viernes, 23 de enero de 2009

4 días

Día 1

Adrián está haciendo el amor con una chica, gozando y gimiendo, disfrutando del dulce tacto de su piel mientras introduce una y otra vez su gran verga por el suave culo de Gloria.

Ella gime de placer y grita de dolor al sentirse perforada una y otra vez por la verga grande y dura de Adrián. Sus cuerpos se funden en un orgasmo de placer mientras sus gritos desgarran el silencio de la habitación.

La dulce leche de Adrián rellena el culo de Gloria hasta rebosar, luego, Adrián retira su húmeda polla del negro agujero y la introduce en la jugosa boca de Gloria, obligándola a chupar y limpiar todos los fluidos que resbalan por su piel.

Al finalizar, Adrián le indica a Gloria que deberá marcharse ya que es tarde y su mujer no debe encontrarlos en dicha situación, ella acepta la orden suspirando y se viste mientras Adrián la observa desde la cama.

-¿Vamos a estar siempre a escondidas? - Pregunta ella mientras se ajusta la falda. - Ya sabes que tú eres mi chica, se lo diré cuando llegue el momento. - Responde Adrián mientras enciende un cigarro. -¿Cuándo llegará ese momento?- pregunta ella.

Adrián indica a Gloria que se acerce lo suficiente como para poder tocarle el culo. - Tú eres mi culito preferido- Responde él mientras da un cachete en el dolorido culo de Gloria. -¡Ahora vete antes de que nos encuentre! mañana nos vemos a la misma hora-

Las dudas revolotean en la cabecita de Gloria mientras sale de casa de Adrián, ¿dice la verdad, o sólo quiere sexo de mi? ¿Me está usando? Las preguntas cada vez tienen menos respuestas, sólo sabe que le duele el culo, Adrián siempre le da por culo.

Cuando Ana llega se encuentra a Adrián sentado en el sofá, mirando la tele y bebiendo una cerveza. -¡Hola amor!- dice ella mientras deshace la bolsa del gimnasio. -¿Cómo ha ido el día?- pregunta ella -Como todos- responde él sin dejar de mirar la tele.

Tras guardar y tender las cosas, Ana se dirige hacia el sofá, dónde Adrián sigue inmóvil. -Hoy me he depilado entera- le dice mientras se sienta a su lado. -He pensado que tal vez.. ya sabes... podríamos hacer cosas de mayores- dice ella mientras acaricia la pierna de Adrián. -No me apetece ¿sabes?- responde Adrián de mala gana mientras retira la mano de Ana del contacto con su pierna.

Dolida y rechazada, Ana se levanta enfadada y se dirige a ningún sitio. -¿Sabes? te pasas todo el día en casa tocándote los huevos, tal vez podrías, a veces, planchar, fregar o hacer algo-. Grita Ana indignada. -No estoy de humor, he estado todo el día buscando trabajo y no he encontrado nada.- responde él mientras se enciende un cigarro.

-Cuando te conocí eras un chico simpático, agradable y guapo que se preocupaba por las cosas, tenías un buen trabajo y un buen cuerpo de gimnasio, ahora no tienes nada de eso, dejaste el trabajo, el gimnasio y ya no haces nada aparte de quedarte tirado en el sofá día tras día bebiendo y fumando mientras yo trabajo fuera y dentro de casa, mantengo mi cuerpo en forma para tí y te pago los vicios.

-¿Que mantienes el cuerpo?- responde Adrián enfadado, vas todos los días al puto gimnasio, yo me casé con una mujer alta, guapa, esbelta y suave. Ahora lo único que queda de eso es la altura, y te pasas todo el día por ahí dejándome sólo en casa.

-Mejor dejemos la discusión- dice Ana -Voy al gimnasio a diario porqué así lo querías tú, sólo que al principio íbamos juntos y ahora ya hace años que no vas. A veces pienso que sólo me querías por mi dinero- tras decir esto Ana rompe a llorar y Adrián se levanta y acerca a ella para calmarla y abrazarla.

-Lo siento vida, pero estoy muy estresado ya que no tengo trabajo y me siento deprimido, no quería decir lo que te he dicho, me gustas mucho.- Adrián limpió las lágrimas de su mujer y besó su hombro desnudo, luego volvió al sofá a ver la tele.

Pobre Adrián pensó Ana en la cocina, mientras preparaba la cena, no encuentra trabajo, está deprimido y además tiene que aguantar mis dudas e insultos, y yo en vez de ayudarlo lo presiono pidiendo sexo y asignándole tareas. Que afortunada me siento por tenerle junto a mi.

Una vez en la cama, Ana masajeó la espalda de Adrián y lo mimó para relajarlo, después de un dulce beso se durmió.

Día 2

Adrián gozaba, su palpitante polla se introducía por el prieto culo de Gloria separando sus carnes y arrancando gritos de dolor y placer, Gloria era una chica pequeña, sexy y manejable, Adrián adoraba la sensación de control que tenía con ella, la tenía apretada contra la pared, inmovilizada en un poderoso abrazo mientras perforaba con su miembro las entrañas de la joven. Adrián amaba correrse en su culo una y otra vez hasta empaparla con su semen, gozaba introduciendo su miembro húmedo y salpicado de fluidos en la boca de la joven y la cogía del pelo para controlarla y evitar que ella dejase de chupar. Hacía todo aquello que no podía hacer con su mujer.

-¿Se lo dirás hoy?- preguntó la chica mientras se vestía. -Ya te he dicho que se lo diré cuando sea el momento- contestó de mala manera Adrián. -Ahora vete-.

Gloria se sentía humillada y sucia, ese hombre la estaba usando para realizar sus fantasías, le dolía el culo, hoy más de lo normal. Adrián se levantó de la cama y fué al lavabo. Gloria, harta de esperar decidió forzar la situación, si Adrián no se lo decía a su mujer, ella lo haría por él.

Aprovechando su soledad en la habitación, Gloria dejó sus bragas manchadas de semen en un cajón de la mesita de noche, una mesita de noche perteneciente a la mujer de Adrián. -Llámame mañana- dijo antes de irse.

Ana llegó a la misma hora de todos los días, con la bolsa del gimnasio y las zapatillas deportivas. Adrián miraba la tele sentado en el sofá. Ella se sentó junto a él y le besó la oreja mientras la mano iba subiendo por el muslo. -No, no no- dijo Adrián apartándose de ella. -No puedo vida- respondió con expresión agobiada. -Ya sabes que el estrés no me deja-.

Ana lo miró con tristeza mientras le acariciaba el pelo, -no pasa nada le dijo ella, todo pasará. Me voy a poner cómoda- tras esto se levantó y se dirigió a la habitación.

Adrián no pudo reprimir una sonrisa malévola, vivía en casa de una mujer que se lo permitía todo, que se lo hacía todo y que lo dejaba sólo la gran parte del tiempo y tenía otra mujer a la que podía follar siempre que quisiera y que le dejaba hacer todo lo que no podía o quería hacer con la suya. Adrián era feliz.

Una exclamación de horror sacó a Adrián de sus pensamientos, Ana lo maldecía a gritos desde la habitación. Cauto y sigiloso, Adrián se acercó lentamente a la habitación matrimonial en la que hacía pocas horas había gozado follándose a su amante. Al mirar al interior de la habitación, Adrián vió a su mujer, medio desnuda con unas bragas en la mano, la expresión de Ana hizo que Adrián sintiera fuertes escalofríos y la visión de las bragas de Gloria en la mano de Ana volcó su corazón y el tiempo se detuvo mientras la mirada de la mujer ardía de odio.

-Hijo de la grandísima puta!- exclamó llena de rabia. -Ahora lo entiendo todo, claro que estás cansado. Te estás follando a otra- Adrián estaba congelado, no esperaba que los acontecimientos tomaran esa dirección, no tenía coartada ni excusas que pudiera usar.

Presa de un ataque de ira, Ana acometió a golpes contra todo el mobiliario de la habitación. De una patada reventó la puerta de un armario, un puñetazo hizo saltar la pintura de la pared, las lámparas se hicieron pedazos al estrellarse lanzadas con furia contra la puerta.

