miércoles, 24 de octubre de 2012

Olga - "Ménage à trois"



Ser una mujer sensual tiene sus ventajas, ningún hombre se resistía a su imponente físico, su tersa piel y sus exuberantes curvas. Su mirada, fría y ardiente era hipnótica y profunda. Una mirada que te arrancaba el alma y te dejaba sin iniciativa.

Escondía una personalidad fuerte, dominante y agresiva bajo un cuerpo trabajado con horas de gimnasio y una genética envidiable. En ese local, ella era el lobo con piel de oveja y, los hombres sus presas. Ellos, predecibles e inconscientes del peligro que aquella mujer representaba.

Cuando entraba en un local el silencio se apoderaba del lugar y las miradas de asombro se clavaban en su ser. Podía elegir a cualquiera: hombres y mujeres con tan solo chasquear sus dedos. Era demasiado bella e imponente para ser ignorada. Envidiada y deseada, odiada y perseguida Olga disfruta de su posición de dominio. Su cabeza sobresale por encima de la multitud gracias a su gran tamaño.

Vió a los gemelos y le gustó la idea de montárselo con los dos, un “ménage à trois”. Estaban con dos chicas pero no sería ningún problema. Olga clavó su mirada en los hermanos y al final se encontraron. Sin dejar de mirarlos, humedeció sus labios con la lengua antes de morderlo sensualmente. Los hermanos, hipnotizados, se acercaron a Olga y se olvidaron de sus parejas. Ella no pudo evitar reírse al constatar de nuevo su poder y fuerza sexual. Una mirada había bastado para arrancar a aquellos hombres de sus putas. Su cuerpo era como un imán gigante, como una trampa de luz para las moscas.

Su coño se humedecía mientras ellos se acercaban seguros y confiados hacía aquella belleza casi divina. Notó como sus pezones se marcaban contra el tejido de su blusa. No intercambió ninguna palabra, cuando llegaron a su posición los agarró de la nuca y los besó con furia mientras los envolvía con su cuerpo. Notó como sus pollas se endurecían y las apretó contra sus piernas. Siguió comiéndose sus bocas y frotándose contra sus cuerpos hasta que temblaron entre sus brazos y se corrieron, incapaces de contener tanta sensualidad.

Miró a aquellos hombres y sintió un gran placer al imaginar los acontecimientos que iban a presentarse el fin de semana. Eran justo lo que necesitaba. A veces, necesitaba sentirse follada, rellena de pollas grandes, duras y potentes. rellena de leche caliente. Sentir como cuerpos grandes y potentes, musculados y duros la penetraban con fuerza. A veces le gustaba sentir un hombre capaz de follarla, un hombre como ella. Grande y potente, agresivo y dominante pero sólo a veces y, había otras veces en las que ella es la que follaba, ella es el ser grande, duro y musculado al que satisfacer.

Hoy los gemelos serán las putas de Olga, ella lo sabe, sabe que se los follará y dominará, sabe que jugará con ellos sin parar, sabe que se correrán una y otra vez bajo sus órdenes, sabe que sufrirán y llorarán, sabe que lucharán y suplicarán, sabe que intentarán escapar incapaces de satisfacer su hambre sexual, y también sabe que serán suyos todo el fin de semana por mucho que lloren, griten o supliquen... todo eso la excita todavía más.

¿Porqué los hombres son incapaces de ver el peligro cuando éste se presenta en forma de mujer? ¿Qué parte de su minúsculo cerebro no les permite ver el peligro en un cuerpo como el de Olga? ¿Porqué un hombre de 1,70m. y 60 kilos de peso no se siente amenazado ante una mujer de más de 2 metros de altura, 90 kilos de peso, atlética , musculosa y decidida? Olga no tenía respuesta a esas preguntas pero le gustaba que los hombres fueran así de “ciegos”. Era más fácil para ella atraerlos a sus redes y poseerlos, romperlos y usarlos para alimentar su sadismo y necesidades sexuales.

Olga rodeó con sus brazos a los gemelos y los apretó contra su cuerpo. Sus pezones se endurecieron al notar las cabezas de los hombres prietas contra sus tetas. Salió del local con un hombre debajo de cada brazo, sus pezones seguían duros y su coño húmedo.

Dirigió sus pasos a un hotel cercano y, a los pocos minutos entraba en la habitación con sus dos “hombres” todavía agarrados a sus costados. Sus pezones se endurecían a cada paso y los hermanos, excitados ante la expectativa que se presentaba no veían como el lobo los llevaba al matadero.

La puerta se cerró, dejando a los 3 sólos en la habitación. Olga sonrió y aumentó la fuerza de sus brazos. Sus músculos se endurecieron y los bíceps crecieron alrededor del cuello de los gemelos. Los hermanos notaron como aquellos brazos se cerraban alrededor de su cuello. Se impresionaron al notar la fuerza y dureza con la que sus cuellos eran aplastados. Intentaron, sin éxito, abrir aquellos brazos que les impedían respirar. Sus incrédulos dedos descubrieron unos músculos mucho más grandes, duros y definidos de lo que esperaban. Olga disfrutaba y sonreía mientras les robaba el aire.

Aumentó su presión, clavando sus bíceps en la débil piel de los hermanos mientras los notaba retorcerse inútilmente. Estiró su cuerpo y tensó sus músculos, los pies de los hombres se separaron del suelo y empezaron a moverse frenéticamente mientras intentaban liberarse de aquella presión que los impedía respirar. Intentaron liberarse, gritar, golpear y apartarse de aquella agonía pero, sus esfuerzos eran insignificantes al lado de la poderosa amazona.

Ella los apretó con más fuerza contra su cuerpo. Los mantuvo así, extrangulados hasta que, inconscientes, dejaron de moverse. Otro orgasmo recorrió su cuerpo y notó como sus pezones luchaban por cortar la tela que los oprimía. Relajó sus músculos y liberó a los dos hermanos que cayeron al suelo como dos sacos de patatas.

Se sirvió una bebida, encendió un cigarro y se sentó en la cama, observando a los 2 cuerpos mezclados en el suelo. Dejó que sus dedos se perdieran entre sus piernas mientras se masturbaba imaginando lo que haría con ellos. Eran pequeños, blanditos y débiles como niñas pero tenían un cuerpo de jóven adolescente que la ponía a cien.

Los hermanos recuperaron la conciencia casi a la vez segundos después que Olga se llevara a si misma al orgasmo. Miraron a su alrededor extrañados y se quedaron congelados al ver a aquella mujer mirarlos fijamente desde la cama. Antes de poder abrir la boca. Olga les ordenó de manera seca y autoritaria que se desnudaran.

