cuerpo de Adrián y lanzarlo al suelo. Adrián empezó a vestirse, ya que Ana lo había obligado a dormir desnudo entre sus piernas. -Desnudo- gritó Ana -¿Acaso he dicho que te puedes vestir?- preguntó Ana irónicamente. -Esto es una locura gritó Adrián, ya he entendido la lección ¿sabes? esto de hacerme ir desnudo por la casa es humillante, siento haberte engañado, pero sólo ha sido una vez-

Ana se levantó de la cama y se situó justo enfrente de Adrián, colocándolo entre ella y la pared. -¿Quieres discutir con ellos?- preguntó Ana mientras flexionaba sus fuertes y torneados bíceps frente a la mirada de Adrián. - Pero esto no tiene sentido y...- La frase acabó tras recibir un puñetazo que hizo tambalear a Adrián. -¿Más?- preguntó con superioridad Ana. -Yo sólo digo que...- Otro potente puñetazo lanzó a Adrián contra la pared. -¿Seguimos?- Ana frotaba sus pechos contra el cuerpo de Adrián. -Yo podría estar todo el día golpeándote, es más, me excita y me gustaría destrozarte aquí y ahora. ¿Quieres seguir dándome razones para ello?-

Estaba temblando y arrugado como un niño, no entendía como no se había planteado esa situación, él daba por echo que era más fuerte que ella, pero hacía mucho tiempo que no se fijaba bien en su mujer y en lo que el gimnasio había echo de ella, él en cambio había ido al revés, cada vez más descuidado y más débil, ahora estaba claramente dominado por ella, la que lo tenía apretado entre sus pechos, pero tenía que hacer algo. No podía dejarse intimidar así.

Un fuerte empujón consiguió liberarlo de la presión y tras un grito de rabia se lanzó contra Ana para luchar por su libertad pero no pudo lanzar ni un golpe, un potente rodillazo en los huevos lo tumbó en el suelo y allí fué pateado con furia por su mujer.

Tras recuperarse y preparar el desayuno, volvió a la habitación en la que Ana esperaba desnuda y tirada en la cama, ella indicó a Adrián que debería comerle el coño mientras ella desayunaba en la cama, sin poder evitarlo Adrián se quejó y se negó, pero tras ser abofeteado y humillado de nuevo, se encontró hundiendo su cara entre las piernas de la mujer y chupando con deseo febril las rosadas y húmedas paredes de la vagina de Ana. Los gritos de placer de se mezclaban con la angustia que sentía Adrián cuando se sentía ahogado y aplastado contra la parte más caliente y húmeda de Ana.

Ana gozó y Adrián lo notaba en su cara, empapada de fluidos y corridas de su mujer. -Ahora a la ducha- indicó Ana -quiero que me laves bien todo el cuerpo- Tras observar la cara de terror de Adrián agregó sonriendo -con la lengua- .

Adrián lloró en la ducha, dominado y humillado por su mujer tuvo que limpiar todos los agujeros de Ana con la boca. Después la vistió y le masajeó brazos y piernas, ya no hablaba, cada vez que había hablado era golpeado por su mujer, ahora ya no, ahora era sumiso.

Ana se fué a trabajar dejando a Adrián en casa, desnudo y atado para que no escapara. Él intentó desatarse sin éxito y sólo pudo ver como el tiempo pasaba lentamente mientras esperaba el regreso de su mujer.

Ella llegó antes de tiempo y una expresión de alegría y excitación asomó en su cara cuando vió a su esclavo tirado en el suelo, desnudo y atado. -He comprado algo- dijo Ana tras cerrar la puerta, -creo que te gustará- agregó mientras sacaba de una caja una enorme polla de goma -es para tí- dijo mientras la dejaba sobre la mesa -toda para tí- agregó entre risas. -También he comprado unos zapatos de tacón alto, de esos que tenía prohibido comprar por tu estúpido complejo de enano-.

Ana desató a su esclavo y le ordenó desnudarla, luego se calzó sus zapatos nuevos y agarró la enorme goma de polla que había comprado mientras se dirigía al asustado Adrián.

-Abre la boca- ordenó ella mientras sostenía el dildo frente la cara de su esclavo. Adrián lloró y gimió perdón, intentando ablandar el corazón de su mujer y consiguiendo así la libertad, firmaría el divorcio, no pediría nada y desaparecería de su vida. Una lluvia de golpes cayó sobre el cuerpo de Adrián, Ana lo golpeaba con la polla de goma, usándola como si de una porra se tratara.