Adrián miraba perplejo, nunca había visto a su mujer en tal estado de ira, no había percibido la fuerza física de Ana hasta ese momento. Adrián sentía miedo, mucho miedo y el pánico lo tenía congelado. ¿Cómo arreglar la situación? ¿Podía ser arreglada? Las carcajadas hicieron volver a Adrián a la realidad, Ana reía presa de un ataque de histeria.

-Todo este tiempo haciéndote de esclava, fregando, lavando, trabajando y pagándote los vicios mientras tú vivías como un rey y te follabas a cualquiera- La expresión de Ana se volvió más seria -¿y lo soluciono destrozando la habitación que yo he pagado?- Unos pasos acercaron al matrimonio.

-Lo lógico sería separarnos, echarte ahora mismo de mi casa y olvidarte, pero no lo voy a hacer.- Las manos de Ana cogieron con fuerza el pelo de Adrián y tiró su cabeza para atrás. -Yo he sido tu esclava durante mucho tiempo y ahora tú serás mi esclavo- Una diabólica sonrisa apareció en la cara de Ana mientras hundía la cabeza de Adrián entre sus pechos. -Juro que te arrepentirás toda tu vida-

Esa noche Adrián se la pasó entre las piernas de su esposa, prisionero de unos muslos de hierro, obligado a chupar y lamer el húmedo coño, sólo descansaba cuando Ana se dormía extasiada tras correrse una y otra vez en la boca de su hombre. La noche fué un sueño para Ana y una oscura y tenebrosa pesadilla para Adrián.

Día 3

Adrián despertó indefenso e inmóvil, prisionero entre las piernas de su mujer. Ella despertó momentos después y Adrián se sintió aliviado al notar que las piernas de Ana se abrían y lo liberaban de la presión.

-Prepárame el desayuno- ordenó Ana tras patear el cuerpo de Adrián y lanzarlo al suelo. Adrián empezó a vestirse, ya que Ana lo había obligado a dormir desnudo entre sus piernas. -Desnudo- gritó Ana -¿Acaso he dicho que te puedes vestir?- preguntó Ana irónicamente. -Esto es una locura gritó Adrián, ya he entendido la lección ¿sabes? esto de hacerme ir desnudo por la casa es humillante, siento haberte engañado, pero sólo ha sido una vez-

Ana se levantó de la cama y se situó justo enfrente de Adrián, colocándolo entre ella y la pared. -¿Quieres discutir con ellos?- preguntó Ana mientras flexionaba sus fuertes y torneados bíceps frente a la mirada de Adrián. - Pero esto no tiene sentido y...- La frase acabó tras recibir un puñetazo que hizo tambalear a Adrián. -¿Más?- preguntó con superioridad Ana. -Yo sólo digo que...- Otro potente puñetazo lanzó a Adrián contra la pared. -¿Seguimos?- Ana frotaba sus pechos contra el cuerpo de Adrián. -Yo podría estar todo el día golpeándote, es más, me excita y me gustaría destrozarte aquí y ahora. ¿Quieres seguir dándome razones para ello?-

Estaba temblando y arrugado como un niño, no entendía como no se había planteado esa situación, él daba por echo que era más fuerte que ella, pero hacía mucho tiempo que no se fijaba bien en su mujer y en lo que el gimnasio había echo de ella, él en cambio había ido al revés, cada vez más descuidado y más débil, ahora estaba claramente dominado por ella, la que lo tenía apretado entre sus pechos, pero tenía que hacer algo. No podía dejarse intimidar así.

Un fuerte empujón consiguió liberarlo de la presión y tras un grito de rabia se lanzó contra Ana para luchar por su libertad pero no pudo lanzar ni un golpe, un potente rodillazo en los huevos lo tumbó en el suelo y allí fué pateado con furia por su mujer.

Tras recuperarse y preparar el desayuno, volvió a la habitación en la que Ana esperaba desnuda y tirada en la cama, ella indicó a Adrián que debería comerle el coño mientras ella desayunaba en la cama, sin poder evitarlo Adrián se quejó y se negó, pero tras ser abofeteado y humillado de nuevo, se encontró hundiendo su cara entre las piernas de la mujer y chupando con deseo febril las rosadas y húmedas paredes de la vagina de Ana. Los gritos de placer de se mezclaban con la angustia que sentía Adrián cuando se sentía ahogado y aplastado contra la parte más caliente y húmeda de Ana.

Ana gozó y Adrián lo notaba en su cara, empapada de fluidos y corridas de su mujer. -Ahora a la ducha- indicó Ana -quiero que me laves bien todo el cuerpo- Tras observar la cara de terror de Adrián agregó sonriendo -con la lengua- .

Adrián lloró en la ducha, dominado y humillado por su mujer tuvo que limpiar todos los agujeros de Ana con la boca. Después la vistió y le masajeó brazos y piernas, ya no hablaba, cada vez que había hablado era golpeado por su mujer, ahora ya no, ahora era sumiso.

Ana se fué a trabajar dejando a Adrián en casa, desnudo y atado para que no escapara. Él intentó desatarse sin éxito y sólo pudo ver como el tiempo pasaba lentamente mientras esperaba el regreso de su mujer.

Ella llegó antes de tiempo y una expresión de alegría y excitación asomó en su cara cuando vió a su esclavo tirado en el suelo, desnudo y atado. -He comprado algo- dijo Ana tras cerrar la puerta, -creo que te gustará- agregó mientras sacaba de una caja una enorme polla de goma -es para tí- dijo mientras la dejaba sobre la mesa -toda para tí- agregó entre risas. -También he comprado unos zapatos de tacón alto, de esos que tenía prohibido comprar por tu estúpido complejo de enano-.

Ana desató a su esclavo y le ordenó desnudarla, luego se calzó sus zapatos nuevos y agarró la enorme goma de polla que había comprado mientras se dirigía al asustado Adrián.

-Abre la boca- ordenó ella mientras sostenía el dildo frente la cara de su esclavo. Adrián lloró y gimió perdón, intentando ablandar el corazón de su mujer y consiguiendo así la libertad, firmaría el divorcio, no pediría nada y desaparecería de su vida. Una lluvia de golpes cayó sobre el cuerpo de Adrián, Ana lo golpeaba con la polla de goma, usándola como si de una porra se tratara.

-Juguete malo- le decía mientras lo golpeaba brutalmente con la poya de plástico. -Abre la boca- repitió Ana mientras golpeaba el cuerpo desnudo del hombre. Finalmente accedió, abrió la boca y dejó que su mujer introdujese una y otra vez el enorme dildo en su boca.

-No te puedes imaginar lo mucho que me gusta- ella gemía de placer mientras introducía la falsa polla en la boca de Adrián. -Me encanta usarte, no imaginaba que dominarte me pusiera tan cachonda.- Adrián retenía las arcadas, el duro miembro de goma le rascaba la garganta mientras oía los gemidos de placer de Ana, le costaba respirar. Tras varios minutos de angustia para Adrián y de placer para Ana, la polla de goma fué retirada con suavidad de la dolorida boca de Adrián.

Ella ordenó a su esclavo que se apoyara en la pared y se plantó frente a él, los zapatos de tacón aumentaban considerablemente la diferencia física entre la pareja de casados, ella apoyo los brazos en la pared, rodeando la cabeza de Adrián y le ordenó que masajeara, chupara y besara sus pechos, hombros y cada uno de los músculos existentes a su alcance. Ana frotaba su duro cuerpo contra el de Adrián y lanzaba gemidos de placer mientras gozaba y se corría de placer. Para Adrián, el tiempo que pasó rodeado por los múslos de su mujer, se hizo interminable.

-Prepara la cena- mandó Ana al magullado Adrián mientras se dirigía al sofá y encendía la tele. -Quiero ensalada de arroz-.