Daniel y David (nombre de los gemelos) se mostraron indignados y enfadados. Se levantaron y entre insultos e improperios se marcharon de aquella habitación o, al menos eso intentaron ya que, la puerta no se abría. Estaba cerrada con llave.

Daniel (o David) se dirigió a la mujer y la amenazó con usar la fuerza y la violencia si no les abría la puerta y los dejaba marchar. Agregó que iban a denunciarla a la policía.

Olga se levantó de la cama y la garganta de los gemelos se secó de repente al recordar de nuevo lo grande que aquella mujer era. Los hermanos parecían niños al comparar sus tamaños. Olga se acercó lentamente a los enfadados muchachos y, sin mediar palabra, empezó a abofetearlos, golpearlos y patearlos durante un buen rato por toda la habitación. Los hermanos no podían hacer nada para defenderse de aquella fuerza superior.

-¡Desnudaos!- ordenó de nuevo la mujer autoritaria y, esta vez los dos hombres acataron la orden sin rechistar. Aquella mujer acababa de darles una paliza casi sin querer y ellos no habían podido hacer nada para evitarlo. Su físico era muy superior. Los hermanos ya no veían a aquella mujer como una montaña de tetas y culo extremadamente sensual, ahora la veían como una montaña de músculos y fuerza extremadamente peligrosa.

Olga se acercó a ellos mientras retrocedían asustados. Ella notaba como sus pezones se endurecían de nuevo al leer el miedo en aquellos “hombres”. Los gemelos retrocedieron hasta que una pared les impidió seguir huyendo de la amazona.

La mujer se detuvo a pocos centímetros de los hermanos con las manos apoyadas en su cadera y los miró. Temblaban acorralados contra la pared mientras observaban como los pezones de aquella mujer (situados directamente frente a sus ojos) se endurecían y marcaban contra la tela de la blusa. Aquella mujer estaba exitada, no había duda.

La mujer los obligó a desnudarla lentamente, con algunas prendas; Olga los obligó a humillarse todavía más. Daniel (o tal vez David) tuvo que arrodillarse entre sus piernas y sacarle las bragas con la boca mientras su hermano le besaba los pies.

Olga aplastó a los hombres contra la pared usando su peso y los obligó a lamer y chupar sus pezones. Castigó sus cuerpos cada vez que uno de ellos la tocaba con sus manos. Sólo podían tocar lo que ella ordenara cuando ella lo ordenara. A ambos les quedó claro el mensaje y no volvieron a colocar sus manos sobre la piel de aquella mujer.

Apretó sus muslos entre sus piernas, frotando su sexo mientras ellos seguían chupando y lamiendo sus tetas tal y como ella había ordenado. Notó como las pollas se endurecían y se corrió al sentir como sus pollas escupían semen blanco y caliente sobre sus muslos.

Los obligó a arrodillarse frente a su ser y les ordenó que usaran su lengua para limpiar su muslo y tragar su semen. Ellos se rebelaron y ella tuvo que utilizar de nuevo la fuerza para someterlos. Golpeó aquellos cuerpos débiles y patéticos que lloraban y suplicaban perdón como niños mimados hasta que acataron la orden y, sumisos, se tiraron a sus pies con la intención de chupar y lamer cada centímetro de su piel si así lo deseaba.

Los hermanos chuparon su piel y tragaron su semen mientras la mujer los observaba con soberbia y hundía los dedos en su húmedo sexo. Los obligó a continuar chupando y lamiendo todo su cuerpo mientras ella disfrutaba viéndolos llorar y temblar entre sus piernas inundados por el terror que su presencia les provocaba.

Su coño ardía en deseo así que los montó, colocó a David (o Daniel) en el suelo y se colocó sobre él, introduciendo su pollita en su generoso órgano sexual y obligó al hermano a situarse detrás de ello y penetrarla por detrás. Quería sentirse llena de pollas pero, aquellos hombres eran demasiado poco hombres y, aquellas pollas no eran lo suficientemente duras para penetrarla. Se doblaban y retorcían, incapaces de superar la dureza de su sexo.

Los hombres lloraban y suplicaban mientras sus pollas eran aplastadas, dobladas y presionadas entre las piernas de aquella mujer. Era demasiado mujer para aquellos hombres. Demasiado dura, potente y grande para aquellas pollas blanditas y pequeñas. Notó como las pollas se asustaban y encojían incapaces de penetrarla, aquello no iba a funcionar.

Fustrada y enfadada castigó el cuerpo de aquellos hombres retorciéndolos dolorosamente contra su cuerpo. Ellos lloraban y gritaban mientras sus huesos crujían y se partían incapaces de soportar la terrible presión que los titánicos músculos de la amazona podían generar sobre sus débiles cuerpos.

Decidida a disfrutar, se abrió de piernas y ordenó a uno de ellos (da igual quién, eran iguales) a hundir su cabeza y lamer su coño. Lo rodeó con sus piernas y lo apretó contra su sexo. Al otro lo presentó frente a su cara y se comió su polla. Ahora si, ahora gozaba. Podía notar como su coño se deshacía de placer al frotarlo contra la cara de aquel hombre mientras saboreaba la polla de su hermano.

Los dos hermanos estaban totalmente indefensos en manos de aquella cruel amazona. David tenía graves problemas para respirar y notaba como su cabeza era aplastada dolorosamente contra su hambriento sexo. Los muslos que rodeaban su cabeza eran grandes como su torso y duros como el acero. No tenía ninguna oportunidad de liberarse así que, chupaba y lamía, moviendo su lengua frenéticamente para mantener contenta a su captiva.

Daniel no estaba en mejor posición. Aquella mujer lo tenía inmovilizado e indefenso mientras se comía su polla con ansia y agresividad. Rodeaba su torso con uno de sus brazos, manteniendo sus brazos inmóviles en sus costados mientras, con el otro brazo lo agarraba de las piernas y lo mantenía totalmente controlado.

El tiempo pasaba lento y los dos hombres sufrían impotentes las agresiones sexuales de aquella mujer. David notó como el ritmo aumentó y como aquellos muslos se cerraban cada vez más alrededor de su cabeza, hundiendo su cara dolorosamente contra aquel, cada vez más dilatado, coño. Olga tembló y David tragó sus orgasmos, y gritó al notar como aquellas piernas se cerraban con más fuerza y hundían su cara entre las húmedas paredes de su sexo.

Daniel explotó en su boca y Olga saboreó hasta la última gota de semen. Su experimentada lengua no dejó que aquella pollita se arrugara y continuó chupando aquella polla ignorando las quejas y sollozos del hombre. Siguió chupando la polla de Daniel y apretando la cara David contra su coño con furia mientras los orgasmos recorrían su cuerpo.