-Juguete malo- le decía mientras lo golpeaba brutalmente con la poya de plástico. -Abre la boca- repitió Ana mientras golpeaba el cuerpo desnudo del hombre. Finalmente accedió, abrió la boca y dejó que su mujer introdujese una y otra vez el enorme dildo en su boca.

-No te puedes imaginar lo mucho que me gusta- ella gemía de placer mientras introducía la falsa polla en la boca de Adrián. -Me encanta usarte, no imaginaba que dominarte me pusiera tan cachonda.- Adrián retenía las arcadas, el duro miembro de goma le rascaba la garganta mientras oía los gemidos de placer de Ana, le costaba respirar. Tras varios minutos de angustia para Adrián y de placer para Ana, la polla de goma fué retirada con suavidad de la dolorida boca de Adrián.

Ella ordenó a su esclavo que se apoyara en la pared y se plantó frente a él, los zapatos de tacón aumentaban considerablemente la diferencia física entre la pareja de casados, ella apoyo los brazos en la pared, rodeando la cabeza de Adrián y le ordenó que masajeara, chupara y besara sus pechos, hombros y cada uno de los músculos existentes a su alcance. Ana frotaba su duro cuerpo contra el de Adrián y lanzaba gemidos de placer mientras gozaba y se corría de placer. Para Adrián, el tiempo que pasó rodeado por los múslos de su mujer, se hizo interminable.

-Prepara la cena- mandó Ana al magullado Adrián mientras se dirigía al sofá y encendía la tele. -Quiero ensalada de arroz-.

Sin rechistar se metió en la cocina, preparó la olla, el agua y empezó a hervir el arroz. Ana descansó viendo la tele mientras indicaba a Adrián todo aquello que deseaba. Cuando la cena estuvo lista y la mesa puesta, ella se sentó en su sitio, e indicó a Adrián que dejase su plato a sus pies. Así lo hizo Adrián, quién sabía que cualquier sonido o queja provocaría el enfurecimiento de Ana y su correspondiente paliza. -Deberás cenar directamente en el suelo como un perro-

Adrián llevaba todo el día sin comer, le daba igual comer en el suelo, en la mesa o en la calle así que hundió la cara en el plato y empezó a comer como un cerdo. Ana gozaba con el espectáculo, estaba descubriendo emociones, sentimientos y sensaciones que hasta el momento no había experimentado, le encanta dominar, humillar, golpear y usar a Adrián. Su vida ha cambiado totalmente.

Al finalizar la cena, ella volvió al sofá y ordenó a su marido que realizara las tareas propias y así lo realizó Adrián, quién realizó todas las tareas que ella, desde el sofá, le asignaba. Cuando acabó las tareas de la casa, Ana le ordenó que le masajeara los pies, la espalda y las piernas, así estuvieron horas, ella mirando la tele y él masajeando y mimando su cuerpo.

-Cuando nos casamos te convertiste en mi marido, y juraste respetarme y honrarme hasta que la muerte nos separe- Adrián escuchaba atento las palabras de su mujer mientras sus manos masajeaban los poderosos hombros de su mujer. -¿No es así?- preguntó ella -S..si- respondió Adrián.

-Eso significa que eres mi posesión y harás lo que te ordene lo que te queda de vida ¿entiendes? lo juraste-. Adrián temblaba al escuchar a su mujer, agresiva y lasciva. Para él el juramento no tenía importancia, era un puro trámite necesario al casarse. -No tendrás el divorcio porqué eso sería romper el juramento y perderte como marido, y no pienso fallar a mi palabra, a partir de ahora actuarás tal y como me juraste y tendré tu vida en mis manos, juraste ser mi marido, lo que te convierte en mi posesión, juraste honrarme y respetarme, que para mi, significa hacerme caso y jamás llevarme la contraria. Juraste estar junto a mi hasta que la muerte nos separe, que para mi, significa que podré usarte hasta que me canse de tí, y cuando eso ocurra podré matarte ya que tu vida me pertenece.-

Adrián no daba crédito a lo que oía, Ana había convertido el juramento en una cárcel para él, según las palabras de Ana, él había jurado ser su posesión, cumplir todos sus deseos y jamás abandonarla, y lo peor, ella tenía su vida en sus manos.