Sin rechistar se metió en la cocina, preparó la olla, el agua y empezó a hervir el arroz. Ana descansó viendo la tele mientras indicaba a Adrián todo aquello que deseaba. Cuando la cena estuvo lista y la mesa puesta, ella se sentó en su sitio, e indicó a Adrián que dejase su plato a sus pies. Así lo hizo Adrián, quién sabía que cualquier sonido o queja provocaría el enfurecimiento de Ana y su correspondiente paliza. -Deberás cenar directamente en el suelo como un perro-

Adrián llevaba todo el día sin comer, le daba igual comer en el suelo, en la mesa o en la calle así que hundió la cara en el plato y empezó a comer como un cerdo. Ana gozaba con el espectáculo, estaba descubriendo emociones, sentimientos y sensaciones que hasta el momento no había experimentado, le encanta dominar, humillar, golpear y usar a Adrián. Su vida ha cambiado totalmente.

Al finalizar la cena, ella volvió al sofá y ordenó a su marido que realizara las tareas propias y así lo realizó Adrián, quién realizó todas las tareas que ella, desde el sofá, le asignaba. Cuando acabó las tareas de la casa, Ana le ordenó que le masajeara los pies, la espalda y las piernas, así estuvieron horas, ella mirando la tele y él masajeando y mimando su cuerpo.

-Cuando nos casamos te convertiste en mi marido, y juraste respetarme y honrarme hasta que la muerte nos separe- Adrián escuchaba atento las palabras de su mujer mientras sus manos masajeaban los poderosos hombros de su mujer. -¿No es así?- preguntó ella -S..si- respondió Adrián.

-Eso significa que eres mi posesión y harás lo que te ordene lo que te queda de vida ¿entiendes? lo juraste-. Adrián temblaba al escuchar a su mujer, agresiva y lasciva. Para él el juramento no tenía importancia, era un puro trámite necesario al casarse. -No tendrás el divorcio porqué eso sería romper el juramento y perderte como marido, y no pienso fallar a mi palabra, a partir de ahora actuarás tal y como me juraste y tendré tu vida en mis manos, juraste ser mi marido, lo que te convierte en mi posesión, juraste honrarme y respetarme, que para mi, significa hacerme caso y jamás llevarme la contraria. Juraste estar junto a mi hasta que la muerte nos separe, que para mi, significa que podré usarte hasta que me canse de tí, y cuando eso ocurra podré matarte ya que tu vida me pertenece.-

Adrián no daba crédito a lo que oía, Ana había convertido el juramento en una cárcel para él, según las palabras de Ana, él había jurado ser su posesión, cumplir todos sus deseos y jamás abandonarla, y lo peor, ella tenía su vida en sus manos.

-Pero también juraste fidelidad- agregó secamente Ana -y esa parte del juramento no la cumpliste, en cambio yo cumplí mi palabra y mi juramento- Adrián temblaba al escuchar la voz de su mujer -creo que mereces un castigo por ello- agregó Ana con una diabólica sonrisa. -Pero ya estoy pagando por ello- indicó rápidamente Adrián -Llevo dos días con el castigo por haber sido infiel-

Ana se levantó sin decir palabra, con los tacones, Adrián tenía que levantar la mirada, él no le llegaba a los hombros. -No has entendido nada muñeco, esto no es un castigo, cómo te he dicho ésta será tu vida a partir de ahora, lo juraste-

El pánico atravesó el cuerpo de Adrián como un rayo, creía que ya estaba siendo castigado y que tras algunas humillaciones todo volvería a la normalidad, pero Ana acababa de dejarle claro que no, ahora los roles serían distintos y él, según la asimilación del juramento por parte de Ana, tenía que, básicamente, convertirse en su esclavo.

-La infidelidad merece un castigo ejemplar- siseó ella entre dientes -nunca lo olvidarás- agregó con una voz suave y, antes de que Adrián pudiera darse cuenta, Ana estrelló su rodilla entre sus piernas, generando un gran dolor en él, con el antebrazo derecho, Ana inmovilizó a Adrián por el cuello, aplastándolo contra la pared mientras que con la pierna izquierda iba lanzando temibles rodillazos entre las piernas de su hombre. Adrián se protegió el miembro con sus manos instintivamente. -Los brazos en la espalda- indicó Ana, Adrián llorando y sollozando pedía perdón y clemencia, parecía un niño asustado intentando evitar el castigo de sus padres.

-Pon los brazos en la espalda o te romperé las manos- indicó ella con furia pero Adrián seguía sollozando y llorando, intentando liberar su cuerpo de la agonía, cubriendo su miembro con las manos para protegerlo de los golpes. Ana volvió a golpear, pero esta vez mucho más fuerte, mucho más rápido, mucho más agresivo. Su rodilla hacía crujir los huesos de las manos de Adrián y el antebrazo le presionaba con tanta fuerza que no podía respirar, su cuello estaba siendo aplastado por el firme brazo de su mujer, los rodillazos eran tan potentes que levantaban del suelo el cuerpo de Adrián, notaba como sus manos eran aplastadas y destrozadas por los golpes de su mujer, sus huesos se retorcían, crujían y rompían y, finalmente sus manos no servían para nada, los rodillazos habían destrozado las defensas y se estrellaban en sus pelotas, él quería chillar pero no podía, quería luchar pero no podía, quería escapar pero no podía.

La sangre empezó a brotar por las heridas abiertas existentes entre las piernas de Adrián, ella continuaba golpeando con fuerza, siempre entre las piernas, castigando la parte más sensible de su ser, destrozando sus genitales. Gozaba y gemía de placer. Nunca se había sentido tan bien, cada golpe la excitaba más, cada lágrima de Adrián la empujaba al clímax, cada crujir de huesos le humedecía el coño, la visión de la sangre la acercó al orgasmo, su poder la excitaba como nunca, él era su posesión hasta la muerte. Siguió golpeando lo que se había convertido en una especie de saco deforme y reventado del que brotaba sangre, llegó al orgasmo cuando la sangre empezó a brotar por el glande y se volvió a correr al ver los testículos colgar destrozados fuera de la bolsa escrotal. Adrián hacía rato que estaba inconsciente y ella había perdido el control, su excitación la había llevado demasiado lejos, pensó que lo había matado.

Ana soltó a su marido después de obtener el mayor orgasmo de su vida, él cayó como un saco de patatas sobre su propia sangre, que continuaba brotando de su ser. Ana le tomó el pulso y se alegró al notar el latir del corazón, ahora que había encontrado tanto placer no podía perderlo, tenía que seguir gozando de él.

Se fijó en su pequeño hombre, tenía la cara azul a causa de la falta de oxígeno, ella no se había dado cuenta de que lo hubiera ahogado tanto, una de sus manos estaba al revés, con los dedos doblados de un modo bizarro y casi no se podía identificar la palma del dorso, estaba destrozada, la otra parecía mejor, sólo algunos dedos indicaban mal estado pero, lo peor estaba entre sus piernas. Debía controlarse, no podía dejarse llevar por la excitación y el placer, casi lo había matado.

Aprovechó el estado de inconsciencia en el que se encontraba su hombre, y con hilo y aguja, cosió las heridas más profundas existentes entre las piernas de Adrián, volviendo a colocar lo que quedaba de los hinchados testículos de Adrián en la bolsa escrotal. Al finalizar observó su trabajo, había contenido las hemorragias y había dado forma de nuevo a los genitales masculinos, aunque no podía hacer nada frente las hinchazones y desgarros, ahora no moriría, aún no. Cogió sus destrozadas manos y retorció los huesos para colocarlos de nuevo en su posición natural, al menos así los huesos se soldarían correctamente y podría volver a usar la mano para realizar lo que ella le mandase en el futuro.

Luego lo arrastró cogiéndolo del pelo hasta la bañera y allí lo dejó, con el agua de la ducha cayendo sobre su magullado cuerpo, limpiando la sangre y despertándolo poco a poco. Ella aprovechó para limpiarse su pierna manchada de sangre, había coágulos de sangre y trozos del cuerpo de Adrián pegados a su piel, los limpió cuidadosamente mientras recordaba el inmenso placer que había experimentado mientras llevaba a su hombre hacia la muerte, esa sensación de poder y de fuerza incontenible, la superioridad física frente a Adrián la había hecho llegar dónde nunca había llegado, sólo con recordar la experiencia se excitaba, deseaba continuar pero Adrián necesitaba reposo, así que, tras comprobar que él estaba limpio y ella también, lo abofeteó para despertarlo.