Daniel volvió a correrse una y otra vez en la boca de aquella mujer que lo ordeñaba hasta la última gota. Olga gozaba perdida en un mar de placer. Notaba los cuerpos de aquellos hombres retorcerse indefensos bajo su poder. Sometidos a sus perversiones mientras los exprimía con sus músculos. Se corrió de nuevo al notar las lágrimas de aquellos hombres deslizarse por su piel.

La polla que tenía en su boca ya no se ponía dura. Necesitaba otra polla fresca. Intercambió las posiciones de los gemelos y colocó a Daniel entre sus piernas mientras chupaba la polla de su hermano. Daniel sintió terror al notar como las piernas se cerraban dolorosamente alrededor de su cabeza y su cara era aplastada contra aquel signo de feminidad.

Olga disfrutó al notar de nuevo una polla válida en su boca. Chupó y tragó de nuevo mientras sus caderas se movían frenéticamente frotando la cara del hombre agresivamente contra su ardiente coño. Disfrutó de generosos orgasmos hasta que aquella polla se convirtió en un pellejo inútil (igual que su hermano).

Volvió a intercambiarlos y así lo hizo, una y otra vez, corriéndose en sus caras mientras les gastaba la polla. Tras varias horas de agresión sexual aquellas pollas ya no crecían. Había sido tanto el abuso que las pollas sangraban, abusadas.

Olga necesitaba otro orgasmo. Colocó la cabeza de los dos gemelos entre sus piernas, uno directamente frente a su insaciable órgano sexual y, el otro, apretado contra su culo. Se frotó contra sus caras, usándolas como dildos y no se detuvo hasta que se corrió salvajemente sobre las caras de sus víctimas.

Olga disfrutó durante un rato de los orgasmos que recorrían su piel y, finalmente se puso de pie y miró a los 2 hermanos que se revolvían a sus pies semi-inconscientes. Sus pollas estaban irritadas y llenas de heridas. Ambos tenían la nariz deformada y sangraban. Uno de ellos tenía una expresión rara. Olga le había partido la mandíbula entre orgasmos.

Aquellos hombres tenían muy mala pinta y sólo había pasado un día. Era imposible que le duraran todo el fin de semana. Olga se enfadó, esos hombres le tenían que durar algo más y ya estaban destrozados. Debía abandonar sus planes y cancelar la diversión para este fin de semana.

Patéticos hombrecillos de mierda, pensó. Sentía como su coño despertaba de nuevo, hambriento de sexo y allí solo habían dos sacos de carne incapaces de darle placer. Tenía que castigarlos. Estaba enfadada y lo tenía que pagar con ellos.

Cogió a Daniel y lo colocó en la cama boca abajo. Luego colocó a su hermano encima, también boca abajo y los abrió bien de las piernas. Una sonrisa cruel se dibujó en su cara al ver aquellos culitos vírgenes: SIII, eso iba a hacer, iba a penetrarlos. La máxima humillación que un hombre puede tener.

Olga abrió el bolso y allí estaba, su “pequeño” compañero de diversión. Solo lo utilizaba con mujeres pero, hoy haría una excepción. Se colocó correctamente el strap-on dildo y sintió como sus pezones se endurecían ante la expectativa.

Sin miramientos, caricias ni dulzura, Olga hundió su polla de goma en aquellos cuerpos y los desvirgó. No paro hasta que se corrió una y otra vez y, finalmente, se sintió saciada (por hoy).

Obligó a que los hermanos chuparan y limpiaran el dildo antes de guardarlo y desaparecer de la habitación.

Los hermanos fueron encontrados el día después por el servicio de limpieza del hotel y fueron ingresados rápidamente en un hospital, donde estuvieron ingresados 2 semanas antes de poder volver a casa llenos de heridas y traumas que nunca cerrarían.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La Deuda

Las cosas no pueden ir bien cuando debes dinero a una prestamista de la mafia Rusa.


Había acabado el plazo y sabía lo que tenía que hacer. Irina forma parte de una familia de origen ruso y, entre otras cosas,hacen de prestamistas. Ella misma había sido quién había conseguido el dinero para Jennifer, una conocida del barrio con la que había salido de fiesta algunas veces.

A Irina no le gustaban esas cosas. Su familia se había enfadado con ella por haberse dejado engañar. Llevaba tiempo buscando a Jennifer, al principio no pensaba mal pero, con el paso de los días quedó claro que Jennifer la estaba evitando y no le quería devolver el préstamo. Aquello hizo enfadar a la rusa pero, tenía claro que conseguiría el dinero.

Jennifer disfrutaba mientras su marido la penetraba con su polla dura y caliente. Jennifer se concentró y disfrutó de cada segundo de placer. Jonathan era un hombre caliente y sexual pero, solía acabar rápido por ello, ella se concentraba en disfrutar de cada momento.

Jonathan tenía a su mujer apretada contra su cuerpo mientras la perforaba con placer.

-¡Oh si nena!-

-¡No pares, sigue, sigue...!-

Jonathan notó como llegaba el momento y se corrió, Jennifer no había llegado, no siempre llegaba. Su marido se derrumbó sobre ella. Había faltado poco.

-Me voy a la ducha- le informó antes de levantarse de la cama.

Jennifer se quedó en la cama y aprovechó ese momento para tocarse y disfrutar.

Irina revisó que la dirección era correcta y accedió a la portería. La escalera era vieja, sin ascensor y con pocos vecinos. Al parecer, Jennifer vivía en el último piso.

Sus dedos jugaban con su clítoris mientras el placer recorría su cuerpo, el orgasmo llegó rápido y potente. No pudo evitar cerrar los ojos y disfrutar de aquel momento.

-DING DONG-

Jennifer se levantó, se tapó con una bata y se dirigió a la puerta. No pudo evitar sorprenderse al ver a la rusa en la puerta de su casa. Le impresionó también la altura de aquella rubia que, calzada con zapatos de tacón le sacaba más de una cabeza.

-¡Irina! ¿que coño haces aquí?- le preguntó de malos modos

-Vengo a recuperar mi dinero- respondió la Rusa mientras apartaba a Jennifer y se metía en la casa.

A Jennifer no le gustaron los aires con los que la rubia había aparecido en su casa.

-No tengo el dinero aquí!- respondió la mujer -vete de mi casa, ya te lo daré en otro momento- agregó mientras mantenía la puerta abierta, invitando a la “visita” a abandonar la casa.

Irina se acercó a la mujer y cerró la puerta a la vez que apretaba a Jennifer contra la pared con su cuerpo.

-No me voy a ir- indicó Irina enfadada
Jennifer se notó pequeña e intimidada por aquella mujer que la mantenía inmóvil contra la pared. Podía notar su cuerpo aplastado, no se sentía cómoda.