-Pero también juraste fidelidad- agregó secamente Ana -y esa parte del juramento no la cumpliste, en cambio yo cumplí mi palabra y mi juramento- Adrián temblaba al escuchar la voz de su mujer -creo que mereces un castigo por ello- agregó Ana con una diabólica sonrisa. -Pero ya estoy pagando por ello- indicó rápidamente Adrián -Llevo dos días con el castigo por haber sido infiel-

Ana se levantó sin decir palabra, con los tacones, Adrián tenía que levantar la mirada, él no le llegaba a los hombros. -No has entendido nada muñeco, esto no es un castigo, cómo te he dicho ésta será tu vida a partir de ahora, lo juraste-

El pánico atravesó el cuerpo de Adrián como un rayo, creía que ya estaba siendo castigado y que tras algunas humillaciones todo volvería a la normalidad, pero Ana acababa de dejarle claro que no, ahora los roles serían distintos y él, según la asimilación del juramento por parte de Ana, tenía que, básicamente, convertirse en su esclavo.

-La infidelidad merece un castigo ejemplar- siseó ella entre dientes -nunca lo olvidarás- agregó con una voz suave y, antes de que Adrián pudiera darse cuenta, Ana estrelló su rodilla entre sus piernas, generando un gran dolor en él, con el antebrazo derecho, Ana inmovilizó a Adrián por el cuello, aplastándolo contra la pared mientras que con la pierna izquierda iba lanzando temibles rodillazos entre las piernas de su hombre. Adrián se protegió el miembro con sus manos instintivamente. -Los brazos en la espalda- indicó Ana, Adrián llorando y sollozando pedía perdón y clemencia, parecía un niño asustado intentando evitar el castigo de sus padres.

-Pon los brazos en la espalda o te romperé las manos- indicó ella con furia pero Adrián seguía sollozando y llorando, intentando liberar su cuerpo de la agonía, cubriendo su miembro con las manos para protegerlo de los golpes. Ana volvió a golpear, pero esta vez mucho más fuerte, mucho más rápido, mucho más agresivo. Su rodilla hacía crujir los huesos de las manos de Adrián y el antebrazo le presionaba con tanta fuerza que no podía respirar, su cuello estaba siendo aplastado por el firme brazo de su mujer, los rodillazos eran tan potentes que levantaban del suelo el cuerpo de Adrián, notaba como sus manos eran aplastadas y destrozadas por los golpes de su mujer, sus huesos se retorcían, crujían y rompían y, finalmente sus manos no servían para nada, los rodillazos habían destrozado las defensas y se estrellaban en sus pelotas, él quería chillar pero no podía, quería luchar pero no podía, quería escapar pero no podía.

La sangre empezó a brotar por las heridas abiertas existentes entre las piernas de Adrián, ella continuaba golpeando con fuerza, siempre entre las piernas, castigando la parte más sensible de su ser, destrozando sus genitales. Gozaba y gemía de placer. Nunca se había sentido tan bien, cada golpe la excitaba más, cada lágrima de Adrián la empujaba al clímax, cada crujir de huesos le humedecía el coño, la visión de la sangre la acercó al orgasmo, su poder la excitaba como nunca, él era su posesión hasta la muerte. Siguió golpeando lo que se había convertido en una especie de saco deforme y reventado del que brotaba sangre, llegó al orgasmo cuando la sangre empezó a brotar por el glande y se volvió a correr al ver los testículos colgar destrozados fuera de la bolsa escrotal. Adrián hacía rato que estaba inconsciente y ella había perdido el control, su excitación la había llevado demasiado lejos, pensó que lo había matado.

Ana soltó a su marido después de obtener el mayor orgasmo de su vida, él cayó como un saco de patatas sobre su propia sangre, que continuaba brotando de su ser. Ana le tomó el pulso y se alegró al notar el latir del corazón, ahora que había encontrado tanto placer no podía perderlo, tenía que seguir gozando de él.

Se fijó en su pequeño hombre, tenía la cara azul a causa de la falta de oxígeno, ella no se había dado cuenta de que lo hubiera ahogado tanto, una de sus manos estaba al revés, con los dedos doblados de un modo bizarro y casi no se podía identificar la palma del dorso, estaba destrozada, la otra parecía mejor, sólo algunos dedos indicaban mal estado pero, lo peor estaba entre sus piernas. Debía controlarse, no podía dejarse llevar por la excitación y el placer, casi lo había matado.