Al recuperar la conciencia Adrián notó un increíble escozor entre sus piernas e instintivamente se llevó las manos a la entrepierna, las cuales se quejaron crujiendo con un profundo dolor, se retorcía gritando con todo lo que sentía. Miró sus manos, hinchadas y fracturadas y sus genitales, hinchados, amoratados, llenos de cicatrices y cosidos con hilo de color rosa. -¡Cállate!- le ordenó Ana pero Adrián no podía evitar gritar por sus sensaciones. -Cállate o te doy otra paliza- repitió Ana en tono amenazante y Adrián calló, miraba a la mujer con miedo en los ojos y con expresión de terror mientras las lágrimas se deslizaban sin remedio por la cara. Ana se excitó al notar su poder frente al hombre, no sintió pena ni lástima por su marido, más bien ganas de volver a golpearlo, violarlo, humillarlo y destrozarlo pero tuvo que reprimir sus deseos, sabía que Adrián no aguantaría vivo otra paliza.

-Acompáñame al dormitorio- dijo mientras abandonaba el cuarto de baño, Adrián no lo dudo e intentó incorporarse pero era tal el daño causado y el dolor que sentía que no era capaz de andar, salió de la bañera arrastrándose con los codos, ya que las manos tampoco las podía usar, si le hubiese hecho caso y hubiera dejado las manos en la espalda no estaría tan mal, pensó Adrián. -¿Vienes o tengo que traerte a patadas?- preguntó Ana desde el dormitorio, a Adrián se le aceleró el pulso y el miedo inundó su cuerpo al imaginarse pateado de nuevo por su mujer. Se arrastró rápidamente por el suelo, ignorando el dolor hasta llegar al dormitorio matrimonial.

Ana se encontraba tumbada en la cama boca arriba, totalmente desnuda y con las piernas abiertas y los brazos apoyados tras su cabeza. Adrián consiguió, tras mucho esfuerzo, subir a la cama y allí se quedó tirado relajándose y acomodándose al lado de Ana. -¿Qué haces?- preguntó Ana irritada -ese no es tu sitio-. Él no lo podía creer, estaba medio muerto y tenía que contenerse para no gritar de dolor y, aún y así, ella no lo dejaba en paz. -Por.. favor... ca...cariño no puedo...- respondió él llorando. -Tu sitio en la cama está entre mis piernas- respondió Ana -dándome placer con tu boca ya que no me lo das con tu polla. ¿O tal vez deseas que haga con tu boca lo que he hecho con tu polla?- La mirada de Ana era fría y escondía un gran deseo.

Adrián tembló de miedo y se acurrucó entre las piernas de su mujer y se vio a él mismo muy pequeño e indefenso, Ana lanzó un jadeo de placer cuando notó la húmeda lengua de su juguete introducirse en su ser, aseguró la cabeza de Adrián fuertemente usando sus piernas como presa, hundiéndolo dentro de ella, devorándolo con increíble deseo. Así pasaron varias horas en las que Ana se corrió innumerables veces en la boca de Adrián y finalmente satisfecha y extasiada se durmió manteniendo la boca de Adrián pegada a su ahora insaciable coño.

Día 4

Ana se despertó la primera, hoy era festivo y pensaba disfrutar de la compañía de su marido, tenía grandes planes para él, miró entre sus piernas y allí encontró la cara de Adrián durmiendo profundamente entre sus piernas, ella estaba cachonda, la situación la excitaba mucho, tener el control, la fuerza y el respeto que ahora su marido tenía por ella. Lo despertó aplastando su cabeza contra su sexo, abrió las piernas todo lo que pudo cuando se percató que Adrián ya estaba despierto, dejando su vagina abierta a escasos centímetros de su cara. -Venga nene- dijo entre risas -Ya sabes lo que toca- dijo mientras entrelazaba los dedos de las manos en su nuca y se preparaba para un buen despertar.

Adrián, sumiso, lamió, chupó, tragó, penetró, acarició, besó hasta que ella llegó al clímax y se corrió en su boca. Lo obligó a tragárselo todo, él tenía que evitar excitarse, ya que el estado de sus genitales le generaba gran dolor con tan solo rozarlos.
Una vez satisfecha pateó a Adrián fuera de la cama, lanzándolo con violencia al suelo. -Prepárame el desayuno- ordenó desde la cama. Él intentó andar pero no pudo, el dolor provocado por sus pelotas al balancearse entre sus piernas le impedía caminar.

-No puedo- respondió entre gemidos y lloriqueos. -¿Sabes una cosa?- respondió Ana -He descubierto el máximo placer al golpearte, me encantaría llevarte hasta la muerte, arrancarte los ojos, la lengua, pulverizar tus huesos entre mis piernas, destrozar tus articulaciones hasta convertirte en un saco de sangre y huesos. Hoy he soñado que introducía tu cabeza en mi coño y que la hacía explotar entre increíbles orgasmos. Cada vez que te pego me corro, cada vez que te humillo me excito. Lo que más placer me da es cuando no quieres obedecer porqué entonces puedo realizar mis deseos ¿Seguro que quieres darme razones para realizar mis deseos? porque no creo que hoy sobrevivas a ello-

Ignorando el dolor y conteniendo sus lágrimas, Adrián se metió en la cocina y realizó el desayuno para su mujer mientras pensaba lo mucho que había cambiado su vida, hacía sólo 4 días, su mujer le temía y se mostraba tierna y dulce ante sus caprichos, todavía recuerda el masaje que recibió en la cama por la misma persona que lo había magullado y levado casi a la muerte. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas ¿cómo había podido ocurrir algo así? Tenía que tomar el control de la situación, volver a dominar la relación y devolverle a su mujer todo el dolor que él sentía, así que, cogió un cuchillo con la mano que podía usar, respiró hondo y esperó a tener el valor suficiente para atacar a Ana.

-¡Hija de puta!- gritó mientras corría con el cuchillo levantado sobre su cabeza en dirección a la alcoba, Ana seguía estirada en la cama, desnuda y sorprendida ante el ataque de Adrián. La estocada fué precisa y potente, demasiado potente para que la destrozada mano de Adrián pudiera sostener el arma, el cuchillo se le escurrió de las manos y el agresor acabó cortándose con su propia arma mientras Ana, todavía inmóvil en la cama y perpleja veía como su inútil marido se autolesionaba al intentar acuchillarla sin éxito.

El cuchillo le resbaló de la mano y lo único que consiguió Adrián fué golpear tímidamente la barriga de su mujer, la rabia lo cegó tanto que lanzó un fuerte puñetazo con la otra mano, sin recordar el mal estado de la misma, la cual se estrelló dolorosamente en las costillas de su objetivo causándole un tremendo dolor, sus huesos crujieron y los ojos de Adrián se abrieron tanto que podrían haber salido de sus órbitas. Ana, no podía creer lo que acababa de ocurrir, su marido se arrastraba por el suelo gimiendo de dolor y con las manos destrozadas, el muy inútil había intentado matarla.

-Nunca deberías haberlo intentado- escupió Ana mientras la rabia invadía su ser. -Voy a hacerte sufrir como nunca nadie te ha hecho sufrir- agregó mientras Adrián suplicaba clemencia y perdón acurrucado en el suelo, llorando y gimoteando como un niño.