-Te daré el dinero cuando quiera- dijo Jennifer enfadada a la vez que empujaba a la rusa y se la sacaba de encima.

Irene sabía lo que tenía que hacer. Rápida se avalanzó sobre la mujer y, ambas rodaron por el suelo luchando por someter a la rival.

Jennifer no tenía miedo, nunca lo había tenido pero...Irina era mucho más fuerte de lo que había calculado. A los pocos segundos Irina había inmovilizado a la morena y la abofeteaba una y otra vez llena de rabia y furia.

-¡Dame mi dinero!- ordenó la rubia mientras golpeaba a su víctima.

Jennifer no podía hacer nada, las largas piernas de la Rusa la habían rodeado y la mantenían indefensa mientras la seguía golpeando.

Jennifer lloró impotente mientras Irina la golpeaba.

La rusa se incorporó y la agarró de la bata, la levantó y la zarandeó. Nunca antes Jennifer se había sentido tan inferior e indefensa ante nadie.

Irina lanzaba su cuerpo una y otra su cuerpo contra el mobiliario. La lanzaba, la recogía, la levantaba y la volvía a lanzar con furia contra el suelo. La bata cedió y se deshizo entre los dedos de Irina, dejando a Jennifer sollozando desnuda en el suelo de su salón.

-Ahora dame el dinero o te reviento- ordenó la Rusa mientras miraba con desprecio aquel cuerpo que se acurrucaba desnudo y tembloroso a sus pies.

Humillada, Jennifer intentó tapar su desnudez y miró con rabia a aquella mujer que, en pocos segundos la había sometido y humillado como nunca.

-¡Jódete zorra! nunca tendrás tu dinero- Escupió Jennifer con odio en los ojos.

Irina, viendo que tenía “trabajo” por delante se quitó el vestido (antes de que se rompiera), quedándose en ropa interior y se lanzó de nuevo contra Jennifer. Consiguió de nuevo, casi sin esfuerzo, inmovilizar a la morosa entre sus piernas mientras retorcía sus pezones, estiraba sus pechos y torturaba a aquella mujer.

-¿¡Qué coño está pasando aquí!?- gritó Jonathan al ver aquel espectáculo en el salón de su casa.

-Suelta a mi mujer zorra- ordenó con rabia mientras agarraba a la rusa del pelo y tiraba de ella, liberando a su mujer.

-¡Dale su merecido a esta puta asquerosa!- gritó entre lágrimas su mujer.

Irina, sorprendida por el ataque no pudo evitar que aquel hombre la inmobilizara bajo su cuerpo. Jonathan tenía la ventaja y había inmobilizado a la Rusa, la tenía cogida de las muñecas, manteniéndola controlada contra el suelo.

-¡Dale su merecido!- gritó Jennifer

-La muy zorra se merece lo peor- agregó -Destrózala y violala, que no quede nada de ella.-

-¿Has oido? ¡eh!- preguntó el marido -Primero te voy a destrozar y luego te humillaré y acabarás chupando mi polla y tragando mi leche- agregó furioso.

Irina escupió algo en Ruso y acto seguido tensó su cuerpo y luchó contra aquel hombre.

Incrédulo, Jonathan fue incapaz de mantener los brazos de la Rusa apretados contra el suelo; poco a poco los músculos de aquellos brazos se hincharon y dotaron a Irina de la fuerza necesaria para contrarrestar el peso de Jonathan.

Él aumentó la presión y apretó los dientes pero, los brazos de la rubia iban ganando terreno poco a poco y, cada vez, estaban más lejos del suelo.

Jonathan apretó con todas sus fuerzas pero estaba siendo vencido por la Rusa. De repente, la rusa liberó sus muñecas con un rápido tirón y rodeó el cuerpo de Jonathan con brazos y piernas, apretó sus dientes y tensó todos sus músculos, constriñendo el cuerpo del hombre que gritó y pataleó pero no pudo liberarse del dolor.

Irina continuó apretando y retorciendo aquel cuerpo durante interminables minutos mientras Jennifer miraba la escena incapaz de creer lo que estaba viendo.

Jonathan se sentía aplastado contra el cuerpo de la Irina. Su cabeza estaba siendo enterrada entre los pechos de la mujer y cada vez le costaba más respirar. Notaba como los duros músculos de Irina se cerraban lentamente alrededor de su cuerpo. No podía hacer nada para evitarlo. Intentó gritar pero no quedaba aire en sus pulmones. Su visión empezó a nublarse mientras notaba como su cuerpo crujía incapaz de contener tanta presión.

Irina alivió la presión justo antes de que Jonathan perdiera la conciencia y se levantó, Jonathan se quedó en el suelo recuperándose mientras sus ojos miraban al techo y su cuerpo recuperaba el color.

-Tienes un hombre patético- dijo la Rusa mientras posaba desafiante ante los ojos de Jennifer con un pie en el cuello del marido.

-Puedo aplastarte como una cucaracha- agregó mientras aumentaba la presión y le aplastaba el cuello.

Jennifer no podía permitir aquello y, armada de valor se lanzó contra Irina sin ningún plan de ataque. La rabia la dominaba.

Consiguió tirarla al suelo pero, tras un forcejeo breve, la rusa entrelazó su cuerpo con el de la chica y utilizó de nuevo su fuerza y técnica para retorcer y torturar aquel cuerpo. Jennifer gritó y lloró, indefensa bajo la potente mujer.

Recuperado, Jonathan, aprovechó aquel momento para atacar de nuevo a la Rusa. Irina cayó y luchó, ahora luchaba contra los dos. Los tres cuerpos rodaron por el suelo entrelazados, forcejeando para conseguir el control.

Irina rodeó el cuello de Jennifer con su potente brazo y tensó sus músculos, aplastando a la mujer mientras, con sus piernas rodeaba el cuerpo del hombre y lo presionaba contra su sexo.

Disfrutó de aquel momento de dominio total. La pareja estaba indefensa bajo su poder. Tensaba y relajaba sus brazos y piernas, generando gran dolor en sus víctimas. Notó la cara de Jonathan apretada entre sus piernas y empezó a excitarse. Le excitaba dominar y ahora dominaba.

Liberó a la mujer y observó como se alejaba gateando y tosiendo. Jennifer se dejó caer en una esquina y miró con perplejidad a aquella mujer que se frotaba contra su marido.

Irina la miró fijamente con sus ojos azules mientras utilizaba el cuerpo del hombre para su placer. La Rusa se levantó y se plantó frente a Jennifer con los puños en las caderas y las piernas ligeramente separadas.

- ¡Quítame la ropa!- ordenó Irina, pero Jennifer la ignoró o tal vez estaba demasiado asustada para reaccionar.