Aprovechó el estado de inconsciencia en el que se encontraba su hombre, y con hilo y aguja, cosió las heridas más profundas existentes entre las piernas de Adrián, volviendo a colocar lo que quedaba de los hinchados testículos de Adrián en la bolsa escrotal. Al finalizar observó su trabajo, había contenido las hemorragias y había dado forma de nuevo a los genitales masculinos, aunque no podía hacer nada frente las hinchazones y desgarros, ahora no moriría, aún no. Cogió sus destrozadas manos y retorció los huesos para colocarlos de nuevo en su posición natural, al menos así los huesos se soldarían correctamente y podría volver a usar la mano para realizar lo que ella le mandase en el futuro.

Luego lo arrastró cogiéndolo del pelo hasta la bañera y allí lo dejó, con el agua de la ducha cayendo sobre su magullado cuerpo, limpiando la sangre y despertándolo poco a poco. Ella aprovechó para limpiarse su pierna manchada de sangre, había coágulos de sangre y trozos del cuerpo de Adrián pegados a su piel, los limpió cuidadosamente mientras recordaba el inmenso placer que había experimentado mientras llevaba a su hombre hacia la muerte, esa sensación de poder y de fuerza incontenible, la superioridad física frente a Adrián la había hecho llegar dónde nunca había llegado, sólo con recordar la experiencia se excitaba, deseaba continuar pero Adrián necesitaba reposo, así que, tras comprobar que él estaba limpio y ella también, lo abofeteó para despertarlo.

Al recuperar la conciencia Adrián notó un increíble escozor entre sus piernas e instintivamente se llevó las manos a la entrepierna, las cuales se quejaron crujiendo con un profundo dolor, se retorcía gritando con todo lo que sentía. Miró sus manos, hinchadas y fracturadas y sus genitales, hinchados, amoratados, llenos de cicatrices y cosidos con hilo de color rosa. -¡Cállate!- le ordenó Ana pero Adrián no podía evitar gritar por sus sensaciones. -Cállate o te doy otra paliza- repitió Ana en tono amenazante y Adrián calló, miraba a la mujer con miedo en los ojos y con expresión de terror mientras las lágrimas se deslizaban sin remedio por la cara. Ana se excitó al notar su poder frente al hombre, no sintió pena ni lástima por su marido, más bien ganas de volver a golpearlo, violarlo, humillarlo y destrozarlo pero tuvo que reprimir sus deseos, sabía que Adrián no aguantaría vivo otra paliza.

-Acompáñame al dormitorio- dijo mientras abandonaba el cuarto de baño, Adrián no lo dudo e intentó incorporarse pero era tal el daño causado y el dolor que sentía que no era capaz de andar, salió de la bañera arrastrándose con los codos, ya que las manos tampoco las podía usar, si le hubiese hecho caso y hubiera dejado las manos en la espalda no estaría tan mal, pensó Adrián. -¿Vienes o tengo que traerte a patadas?- preguntó Ana desde el dormitorio, a Adrián se le aceleró el pulso y el miedo inundó su cuerpo al imaginarse pateado de nuevo por su mujer. Se arrastró rápidamente por el suelo, ignorando el dolor hasta llegar al dormitorio matrimonial.

Ana se encontraba tumbada en la cama boca arriba, totalmente desnuda y con las piernas abiertas y los brazos apoyados tras su cabeza. Adrián consiguió, tras mucho esfuerzo, subir a la cama y allí se quedó tirado relajándose y acomodándose al lado de Ana. -¿Qué haces?- preguntó Ana irritada -ese no es tu sitio-. Él no lo podía creer, estaba medio muerto y tenía que contenerse para no gritar de dolor y, aún y así, ella no lo dejaba en paz. -Por.. favor... ca...cariño no puedo...- respondió él llorando. -Tu sitio en la cama está entre mis piernas- respondió Ana -dándome placer con tu boca ya que no me lo das con tu polla. ¿O tal vez deseas que haga con tu boca lo que he hecho con tu polla?- La mirada de Ana era fría y escondía un gran deseo.