Ana pateó el cuerpo de Adrián hasta que le dolieron los pies, luego, cojió las manos de Adrián y con ayuda de un abrenueces empezó a romper todos los huesos de todos los dedos de Adrián, retorció sus muñecas hasta que las sacó de sitio, dislocó sus hombros y usando sus uñas, arrancó la piel de los codos hasta dejar los huesos a la vista, desgarrando los músculos, tendones y venas que encontró a su paso. Adrián chillaba de dolor, la sangre le nublaba la visión pero el dolor era increíble, sus brazos estaban destrozados y ella continuaba arañando su piel y golpeando su cuerpo con una fuerza desproporcionada. Continuó retorciendo sus brazos, los huesos crujían y los brazos se deformaban adoptando posturas imposibles mientras Adrián gritaba indefenso y al borde del desmayo. Una vez acabó de destrozar los brazos de Adrián, Ana continuó con sus piernas, primero clavó sus uñas alrededor de las rodillas de él, hundiendo sus dedos bajo las articulaciones y desgarrando cualquier tejido, moviendo la rótula de sitio, en definitiva, destrozando las piernas mientras Adrián gritaba ciego de dolor, retorció sus tobillos, rodillas y muslos, desgarró tejidos e hizo crujir los huesos de las piernas de Adrián al retorcerlas sin compasión.

-Cuando dejes de gritar pararé- le indicó Ana a Adrián mientras arrancaba los músculos del muslo y desgarraba tejidos con sus uñas. Adrián no podía dejar de gritar, era imposible no gritar mientras te arrancaban la piel y los músculos, era imposible detenerla. "Eres mio hasta que la muerte nos separe" recordaba Adrián mientras su mujer lo despedazaba literalmente. Cuando acabó con las piernas continuó arañando con fuerza su barriga, abriendo profundas y sangrantes heridas por todo su cuerpo. Ana no soportaba más los gritos de Adrián, así que usó sus poderosas uñas para desgarrar el cuello y abrirle la tráquea, pudiendo así arrancar sus cuerdas vocales y conseguir el silencio. Luego observó su obra.

Adrián, o lo que quedaba de él, estaba tirado boca arriba en el suelo, sus brazos y piernas se habían convertido en sacos de piel deformes llenos de increibles heridas que sangraban sin parar, uno de sus pies estaba separado de su cuerpo, arrancado sin compasión, su abdomen estaba abierto en canal y podían verse y tocarse los órganos internos, el aire silvaba por la herida que tenía en el cuello y su mirada era la del animal que sabe que va a morir mientras pide clemencia a su depredador. Esa mirada de miedo mezclada con respeto hizo que Ana se corriera una y otra vez. Se había vuelto a descontrolar y esta vez no había solución, Adrián no podría sobrevivir a los daños causados pero a ella le daba igual, sentía tanto placer que no lo podía dejar así que continuó con su agradable tortura. Aplastó la cabeza bajo potentes pisotones y no paró hasta que la cara de Adrián quedó irreconocible, sin dientes, con la mandíbula fracturada y dislocada, la nariz aplastada y los ojos hundidos en dos charcos de sangre. Se corrió de nuevo al notar que Adrián seguía consciente y al imaginar el dolor y tremendo miedo que debería estar pasando.

-Te voy a liberar del matrimonio- dijo Ana mientras introducía sus manos en el abdomen de Adrián y desgarraba, aplastaba, arañaba, cortaba y arrancaba los órganos internos de Adrián, él seguía vivo cuando su mujer encontró su corazón y lo apretó con fuerza hasta hacerlo explotar mientras sentía el mayor orgasmo de su vida.

FIN

Atacados en el parque

Todo empezó una noche de sábado, la fiesta había terminado. David, José y yo estábamos metiéndonos las últimas rayas en un parque alejado. Nos gustaba ir a ese parque cuando todo había terminado, era un sitio tranquilo en el que no te molestaban.

De repente apareció una mujer, era increiblemente fuerte y sensual, tenía uno de esos cuerpos moldeados con duras horas de gimnasio, definido y duro. Sus pechos eran enormes y se mantenían firmes, desafiando a las leyes de la gravedad, marcando sus duros pezones en el ajustado top. Todo en ella era enorme, sobretodo sus pechos y extremidades potentes y musculadas.

Los tres callamos de repente al verla acercarse, intimidados por su presencia, debía tener entre 28 - 35 años y su mirada era penetrante, desafiante. No había nadie más en el parque.

-¿Qué haceis aquí solitos chicos? esto es peligroso, podrían violaros o algo peor- preguntó frente a nosotros en posición dominante. Sus piernas de acero ligeramente abiertas, con los puños apoyados en las caderas y la barbilla bien alta, mirándonos altiva.

-Na.. nada- respondió nervioso David mientras escondía la droga y el canuto.

Ella se percató del movimiento nervioso y patoso de David. -¿Qué escondes nene?- preguntó mientras se acercaba. -Déjame ver- agregó cuando estaba frente a él.

-¡Déjanos en paz! no tenemos nada que te importe, venga chicos que no podrá con los tres- agregó José a la vez que se levantaba para plantar cara a esa mujer. Él era el más fuerte de los tres y se quedó paralizado tras comprobar la diferencia física.

Ahora que José estaba de pié frente a ella, se podía comprobar con claridad la diferencia en proporciones. La cabeza de José quedó a la misma altura que los enormes pechos de ella, su cuerpo parecía ridículo al lado de la amazona. Nosotros no nos atrevimos a levantarnos, teníamos miedo de aquella mujer.

¡PLAS! Una bofetada cruzó la cara de José, quién voló por los aires antes de caer de bruces en el suelo. Luego lo agarró y con facilidad lo levantó por encima de su cabeza, manteniéndolo allí mientras nos miraba desafiante. Luego lo lanzó con fuerza contra un árbol y flexionó sus bíceps, mostrándonos su poder y congelándonos de miedo.

-¿Alguien más?- preguntó la mujer mientras nos miraba desafiante. -Bien- agregó al vernos temblar de miedo. -Dame la coca- ordenó a la vez que estiraba la mano en dirección a David, él se la dió y ella se la guardó. Luego se dirigió hacia José, quién miraba incrédulo lo sucedido apoyado en un árbol. En su expresión se podía ver la humillación y dolor que sentía.

La mujer se detuvo frente a él, con los puños en la cadera y las piernas separadas. La cabeza del chico quedó semienterrada entre esos enormes pechos. Las lágrimas brotaban sin control de sus ojos a causa de la humillación. Ella apretó con fuerza, aplastando el cuerpo del chico contra el arbol y hundiendo su cabeza entre sus tetas.

-¿Crees que puedes hacer algo?- le decía mientras lo ahogaba entre sus carnes. -Venga, demuéstrame tu fuerza, lucha por tu vida- agregaba entre risas al ver los ojos de José abiertos como platos y rojos por las lágrimas.

David y yo mirábamos la escena inmovilizados, ella reía a carcajadas mientras José luchaba inutilmente por liberarse de aquella situación, intentando respirar. El miedo nos tenía paralizados, deberíamos ayudar pero no nos podíamos mover.

José dejó de moverse y la mujer se apartó, liberándolo. Él cayó inconsciente al suelo, como un saco de patatas. Lo había ahogado entre sus enormes pechos.

Se dirigió hacia nosotros, que no parábamos de temblar bajo el miedo.

-No deberíais estar aquí, esto es peligroso. Tú, bésame este pié y tú el otro- nos ordenó cuando estuvo frente a nosotros. Yo obedecí sin rechistar y besé su pié, pero David no lo hizo.

-Por favor, déjame ir- suplicó David entre sollozos. -Haré lo que quieras y no le diré nada a nadie, te lo juro- agregó llorando.

Ella rió a carcajadas mientras el miedo se incrementaba en nuestros cuerpos. -Tienes razón pequeñín, haréis lo que yo quiera y no diréis nada a nadie, os lo juro. Ahora ven y bésame el pié, no me lo hagas repetir-.

David gateó hacia ella mientras lloraba descontroladamente y empezó a besar su pie.

-¡Oooh SI! nene, muy bien, usa bien tu lengua, también entre los dedos. Mmmmm como me gusta-. Pasamos así largos minutos, besando y lamiendo sus pies y sus zapatos mientras ella se acariciaba su cuerpo, alimentando su excitación.

-Bien. Ahora sin ropa. Desnudaos- ordenó casi gritando y se dirigió al cuerpo inconsciente de José. David y yo nos miramos y nos empezamos a desnudar mientras ella se sentaba sobre el pecho de José.