Irina agarró a su víctima del pelo y la abofeteó durante varios minutos.

-¡Desnúdame!- ordenó de nuevo. Jennifer, temblaba y lloraba, incapaz de soportar aquello. Su hombre vencido en medio de la sala y ella arrodillada frente a la mujer que los agredía, incapaz de hacer nada.

La Rusa volvió a golpearla una y otra vez hasta que Jennifer asintió y le quitó la poca ropa que cubría su blanca piel. Irina se giró, mostrando su culo perfecto ante la vencida mujer. -Bésalo- ordenó con una sonrisa y Jennifer acató.

-Yo voy a destrozar, humillar y violar a tu “hombre”- agregó Irina mientras se agachaba y le arrancaba a Jonathan los gallumbos, dejándolo totalmente desnudo.

Jonathan luchó pero no podía con Irina. En un momento lo tenía retorcido como un prétzel y lo hacía gritar de dolor.

-Voy a enseñarte lo patético y ridículo que es tu hombre-

Irina obligó al hombre a colocar los brazos cruzados sobre su cabeza y se sentó sobre su cara, rodeando su cabeza con sus piernas e inmobilizando sus brazos. Usó sus pies para colocar la cabeza de Jonathan allí donde quería y con sus manos separó sus posaderas y hundió la cara del marido entre sus piernas. No pudo evitar soltar un gemido de placer al notar su cara contra su sexo.

-Ahora chupa- ordenó la Rusa pero Jonathan no quería cooperar

-Qhm pf fodpffh- gritó el hombre con todas sus fuerzas mostrando resistencia. Irina tensó sus piernas y notó como la cabeza se hundía entre sus piernas, aplastando su cara contra su sexo, impidiendole respirar.

Irina mantuvo esta posición un largo rato e ignoró los movimientos y pataletas de aquel hombre. Se quedó allí, ahogandolo con su sexo mientras miraba fijamente a aquella mujer temblorosa y patética que lloraba impotente ante lo que sucedía en su casa.

La Rusa relajó su presión y Jonathan consiguió respirar. Tomó varias bocanadas antes de que los muslos de la rubia volvieran a cerrarse con fuerza alrededor de su cabeza, ahogándolo de nuevo contra su sexo.

Irina repitió tal tormento varias veces, sin dejar de mirar fijamente a Jennifer, que seguiía temblando y llorando.

-Chúpame el coño si no quieres morir ahogado entre mis piernas- ordenó de nuevo la Rusa y, esta vez, Jonathan lamió con ganas aquel coño mientras las lágrimas de humillación recorrían sus mejillas. Irina disfrutó aquel momento. Luego, todavía sentada sobre la cara del hombre, agarró a la morena la rodeó con un brazo y la apretó contra su cuerpo mientras, con la otra mano le acariciaba el coño y la penetraba con sus dedos.

Jennifer intentó defenderse pero, de nuevo, la Rusa consiguió inmobilizarla entre sus brazos y continuó saboreando aquel cuerpo.

Se llevó el pecho de Jennifer a la boca y chupó y lamió el pezón mientras su mano se hundía en las rosadas paredes de su víctima. Jennifer gritaba de dolor y placer mientras aquella mujer la humillaba y violaba sobre su hombre.

-Mmmmh ¡que rica!- agregó -No pares de chuparme el coño- le indicó al hombre que tenía enterrado entre sus piernas mientras ella seguía lamiendo, chupando y perforando a la mujer.

Aumentó su excitación y, con ello su cadencia. Sus caderas se movían frenéticamente frotando su sexo contra la cara del hombre mientras lo mantenía apretado con fuerza entre sus piernas. Su lengua jugaba con los pezones de la mujer y saboreaba cada parte de su piel mientras, frenética, movía su mano rápidamente dentro y fuera.

Notó como llegaba el placer, cerró los ojos y aumentó la cadencia. Podía notar como se acumulaba la tensión, faltaba poco para disfrutar de un generoso horgasmo, de aquellos que se disfrutan pocas veces. Su mano seguía jugando con el sexo de la mujer, dilatando y inspeccionando aquellas húmedas cavernas.

Jennifer no se lo podía creer pero, notó como las sensaciones se acumulaban y, de repente, explotó un orgasmo que la hizo disfrutar, gozar y relamerse en los brazos de aquella mujer. Irina también se corrió con fuerza sobre la cara de Jonathan y milo espasmos recorrieron su cuerpo.

Irina se levantó y miró aquellos cuerpos semi inconscientes que se revolvían en el suelo, sometidos por un gran placer y dolor.

-Mañana volveré a por mi dinero- agregó antes de vestirse y desaparecer de aquella casa.





miércoles, 16 de mayo de 2012

La madrastra de Blanca

Blanca tenía una buena vida. Era hija única de una pareja adinerada, vivía en una gran mansión con servicio y disfrutaba de todos los caprichos.
Era una niña feliz en un mundo feliz y todo iba bien hasta que las desgracias empezaron a brotar.
Con 9 años y a causa de un accidente de tráfico, su madre murió y su padre perdió la movilidad en la parte inferior del cuerpo.
Al poco tiempo, su padre, volvió a casarse con una jóven deportista.

A Blanca nunca le gustó aquel cambio en su vida, no habían pasado ni 6 meses entre la muerte de su madre y la boda de su padre con Elena, nombre de la nueva “mama” de Blanca.
La odiaba, era una mujer joven y extremadamente guapa, para ella, estaba claro que su interés por su padre era puramente financiero ya que su padre disponía de una pequeña fortuna.
Las discusiones eran normales en aquella casa tras la entrada de la nueva mujer. Blanca no soportaba a Elena y odiaba a su padre por haberse olvidado tan rápido de su madre. Las relaciones eran frias y distantes. Su padre se pasaba la mayoría del tiempo con Elena y ella se sentía abandonada y olvidada. Suerte que la compañía de sus amigos, hacían su vida más agradable.
A los 11 años, una nueva tragedia la sacudió. Su padre murió en la cama, víctima de un ataque cardíaco.

Elena pasó a ser el tutor legal de Blanca, pese a las quejas de la niña, que culpaba a su madrastra de las desgracias acontecidas. En ese momento la vida de la pequeña Blanca cambió de repente.
Antes de la muerte de su madre, era una niña consentida y mimada, que tenía una vida feliz y repleta, ahora, tras la muerte de su padre; Elena había tomado el control (al no tener más familiares) y su vida había cambiado.

La deportista había echado a todo el servicio y obligaba a la niña a cumplir sus órdenes, la pequeña tenía que realizar todas las labores de la casa. Tenía prohibido verse con sus amigos y era golpeada por parte de su madrastra siempre que se quejaba o, símplemente no llegaba a los niveles exigidos por Elena.