Adrián tembló de miedo y se acurrucó entre las piernas de su mujer y se vio a él mismo muy pequeño e indefenso, Ana lanzó un jadeo de placer cuando notó la húmeda lengua de su juguete introducirse en su ser, aseguró la cabeza de Adrián fuertemente usando sus piernas como presa, hundiéndolo dentro de ella, devorándolo con increíble deseo. Así pasaron varias horas en las que Ana se corrió innumerables veces en la boca de Adrián y finalmente satisfecha y extasiada se durmió manteniendo la boca de Adrián pegada a su ahora insaciable coño.

Día 4

Ana se despertó la primera, hoy era festivo y pensaba disfrutar de la compañía de su marido, tenía grandes planes para él, miró entre sus piernas y allí encontró la cara de Adrián durmiendo profundamente entre sus piernas, ella estaba cachonda, la situación la excitaba mucho, tener el control, la fuerza y el respeto que ahora su marido tenía por ella. Lo despertó aplastando su cabeza contra su sexo, abrió las piernas todo lo que pudo cuando se percató que Adrián ya estaba despierto, dejando su vagina abierta a escasos centímetros de su cara. -Venga nene- dijo entre risas -Ya sabes lo que toca- dijo mientras entrelazaba los dedos de las manos en su nuca y se preparaba para un buen despertar.

Adrián, sumiso, lamió, chupó, tragó, penetró, acarició, besó hasta que ella llegó al clímax y se corrió en su boca. Lo obligó a tragárselo todo, él tenía que evitar excitarse, ya que el estado de sus genitales le generaba gran dolor con tan solo rozarlos.
Una vez satisfecha pateó a Adrián fuera de la cama, lanzándolo con violencia al suelo. -Prepárame el desayuno- ordenó desde la cama. Él intentó andar pero no pudo, el dolor provocado por sus pelotas al balancearse entre sus piernas le impedía caminar.

-No puedo- respondió entre gemidos y lloriqueos. -¿Sabes una cosa?- respondió Ana -He descubierto el máximo placer al golpearte, me encantaría llevarte hasta la muerte, arrancarte los ojos, la lengua, pulverizar tus huesos entre mis piernas, destrozar tus articulaciones hasta convertirte en un saco de sangre y huesos. Hoy he soñado que introducía tu cabeza en mi coño y que la hacía explotar entre increíbles orgasmos. Cada vez que te pego me corro, cada vez que te humillo me excito. Lo que más placer me da es cuando no quieres obedecer porqué entonces puedo realizar mis deseos ¿Seguro que quieres darme razones para realizar mis deseos? porque no creo que hoy sobrevivas a ello-

Ignorando el dolor y conteniendo sus lágrimas, Adrián se metió en la cocina y realizó el desayuno para su mujer mientras pensaba lo mucho que había cambiado su vida, hacía sólo 4 días, su mujer le temía y se mostraba tierna y dulce ante sus caprichos, todavía recuerda el masaje que recibió en la cama por la misma persona que lo había magullado y levado casi a la muerte. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas ¿cómo había podido ocurrir algo así? Tenía que tomar el control de la situación, volver a dominar la relación y devolverle a su mujer todo el dolor que él sentía, así que, cogió un cuchillo con la mano que podía usar, respiró hondo y esperó a tener el valor suficiente para atacar a Ana.

-¡Hija de puta!- gritó mientras corría con el cuchillo levantado sobre su cabeza en dirección a la alcoba, Ana seguía estirada en la cama, desnuda y sorprendida ante el ataque de Adrián. La estocada fué precisa y potente, demasiado potente para que la destrozada mano de Adrián pudiera sostener el arma, el cuchillo se le escurrió de las manos y el agresor acabó cortándose con su propia arma mientras Ana, todavía inmóvil en la cama y perpleja veía como su inútil marido se autolesionaba al intentar acuchillarla sin éxito.

El cuchillo le resbaló de la mano y lo único que consiguió Adrián fué golpear tímidamente la barriga de su mujer, la rabia lo cegó tanto que lanzó un fuerte puñetazo con la otra mano, sin recordar el mal estado de la misma, la cual se estrelló dolorosamente en las costillas de su objetivo causándole un tremendo dolor, sus huesos crujieron y los ojos de Adrián se abrieron tanto que podrían haber salido de sus órbitas. Ana, no podía creer lo que acababa de ocurrir, su marido se arrastraba por el suelo gimiendo de dolor y con las manos destrozadas, el muy inútil había intentado matarla.