¡PLAS! ¡PLAS! -¡Despierta nene!- ¡PLAS! Ella lo abofeteaba para despertarlo mientras nosotros nos íbamos quitando la ropa. David lloraba y temblaba a causa del miedo que aquella mujer le infligía, yo también.

-Buenos días chaval- le dijo cuando despertó y levantó la minifalda a la vez que separaba sus piernas, mostrándonos a todos que no usaba ropa interior. El rasurado coño de esa mujer palpitaba excitado a escasos centímetros de la cara de José.

-Saca tu lengua- ordenó en un susurro -No por favor- suplicó José, ella lo abofeteó y repitió la orden hasta que finalmente José acató la orden. -Más, todo lo que puedas- agregó ella al verla. -Mmmm.. nene, que lengua más larga, déjala así, fuera-.

Lanzó un grito de placer cuando agarró la cabeza de José por el pelo y la hundió entre sus piernas. -¡Ohhh si! Mmm...- Jadeaba y gritaba mientras movía su cabeza dentro y fuera, dentro y fuera. Nosotros ya estábamos desnudos y mirábamos asustados el espectáculo. José parecía pequeño bajo esa mujer, que no solo introducía la lengua del chico en su interior, toda su cara se perdía entre los húmedos labios de ese coño inmenso.

-Venid aquí- dijo mientras se sentaba sobre la cara de José y se sacaba el ajustado top, liberando unos increíbles pechos, entonces empezó a mover sus caderas adelante y atrás sobre la cara de José, quién continuaba con la lengua fuera, dando placer a la mujer.

Nos colocamos a su lado, totalmente desnudos mientras ella aceleraba su ritmo y presión sobre la cara de José, podíamos oír como él gritaba mientras su cara se hundía dolorosamente en ese húmedo agujero de placer.

Entonces agarró nuestras pollas, una con cada mano y empezó a sacudirlas y chuparlas con gran maestría. Su coño seguía devorando la cara de José dolorosamente mientras nos absorvía y exprimía sádicamente.

-¡Oh SI, SI DIÓOOS!- gritó cuando un chorro de placer salió despedido de su ser, los fluidos inundaron la boca de José y mojaron toda su cabeza, los espasmos del orgasmo lo aplastaron todavía más mientras sus manos se cerraban con fuerza aplastando nuestros genitales. Así pasaron interminables momentos, los 4 gritábamos, ella de placer y nosotros de dolor, aunque a José no se le oía.

Al finalizar el orgasmo, retomó de nuevo el ritmo, chupando nuestras poyas y restregando su entrepierna en la magullada cara de José, con amplios movimientos que llevaban su coño desde la barbilla hasta la frente mientras seguía jadeando de placer.

Yo no pude aguantar más y me corrí, mi semen rellenó su boca mientras ella exprimía hasta la última gota de mi ser, luego abrió su boca, enseñándonos mi blanca leche. Sus caderas seguían moviéndose frenéticamente sobre la cara de José, gozando de él mientra su cara dibujaba una sonrisa perversa.

Cogió a David por la nuca y lo besó apasionadamente, soltando mi semen en su boca, obligándolo a tragar mi leche mientras saltaba sobre la cara de José, quién ya no se movía ni gritaba. Me obligó a chuparle sus pezones, grandes y duros mientras seguía comiéndole la boca a David y botando sobre la cara de José.

Obligó a David a tragarlo todo, luego colocó su boca frente al otro pezón y lo obligó a lamer y chupar. Así nos tenía a los 3 totalmente dominados, su hambriento y dilatado agujero de placer devoraba la cara de José literalmente, yo podía observar como su cabeza se hundía profundamente hasta las orejas mientras nuestras lenguas jugueteaban con sus afilados pezones.

-Así nenes, muy bien, haced feliz a Sandra- susurraba entre gemidos de placer y tras unos segundos, minutos o horas, se corrió de nuevo. Salvaje y agresiva, apretó nuestros cuerpos contra sus músculos de hierro, hundiendo las cabezas entre sus pechos mientras exprimía la cabeza de José entre tremendos orgasmos.

Liberó la presión justo cuando me notaba desfallecer, ahogado entre sus tetas, entonces se levantó y con ella nos levantó a nosotros dos, cogiéndonos del cuello nos separó del suelo como si fuéramos dos muñecos de trapo. Yo intentaba inútilmente abrir esa poderosa mano que oprimía mi cuello impidiendo el paso del aire.

-Ahora, uno de vosotros seguirá la misma suerte que vuestro amigo y el otro tendrá el honor de convertirse en mi posesión- dijo mientras estudiaba nuestros cuerpos, yo me fijé en José, inmóvil e inconsciente, su cara estaba destrozada, la nariz aplastada a su derecha y la boca dislocada, su lengua colgaba por la comisura de sus labios partidos, sus ojos estaban abiertos de par en par, más salidos de lo normal y sus mejillas hundidas, la piel roja y amoratada, estaba mojada por los fluidos de esa mujer y su mirada se perdía en un punto inexistente.

José había sido aplastado y exprimido por el poderoso sexo de aquella mujer, se veía tan mal que empecé a pensar que lo había matado. -Por favor, no nos hagas más daño- conseguí decir bajo la presión de su mano mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, David también lloraba y temblaba de miedo.

Las carcajadas de Sandra congelaron mi corazón, nos soltó y caímos pesadamente al suelo. Ella volvió sobre sus pasos y levantó el cuerpo de José como si fuera un trofeo, agarrándolo de la cabeza y mostrándonos con orgullo su destrozada cara.

-Ahora jugaremos a un juego- dijo ella mientras lanzaba un puñetazo directo en la faz de José, la sangre saltó y los huesos crujieron. -El primero que hunda su polla en el culo del otro, tendrá el honor de ser mi esclavo y besar mi culo- tras esto, otro puñetazo hizo saltar algunos dientes de José -el otro, en cambio, seguirá la suerte de vuestro amigo-. Otro puñetazo se estrelló potente en la cara de José, los huesos volvieron a crujir y uno de sus ojos saltó de la córnea y quedó colgando. -Uno vivirá y el otro morirá- El último golpe fue demoledor, el cráneo de José crujió y la sangre brotó. -¿Entendido?- agregó mientras soltaba el cuerpo de José, que cayó al suelo, con la cabeza aplastada.

No esperé y salté sobre David, sorprendiéndolo. Yo era más fuerte que él, estaba seguro y yo no iba a morir, al menos no iba a hacerlo hoy entre las piernas de una mujer. Nuestros cuerpos desnudos se revolcaban por el suelo, peleando mientras Sandra se daba placer con sus manos, disfrutando de la pelea.

Finalmente conseguí inmovilizarlo boca abajo. -Lo siento mucho amigo- le dije antes de perforarlo con mi herramienta, él gritó de dolor mientras yo lo hacía de asco, quería asegurarme de mi victoria, así que seguí bombeando y hundiendo mi miembro en las carnes de mi amigo hasta que exploté en su interior, rellenándolo con mi semen.

David salió corriendo cuando lo liberé. Sandra se quedó paralizada, no se esperaba la fuga, yo quise salir corriendo en dirección contraria pero ella rápidamente me cogió y colocó sobre su hombro, luego salió corriendo cargando conmigo, persiguiendo a David. -¡Párate!- gritaba furiosa mientras corría a toda velocidad, parecía imposible que un cuerpo tan grande y pesado pudiera ser tan rápido.

-No corras o será peor- agregaba rabiosa mientras se acercaba lentamente a su presa. David corría y lloraba, se podían oír sus jadeos, Sandra me levantó sobre su cabeza mientras corría y me lanzó con potencia, usándome como arma, me tiró sobre el cuerpo de David, nuestros cuerpos chocaron y rodaron por el suelo hasta detenerse completamente.

Pude ver como Sandra saltaba con ira sobre el cuerpo desnudo de mi compañero. Rápidamente lo rodeó con sus brazos y piernas, la cabeza de David quedó entre sus monumentales pechos y con sus poderosos muslos rodeó su cintura. Los gritos de David se ahogaban entre las tetas de esa mujer, quien apretó con fuerza sus músculos, aplastando el cuerpo del chico.