Blanca siempre había odiado a aquella mujer, ahora la aterrorizaba. Sentía verdadero miedo y temía por su integridad física. Aquella mujer era grande y fuerte pero, tras la muerte de su padre, dedicaba todavía más tiempo y esfuerzo levantando pesas y trabajando músculos. Cada día era más grande y fuerte que el anterior, cada día sentía más miedo.

Así pasaron los años, Convertida en la esclava de su madrastra, mientras ella soñaba (como en cenicienta) en que algún día llegaría su príncipe azul y devolvería su vida a la normalidad.
Creció barriendo, fregando y planchando mientras centenares de hombres (y mujeres) pasaban por la cama de sus padres y se quedaban horas o días entre las piernas de su odiada y temida madrastra. Pasaba noches en vela a causa de los ruidos y los gritos provinientes de la habitación contigua.

Blanca tenía ya 14 años y se había pasado los últimos 3 sirviendo los deseos de su perversa madrastra. Sólo descansaba cuando Elena tenía que irse a participar en competiciones de Culturismo y Fitness. Fue en uno de esos descansos cuando conoció a un chico llamado Jaime.

Jaime era 4 años mayor que ella, con lo que ya había llegado a la mayoría de edad. Pese a su diferencia en años, la vida había echo madurar a Blanca y ambos se sentían atraídos pero, Blanca temía las represalias de su madrastra, tenía prohibido cualquier contacto social y mucho menos uno de tipo sentimental.
Llevaron su relación amorosa en secreto y todo funcionó bien, Blanca sintió de nuevo felicidad en muchos años y se sentía segura y feliz junto a su “príncipe azul”. Nunca le dijo a su chico la verdadera realidad en su casa. Él simplemente tenía prohibido aparecer por allí ya que su madrastra no aceptaría tal relación.

Blanca era feliz (dentro de sus limitaciones) hasta que, un día el timbre de su casa sonó y su alegría se acabó. Al abrir la puerta se encontró con Jaime. Él había ido hasta su casa para declararle su amor de manera abierta, no entendía la razón por la cual debían llevar su relación en secreto y pensó que aquella era la mejor manera de darse a conocer.

Blanca se asustó e intentó que Jaime se marchara antes de que su madrastra se interesara por lo que estaba ocurriendo pero, fue incapaz de convencer a Jaime antes de que Elena apareciera. El chico se quedó impresionado al ver aquel cuerpo, alto y sensual aparecer en la puerta.

La madrastra hizo entrar al jóven en la casa, mostrando una simpática sonrisa y gran amabilidad.
Los tres se sentaron en el sofá y Jaime, ignorando los consejos de su novia; explicó a la sensual (y simpática) madrastra lo mucho que quería a Blanca y que nada ni nadie haría que aquellos sentimientos cambiaran.

La mujer le preguntó acerca de sus sentimientos, sus planes y ambiciones, su edad y arquitectura familiar. Luego preguntó acerca de la pareja: cuánto tiempo llevaban saliendo, dónde se encontraban, cuándo se encontraban, quién lo sabía, etc.
Jaime contestó con sinceridad pese a los apretones y disimuladas patadas de su novia.

La jóven sufría ya que, aquella escena no era natural, su madrastra no se comportaba así, no era simpática ni agradable. Era una bruja cruel y despiadada que sólo pensaba en sus intereses. Todo parecía normal pero Blanca sabía que aquella situación era falsa y no sabía como detenerlo.

Elena, con una gran sonrisa, continuó preguntando a Jaime acerca de su relación con su “amada” hija y, de repente le preguntó si si él era vírgen.

Jaime se sintió incómodo, no esperaba esa pregunta. “¿Ya te la has follado?” agregó Elena al no obtener respuesta por parte de Jaime. Él no sabía qué responder, sonrió y no quiso contestar. Elena, decidida y rápida, abofeteó la cara del muchacho. Jaime se quedó congelado, incapaz de asimilar lo que acababa de ocurrir.

“Que si ya te la has follado” repitió Elena mientras se recogía el pelo. Una táctica muy utilizada para mostrar sus armas. Los ojos de Jaime se clavaron en los bíceps de aquella mujer, grandes, duros y mucho más fuertes y potentes que los suyos. Pudo ver como los músculos de aquellos brazos bailaban mientras la mujer se hacía la coleta en el pelo.

Elena disfrutó al notar esa expresión de incredulidad y ver como el chico miraba embobado sus brazos. La gata había cazado al ratón. Otra bofetada le cruzó la cara y lo devolvió a la normalidad “¡responde!” gritó la mujer enfadada tras cruzarle de nuevo la cara.

Jaime tembló y se tocó la mejilla y tras un incómodo silencio, respondió que no.
“¿Porqué no? ¿Acaso eres maricón?” preguntó inmediatamente la madrastra en un tono más agresivo. Jaime no sabía dónde meterse, aquello se estaba convirtiendo en algo realmente incómodo. “N... no” repondió sonrojado.
“¿Entonces? ¿No te funciona la polla?” agregó la mujer agresiva “¿Nunca te la han chupado?.
Jaime no sabía dónde meterse. “Si, cla...claro que funciona” balbuceó.

“¿Todavía eres virgen?”. Jaime perdió el contacto con los ojos de la mujer, aquellos ojos lo penetraban y lo hacían temblar de miedo. Pensó rápidamente la respuesta y orgulloso respondió: “Si señora, me reservo para Blanca”.

“¿Entonces cómo sabes que funciona? ¿Te tocas como los monos?”, Esta vez no le quedaba salida, para ser consecuente sólo podía responder una cosa: “Si, a veces me masturbo”.
Elena se acercó un poco más al chico y colocó una mano entre sus piernas, acariciándole la polla. “¿Te gusta?” preguntó sensual mientras su mano recorría su falo.

Los ojos de Blanca se abrieron como platos al ver lo que estaba sucediendo. No podía creerlo. Indignada suplicó a su madrastra que dejara en paz a su hombre. Jaime sudaba y temblaba sin saber dónde meterse mientras su polla crecía y crecía bajo las experimentadas manos de la madrastra. Cogió aquella mano e intentó apartarla sin éxito de su zona viril.
Jaime intentó separarse de aquella mujer, liberarse de aquel incómodo placer pero la madrastra lo evitó acercándose más a él, apretando más su cuerpo contra el suyo mientras con los dedos desabrochaba aquellos pantalones y liberaba la polla de aquel muchacho sin que él pudiera evitarlo.

Unas lágrimas secas y dolorosas resbalaron por las mejillas de la jóven mientras veía como su madrastra dominaba a su novio frente a sus ojos. Él la miraba, incapaz de comprender lo que ocurría, suplicando ayuda con la mirada.