-Nunca deberías haberlo intentado- escupió Ana mientras la rabia invadía su ser. -Voy a hacerte sufrir como nunca nadie te ha hecho sufrir- agregó mientras Adrián suplicaba clemencia y perdón acurrucado en el suelo, llorando y gimoteando como un niño.

Ana pateó el cuerpo de Adrián hasta que le dolieron los pies, luego, cojió las manos de Adrián y con ayuda de un abrenueces empezó a romper todos los huesos de todos los dedos de Adrián, retorció sus muñecas hasta que las sacó de sitio, dislocó sus hombros y usando sus uñas, arrancó la piel de los codos hasta dejar los huesos a la vista, desgarrando los músculos, tendones y venas que encontró a su paso. Adrián chillaba de dolor, la sangre le nublaba la visión pero el dolor era increíble, sus brazos estaban destrozados y ella continuaba arañando su piel y golpeando su cuerpo con una fuerza desproporcionada. Continuó retorciendo sus brazos, los huesos crujían y los brazos se deformaban adoptando posturas imposibles mientras Adrián gritaba indefenso y al borde del desmayo. Una vez acabó de destrozar los brazos de Adrián, Ana continuó con sus piernas, primero clavó sus uñas alrededor de las rodillas de él, hundiendo sus dedos bajo las articulaciones y desgarrando cualquier tejido, moviendo la rótula de sitio, en definitiva, destrozando las piernas mientras Adrián gritaba ciego de dolor, retorció sus tobillos, rodillas y muslos, desgarró tejidos e hizo crujir los huesos de las piernas de Adrián al retorcerlas sin compasión.

-Cuando dejes de gritar pararé- le indicó Ana a Adrián mientras arrancaba los músculos del muslo y desgarraba tejidos con sus uñas. Adrián no podía dejar de gritar, era imposible no gritar mientras te arrancaban la piel y los músculos, era imposible detenerla. "Eres mio hasta que la muerte nos separe" recordaba Adrián mientras su mujer lo despedazaba literalmente. Cuando acabó con las piernas continuó arañando con fuerza su barriga, abriendo profundas y sangrantes heridas por todo su cuerpo. Ana no soportaba más los gritos de Adrián, así que usó sus poderosas uñas para desgarrar el cuello y abrirle la tráquea, pudiendo así arrancar sus cuerdas vocales y conseguir el silencio. Luego observó su obra.

Adrián, o lo que quedaba de él, estaba tirado boca arriba en el suelo, sus brazos y piernas se habían convertido en sacos de piel deformes llenos de increibles heridas que sangraban sin parar, uno de sus pies estaba separado de su cuerpo, arrancado sin compasión, su abdomen estaba abierto en canal y podían verse y tocarse los órganos internos, el aire silvaba por la herida que tenía en el cuello y su mirada era la del animal que sabe que va a morir mientras pide clemencia a su depredador. Esa mirada de miedo mezclada con respeto hizo que Ana se corriera una y otra vez. Se había vuelto a descontrolar y esta vez no había solución, Adrián no podría sobrevivir a los daños causados pero a ella le daba igual, sentía tanto placer que no lo podía dejar así que continuó con su agradable tortura. Aplastó la cabeza bajo potentes pisotones y no paró hasta que la cara de Adrián quedó irreconocible, sin dientes, con la mandíbula fracturada y dislocada, la nariz aplastada y los ojos hundidos en dos charcos de sangre. Se corrió de nuevo al notar que Adrián seguía consciente y al imaginar el dolor y tremendo miedo que debería estar pasando.

-Te voy a liberar del matrimonio- dijo Ana mientras introducía sus manos en el abdomen de Adrián y desgarraba, aplastaba, arañaba, cortaba y arrancaba los órganos internos de Adrián, él seguía vivo cuando su mujer encontró su corazón y lo apretó con fuerza hasta hacerlo explotar mientras sentía el mayor orgasmo de su vida.

FIN

2 comentarios:

Anónimo dijo...

estaba esperando ansiosamente una nueva historia , te agrego en mis blog como link recomendado espero puedas continuar escribiendo este tipo de historias

Womntop dijo...

Gracias por agregarme. Continuaré escribiendo historias, no siempre tengo tiempo para actualizar el blog tanto como me gustaría, pero en ello estoy.