Los huesos empezaron a crujir, rompiéndose bajo la presión de aquellos músculos, pude ver como el cuerpo de David empezaba a deformarse aplastado bajo esa mujer y como la carne se abría cortada por sus propios huesos. Las extremidades de Sandra se cerraban con fuerza, exprimiendo a David, robando el aire de sus pulmones y aplastando su cuerpo. La sangre empezó a brotar por múltiples heridas mientras los órganos de David explotaban por la presión.

David todavía vivía cuando ella lo liberó, su aplastado y destrozado cuerpo se intentaba mover, uír del dolor, lloré al notar la agonía en sus ojos, sus extremidades estaban retorcidas formando formas bizarras. Sandra lo miró altiva y excitada y se sentó sobre su cabeza, hundiendo su cara en su sexo, apretando y aplastando con los músculos de su vagina mientras gozaba de placer. Se movió con fuerza, más agresiva que con José.

El orgasmo llegó rápido y violento. Ella apretó sus músculos llevada por el placer y pude oír como el cráneo de David reventaba aplastado por los músculos de aquella mujer. El orgasmo duró mucho, ella se contraía y relajaba bajo las olas de placer que inundaban su cuerpo, destrozando a David, llevándose su vida.

Aterrado y congelado, pude observar como agarraba el cuerpo de David y lo levantaba, igual que un trofeo, su cuerpo aplastado, sangraba sin cesar mientras ella se acercaba a mí con su trofeo.

-Esto os pasa por ser cobardes- dijo entre susurros al acercarse a mi. -Si me hubierais plantado cara los tres, seguramente me habría ido y ahora seguiríais tomando farlopa tranquilamente-. Y tras decir esto lanzó el cadáver de David sobre mi cuerpo. Alarmado aparté nerviosamente esa masa de carne, huesos y sangre que una vez fue mi amigo.

-Besa mis pies- ordenó altiva frente a mi. Y yo los besé como si me fuera la vida (seguramente sí me iba la vida). -¿Quieres ser mi esclavo eh?- me preguntó sonriendo.

-Si, me gustaría- respondí mientras besaba sus pies.

-¡Dilo!- agregó con rabia -di que quieres ser mi esclavo-

-Si, por favor, quiero ser tu esclavo- agregué rápidamente.

-Así está mejor- dijo -¿Te gustaría poder lamer mi ano verdad?- preguntó de nuevo -pídeme permiso para poder disponer del placer de chupar mi ano- dijo en un susurro.

-Por favor- dije intentando contener mis lágrimas -déjame tener el placer de chupar tu ano-

Ella se giró y se sacó la falda, dejando que se deslizara por sus piernas, luego separó sus nalgas con las manos, mostrándome el agujero de su culo. -Chupa- ordenó mientras me miraba por encima del hombro. Yo saqué la lengua y la introduje en su ano, aplastando mis labios en su culo, chupando y lamiendo con ganas hasta que ella me apartó.

-¿Que se dice?- agregó mientras se subía de nuevo la falda. -Debes dar las gracias a tu ama por permitirte tal honor- me dijo sonriendo.

-Gracias ama por permitirme tener el honor de besar tu culo- dije mientras miraba al suelo, humillado. Ella me miró altiva, estudiándome y finalmente sonrió. -Si, serás un buen esclavo- agregó -¡sígueme!- dijo finalmente.

Me llevó a sus mazmorras, así lo llamaba ella, era un local antiguo y grande en el que habían distintas salas y habitaciones y en una de ellas había mi jaula, en la que me encerró junto a otros esclavos y juguetes.

Hoy han pasado 3 meses desde ese día y sigo siendo su esclavo, hoy soy feliz por poder ser su esclavo, por poder tener el honor y el placer de hacerla feliz, de besar su culo y comer sus heces, de besar por donde pasa, tengo el placer de poder ser su esclavo y soy feliz al poder estar en la misma sala que ella. La he visto violar, humillar, destrozar y matar a mucha más gente y debo darle las gracias por permitirme vivir.

FIN.


miércoles, 14 de enero de 2009

El autoestopista

La noche es fría y oscura, el viento se mueve creando remolinos, levantando polvo y suciedad, el cielo está tapado y no se aprecia la luna ni las estrellas.

En medio de la soledad, camino a ninguna parte, un hombre sufre las inclemencias del tiempo, un trotamundos frío y cansado espera paciente la visita de algún vehículo que lo lleve a su destino, o al menos que lo abrigue del penetrante viento y lo aleje de la soledad de esa autopista.

Ya lleva más de 2 horas esperando congelado el paso de algún coche, el viento aumenta y Alex tirita ya sin control mientras piensa en la posibilidad de buscar algún sitio en el que abrigarse y pasar la fría noche. Ningún vehículo había pasado por esa vía durante el rato que él esperaba.

Las luces de unos focos iluminaron el horizonte y la esperanza de Alex. Agitó brazos y piernas para poder ser visto entre el viento, la niebla y la oscuridad.

La fortuna le sonrió y la furgoneta se detuvo en el arcén, a Alex le costó trabajo sentarse en el asiento del copiloto ya que sus músculos estaban entumecidos a causa del frio, finalmente lo consiguió y dió las gracias, sin mirar, al conductor.

-Mi nombre es Rita- dijo mientras alargaba la mano en modo de saludo -¿Cuál es tu nombre?- preguntó ella desde el asiento del piloto.

Alex levantó la mirada mientras calentaba su cuerpo, junto a él, conduciendo el vehículo, había una mujer, "Diós mio" pensó Alex al verla.

-Mi nombr... re es Alex- consiguió contestar entre temblores a la vez que estrechaban sus manos. El apretón de Rita sorprendió al trotamundos, ella tenía una mano robusta y potente que se cerró fuertemente, apretando dolorosamente los congelados dedos del chico.

Alex calculó que debería tener unos 35 años, con el pelo muy corto con mechas de colores. En su cara redonda brillaban unos ojos penetrantes de mirada intensa, su piel clara estaba repleta de "piercings", varios en cejas y orejas, uno en la nariz, dos más en los labios otro en la lengua y un tatuaje en forma de lágrima bajo el ojo derecho, vestía una sencilla camiseta banca de tirantes que dejaban ver unos hombros anchos y un busto robusto, con grandes pechos. Sus torneados brazos estaban repletos de tatuajes y sus dedos de grandes anillos. Una minifalda, que parecía pequeña, se apretaban contra unas piernas musculadas y bien definidas.

-Me di... dirigo hacia la carr... rretera transversal, dir.. rección surrr- agregó Alex mientras se masajeaba su dolorida mano. Rita sonrió complacida al comprobar que con su apretón había causado daño al pequeño hombre, le gustaba esa sensación de superioridad, poder y dominio.

-Bien- contestó ella, -¿Qué edad tienes?- preguntó Rita con voz femenina al iniciar de nuevo la marcha.

-Prrronto har..re 19 a.. añosss- respondió él tiritando de frio, poco a poco iba recuperando la temperatura.

-Mmmm! todo un yoghurín- respondió ella mirándolo con deseo mientras con su lengua humedecía sus carnoso labios. -¿No te da miedo subir sólo al coche de una persona desconocida?- preguntó casi en un susurro mientras con su mirada penetraba los ojos del chico.

-S... soy mayorci...cito y p..puedo defen...derme- respondió Alex mientras se frotaba las piernas con las manos. -claro, claro- respondió ella con la mirada fija en la carretera. Alex la miró extrañado mientras seguía frotando su cuerpo con la intención de calentarlo.

-Déjame ayudarte a calentarte- respondió sensualmente la mujer mientras la furgoneta se adentraba en un tramo todavía más oscurecido a causa de las inclemencias del tiempo, empezó a nevar mientras Alex recuperaba el control de sus temblorosos músculos. -Noo es nece... cesario- respondió Alex intranquilo.