Jaime vió las lágrimas en los ojos de Blanca y no pudo soportarlo, rápido y decidido apartó a Elena de un empujón y se levantó del sofá. con la polla dura y los pantalones en la rodilla. “Se acabó, vámonos Blanca” dijo mientras se subía los pantalones.
Blanca sufrió por él. Acababa de despreciar a su madrastra y aquello no era bueno. Blanca la conocía, conocía su furia y agresividad, su maldad y sadismo, intentó decirle que mejor corriera pero no tuvo tiempo.
Elena agarró a Jaime y lo llevó de nuevo al sofá, Jaime luchó contra aquella mujer pero, no era lo suficientemente fuerte para evitarlo, él no era consciente pero aquella mujer era fuerte como 3 Jaimes.

A los pocos segundos de forcejear, Elena tenía a Jaime de nuevo dominado, esta vez había usado su superioridad física y sus trabajados músculos para inmovilizarlo. Jaime no podía creerlo. Él había usado toda su fuerza y determinación para evitar que aquella mujer volviera a humillarlo pero, en segundos y fácilmente, aquella mujer lo había inmovilizado y jugaba con su polla sin que él pudiera hacer nada para evitarlo. Enfadado, tensó su cuerpo, convencido que aquella mujer no podría compensar la fuerza que su cuerpo de hombre podría generar, tensó sus músculos y se esforzó por liberar sus brazos, sacudió su cuerpo y gritó de furia pero no logró escapar.

Elena casi no tuvo que hacer fuerza para mantener a Jaime preso y dominado bajo su poder. Continuó acariciando y frotando su polla. Era un hombre débil, muy débil iba a disfrutar jugando con ellos, rompiéndo a aquel hombre, destrozando al “príncipe azul” frente a los ojos de su doncella. Se rió a carcajadas al ver al chico asustado e indefenso bajo su control.

Lamió la cara del muchacho mientras lo masturbaba con experiencia. “Esta casa es mia, y lo que hay en ella también. Blanca es mia y tú, ahora tambien.” Le susurró la madrastra mientras mordisqueaba su oreja. “Te voy a convertir en mi puta, en mi esclavo personal.”.
Jaime temblaba, incapaz de procesar lo que ocurría, nunca en su vida se había sentido tan humillado e impotente. Sorprendido por la fuerza y dominación de aquella mujer, Jaime empezó a llorar entre súplicas mientras Elena disfrutaba de su poder. “Por favor, déjame ir, no le diré nada a nadie” suplicó Jaime entre sollozos.

Blanca también lloraba al ver lo que su madrastra le hacía a su novio. Elena la miró a los ojos mientras masturbaba a su nuevo juguete “Es tan patético y cobarde como tú” le espetó con una mirada fría y penetrante. “Ahora es mio y lo usaré cuando quiera.”.
La pareja lloraba mientras la culturista disfrutaba dominando aquellos seres patéticos e inferiores. Aumentó el ritmo de la masturbación mientras mordisqueaba la oreja y lamía la cara y el cuello del muchacho ante la impotente mirada de su pareja.

“¡Córrete” le ordenó entre susurros y Jaime, con lágrimas en los ojos se dejó llevar y notó como el placer del orgasmo invadía su cuerpo y, justo cuando iba a eyacular, los dedos de Elena se cerraron fuertemente en su sexo, estrujando la base de su polla y cerrando el paso del semen.
El placer, se convirtió en dolor y Jaime gritó y lloró mientras la mujer le negaba dolorosamente su orgasmo. Nunca antes Jaime había experimentado tal sensación de dolor. Lloró de dolor mientras la mujer reía a carcajadas orgullosa de su actuación y su semen se compimía en sus pelotas, incapaz de ser liberado, generando un gran dolor.
Elena dibujó una gran sonrisa mientras mantenía el cuerpo del muchacho inmóvil y dominado, “¿Duele?” le preguntó con tono sarcástico.

“¿Quieres que te haga otra paja o prefieres que ella te chupe la polla?” le preguntó la cazadora a la presa.
Jaime, incapaz de soportar de nuevo ese dolor negó y, entre sollozos, suplicó perdón y clemencia. Elena se excitó al constatar su dominio sobre aquel muchacho. “Dilo” le ordenó, “Di lo que quieres y lo tendrás” agregó la sádica culturista.
Blanca no podía creer lo que estaba ocurriendo, no creía que su madrastra fuera capaz de tales acciones, era mala pero nunca imaginó que fuera tan sádica, malvada y perversa. “No quiero chuparle la polla” indicó Blanca, no voy a hacerlo, suéltalo le ordenó entre sollozos.

“¡Oh! ¿has oido lo que ha dicho mi hija?” Preguntó Elena mientras con su mano continuaba apretando la polla de Jaime. “Quiere que vuelva a hacerte daño en vez de darte placer. Muy mala chica” agregó entre risas a la vez que iniciaba la masturbación de nuevo.
Jaime, lloró y suplicó que no, que no quería sufrir de nuevo, que por favor se detuviera. “Ya la has oído” respondió cínica “¿Prefieres que Blanca te chupe la polla?” Jaime, incapaz de soportar de nuevo tanto dolor repondió que si, que por favor. “Pero... ella no quiere, prefiere que te haga una pajilla y verte sufrir” agregó entre risas.
Jaime, miró a Blanca con súplicas en los ojos. “Por favor”.
La chica no pudo mantener aquella mirada y apartó los ojos, no iba a dejar que su madrastra la humillara de tal manera, no iba a pasar por el aro. Jaime es quién se había presentado ignorando sus avisos, Jaime era quién no tenía la fuerza suficiente para detener a su madrastra y proteger a su novia, él tenía la culpa de esa situación y no iba a ser ella quién sufriera las consecuencias. Era vírgen, nunca había chupado una polla y no pensaba hacerlo ahora, humillada frente a su malvada madrastra. No iba a darle tal placer.
“Ya ves que zorra” dijo la mujer mientras aumentaba el ritmo y la presión en la polla de su esclavo “No quiere ayudarte, prefiere verte sufrir” agregó entre carcajadas.

Elena miró fijamente a Blanca mientras masturbaba al chico, aumentó el ritmo y la agresividad, golpeando sus pelotas con cada bombeo, haciendo que Jaime gritara de dolor.

“¿Quieres que acabe el sufrimiento?” susurró la agresora “Si quieres puedo obligarla a chuparte la polla... ¿quieres disfrutar de una buena mamada?”. Los ojos de Blanca se abrieron como platos al oír aquella pregunta, asustada por lo que podía ocurrir pero, Jaime era un caballero y no permitiría que algo así le pasara.
“¡Si, por favor!” gritó el chico entre sollozos. a la vez que a Blanca se le detenía el corazón y se quedaba allí petrificada, incapaz de reaccionar.

Elena no esperó ni un segundo, agarró del pelo a la chica y la obligó a arrodillarse entre las piernas del muchacho. “Hombres, todos son iguales, sólo piensan en ellos” le dijo antes de agarrarla por el pelo y hundir su cabeza entre las piernas del muchacho.
La obligó a chupar aquella polla mientras se reía de lo patéticos que eran. “Chupa bien, quiero que se corra en tu boca y que te tragues su leche”.
La culturista mantenía la cabeza de la chica agarrada por la nuca y marcaba el ritmo de la mamada, disfrutaba aumentando el ritmo y hundiendo profundamente la polla del muchacho en la garganta de su mimada y consentida ahijada.
Jaimé sintío de nuevo el placer del orgasmo y Elena también “¡Traga!” ordenó la madrastra, “Chupa y traga hasta la última gota de semen” repitió a gritos mientras mantenía la cabeza inmóvil.

Se levantó del sofá, liberando a los dos cuerpos. Blanca cayó al suelo, tosiendo, llorando y respirando con dificultad mientras Jaime se recuperaba de la eyaculación y recuperaba las fuerzas.
Elena quería acabar de humillar a aquel hombre frente a su novia y sabía perfectamente como hacerlo. Abrió la cómoda y buscó su dildo strap-on más grande, duro y gordo que encontró: largo como un brazo y ancho como un puño. Nunca lo había usado, era demasiado grande y podía provocar muchos daños pero, ahora quería provocar muchos daños, quería destrozarlo delante de Blanca, sonrió antes de desnudarse y colocarse aquel monstruo.

En el salón, la pareja continuaba fuera de juego, recuperándose. Elena apareció de nuevo antes de que pudieran levantarse. Desnuda, con los músculos hinchados y armada con 60 cm de polla se presentó de nuevo frente a la pareja.
“Ahora me toca disfrutar a mi” agregó entre risas. Ninguno de los dos se creía lo que frente a ellos había.
Agarró a Jaime del pelo y lo obligó a arrodillarse. “Ahora chupas tú” le indicó a la vez que introducía la punta de aquel monstruo en la boca del muchacho. Lo agarró con fuerza y tiró de él, hundiendo aquel falo en su garganta. “Oh si”.
Jaime luchó por evitar tal situación pero, de nuevo, no pudo hacer nada contra la superioridad física de aquella amazona.

“Mira como la chupa tu príncipe azul” le indicó a Blanca, quién todavía no había recuperado el aliento.
Jaime hizo lo que pudo pero era imposible introducir aquella polla entera en la boca. “Chupa bien, tu saliba será todo el lubricante que use cuando te la meta por el culo y te folle como a una puta” le dijo la culturista.
Jaime sintió pánico al conocer la noticia. No, eso no, haría lo que ella le pidiera pero no hiba a dejarse violar por una mujer y menos con eso. Lloró y suplicó mientras aquella mujer lo obligaba a chupar aquella polla enorme. ¿Porqué Blanca no hacía nada, porqué no lo ayudaba?

“Entonces ¿No habéis follado todavía?” le preguntó a Blanca pero ella no contestó, la odiaba, siempre la había odiado pero ahora la odiaba más y también lo odiaba a él por haber permitido que ocurriera lo que había ocurrido.
“¿No sabes follar muchacho?” le preguntó divertida mientras otra idea de humillación y dominación se creaba en su cabeza. “Te voy a clavar esta polla profundamente por el culo y no te va a gustar, seguramente te reviente por dentro pero.. si me demuestras que sabes follar te respetaré y no te desvirgaré el culo. Tú eliges: follar como un hombre o ser follado como una puta”.

Blanca no podía creer aquello y, ahora tenía claro que iba a eligir ese cabrón. Intentó correr y uír pero Jaime fue más rápido.
“Lo siento” le dijo antes de tirarla al suelo. Blanca luchó pero no pudo hacer nada para evitar que Jaime la controlara, ella no tenía la fuerza de su madrastra. Ojalá la tuviera pensó en ese momento.

Elena se sentó en el sofá y se masturbó mientras observaba como Jaime violaba a Blanca bajo sus órdenes: primero le ordenó que le perforara el culo, luego el coño del derecho y del revés. Blanca lloraba, chillaba y se maldecía mientras ‘su principe azul’ la violaba delante de su malvada madrastra.
Elena lo obligó a correrse varias veces y a rellenar cada agujero con su blanca y caliente leche de hombre.
“Muy bien hombretón” le dijo la culturista “ven, acércate” ordenó la mujer.

Jaime, cansado y dolorido se acercó a la mujer mientras Blanca se retorcía en el suelo, llorando y maldiciendo su vida. “Por favor, he hecho lo que me has ordenado, déjame ir” le suplicó Jaime mientras se acercaba a ella.
“¿Sabes lo que te he dicho antes? ¿que si te follabas a Blanca no te rebentaría el culo? pues... mentí jajaja”.
Jaime lloró como una niña al oír aquellas palabras y ver como aquella mujer, musculada, agresiva y cruel se levantaba y acercaba a él con aquella polla todavía montada entre sus piernas.

Jaime no pudo evitarlo. Elena lo perforó sin miramientos y disfrutó de generosos orgasmos mientras la sangre brotaba de las heridas internas que, con su enorme polla y agresividad estaba causando en el muchacho.
“Mira a tu príncipe azul” ordenó la madrastra. “Mira lo patético, insignificante e inútil que es”.

Jaime lloraba y sentía como su carne se abría y sus tejidos de desgarraban bajo los embites de aquella mujer. Durante días Elena utilizó a Jaime para su placer. Perforó su cuerpo, retorció sus huesos y aplastó su cara contra su sexo. Lo obligó a lamer, chupar e incluso limpiar sus más íntimos agujeros con su lengua. Le hizo masajear, besar y acariciar sus músculos, besar sus pies e incluso lo utilizó de Water.

Usó también el odio de Blanca, convenció a la chica para que le devolviera la humillación y dolor que Jaime había causado al violarla. Blanca disfrutó violando a Jaime, usó una polla de goma y Elena disfrutó mucho del espectáculo.

El último día lo pasó torturando aquel cuerpo. Lo aplastó bajo su superioridad física, lo usó de saco de boxeo y antes de dejarlo ir lo obligó a lamer por última vez su culo.

A raíz de aquella experiencia, Blanca odió a los hombres y trabajó duro para tener un cuerpo fuerte y musculoso, capaz de dominar a los hombres y protegerla de ellos. No la volverían a violar.

FIN