Rita deslizó su mano derecha suavemente hasta la rodilla del copiloto, y sin dejar de mirar la carretera, empezó a masajear y frotar su maciza y caliente mano por los muslos y rodillas, calentando así la piel del autoestopista.

Alex agradeció y disfrutó mientras notaba como la sangre recorría y calentaba sus piernas, una sensación de paz lo invadió mientras Rita frotaba su mano en sus muslos.

-¿Te gusta? ¿Te sientes mejor?- preguntó Rita, siempre con la mirada fija en el pavimento, mientras su mano se movía frenéticamente por las piernas del muchacho.

-¡Oh si!- respondió agradecido Alex -Me siento mucho mejor- agregó mientras la mano de Rita seguía frotando sus muslos. Rita sonrió complacida mientras su mano seguía frotando y su excitación creciendo.

El estado de relajación y confort que notaba Alex fué convirtiéndose en temor e intranquilidad cuando notó la mano de Rita subir lentamente por sus muslos hasta detenerse entre sus piernas, allí continuó masajeando y frotando con dedos expertos.

-¿Te gusta así? ¿Te calientas?- susurró Rita mientras frotaba su pene y masajeaba sus pelotas con fuerza y decisión. -Por favor, no, detente- contestó asustado Alex al notar como Rita introducía sus dedos entre los botones de la bragueta, acariciando su sexo con deseo. Alex intentaba sin éxito apartar esa mano caliente de su ser, pero no tenia la fuerza necesaria para conseguir tal efecto. -¿No eres grandecito para defenderte... eh?- replicó Rita con ironía -¡Para ya!- gritó asustado Alex.

Rita frenó en seco la furgoneta, causando que Alex se golpeara con el salpicadero lanzando un grito de dolor. -Ya he parado- respondió Rita mientras clavaba su profunda mirada en el chico. -Ahora tú decides si continuas o te bajas-. Los ojos de Rita miraban fijamente a los de Alex, quién intentaba inútilmente apartar la mano de Rita que continuaba abriéndose paso bajo los calzoncillos.

Alex tembló al ver la sonrisa de Rita, complacida por su dominio. Ella gozaba sometiendo y dominando al hombre, le encantaba doblegarlos y hacerlos llorar, cuanto más cruel se mostraba, más gozaba. Solía llegar al orgasmo en esas situaciones, con las mujeres se mostraba más dulce pero no con los hombres.

Los copos de nieve caían con ganas, el fuerte viento silvaba entre la nieve mientras el termómetro de la furgoneta indicaba una temperatura exterior de 12 grados bajo cero. La mano de Rita ya había logrado su objetivo. Los genitales del chico habían sido desenterrados y Rita gozaba mientras la herramienta de Alex crecía y se endurecía bajo su control. Alex luchó con todas sus fuerzas tratando de liberarse de aquella mujer, pero no podía con ella. Alex no se atrevió a salir, no soportaría tanto frio.

-No, por favor, ¡basta!- gimió el muchacho mientras Rita frotaba rápidamente su miembro, apretando fuertemente sus dedos y clavando los anillos en el excitado miembro masculino, -no puedes hacerme esto- gritó mientras intentaba no llorar, se sentía violado e impotente para evitarlo.

-¿Qué no puedo hacerlo?- susurró Rita cruel. -Tú eres el que no puede detenerlo- dijo entre dientes mientras aceleraba el ritmo y apretaba con fuerza, generando gran placer en el erecto pene de su presa.

-Por favor, haré lo que quieras- sollozó mientras intentaba reprimir sus lágrimas, sus manos luchaban frenéticamente por liberarse. -Ya haces lo que quiero pequeño- respondió ella excitada a la vez que, con la otra mano, masajeaba y acariciaba sus pelotas -y lo seguirás haciendo- agregó tras mordisquear ligeramente su oreja.

El placer recorrió el cuerpo de Alex rápidamente, eyaculó salvajemente entre gemidos de placer, no podía controlarse bajo el control de Rita. No podía evitar su dominio. Rita también gozó y gimió cuando el semen brotó en potentes chorros blancos -¡Sii nene!- gimió cerca de su oreja mientras seguía exprimiendo todo el jugo del muchacho.

La furgoneta reanudó su marcha mientras Alex escondía sus genitales de nuevo, cerrando botones y conteniendo sus ganas de llorar. Rita lo observó por encima del hombro sonriendo satisfecha, en su mano derecha habían restos de leche caliente. Rita no pudo evitar excitarse y sonreir al imaginar el siguiente movimiento.

Colocó su mano frente el muchacho. -Limpia mi mano con tu lengua- ordenó secamente a su copiloto. Alex no pudo reprimir más su angustia y empezó a llorar, pidiendo clemencia y compasión. Rita detuvo de nuevo la furgoneta, con lo que el chico volvió a golpearse contra el salpicadero -¿Te quedas o te vas?- tú decides.

Alex lloraba y sus lágrimas se deslizaban por las mejillas. -Po.. por favor, te daré lo que quieras pero déjame en paz, si me bajo aquí, moriré de frio- consiguió decir entre sollozos, acurrucado en su asiento.

-¡Oh nene! me estás poniendo muy cachonda- dijo ella mientras los pezones crecían, marcándose claramente en la camiseta de tirantes. -Chupa- dijo de nuevo mientras movía su manchada mano frente la boca del muchacho. Él siguió llorando sin control mientras Rita sonreía por el placer que la situación le causaba. Alex lloraba y temblaba mientras ella balanceaba cruelmente su mano frente su cara riéndose de él.

Como no reaccionaba, Rita abofeteó al muchacho con la mano izquierda -Chupa o sigo- indicaba Rita al finalizar de abofetear al chico, y así se repitió el proceso hasta que finalmente Alex accedió.

Sin dejar de llorar, abrió la boca, sacó la lengua y empezó a chupar y tragar su propio semen, lamiendo los largos y poderosos dedos de su conductora, chupando los anillos con suavidad, tragando mientras Rita gemia de placer y se excitaba con su dominación, se levantaba la minifalda y dejaba expuesto un coño grande y palpitante totalmente rasurado, de clítoris desarrollado y labios generosos. Ella no llevaba ropa interior.

Se tocó con la mano izquierda, sus expertos dedos se daban placer, gimiendo y gozando mientras introducía los dedos de su mano derecha en la boca del muchacho hasta que no quedaban restos de semen, entonces buscaba manchas existentes en la furgoneta (salpicadero, techo, asiento) o en el propio cuerpo del chico, traspasaba el semen a su mano y la volvía a introducir en la boca de Alex entre gemidos de placer. -¡Oh si nene, con la lengua así... muy bien, no pares, trágalo todo!

Los dedos de la mano izquierda se hundían en su vagina y acariciaban su clítoris, su húmedo coño latía de placer mientras humillaba cruelmente "al hombre", su excitación crecía mientras notaba como se acercaba el orgasmo, sus gemidos se convirtieron en gritos de satisfacción y su cuerpo se convulsionó mientras olas de placer recorrían su cuerpo caliente, se corrió mientras la lengua de su copiloto se movía entre sus dedos, limpiando y tragando.

-Ahora limpia esta- indicó Rita mientras acercaba su mano izquierda a la boca de Alex, que todavía sollozaba, empezó a chupar y absorver los calientes fluidos que resbalaban por la mano de su piloto. Ella gemía mientras Alex chupaba con esmero sus dedos. -¡Oh nene! que bien chupas, así... bien!-

La furgoneta reanudó su camino, adentrándose en la fría oscuridad mientras su conductora todavía gemía excitada pensando en el siguiente movimiento. Alex se hizo pequeño en el asiento y se mantuvo en silencio mientras la mujer se subía la falda excitada.

Rita se acomodó en su asiento mientras el vehículo avanzaba lentamente por la vía, abrió sus piernas todo lo que pudo y agarró con fuerza la cabeza de su acompañante, no pudo reprimir unas potentes carcajadas.

-Ahora chupa aquí- indicó mientras tiraba de él y hundía su cara entre sus piernas -¡Oh si pequeño!- gimió al notar cómo la lengua de Alex se abría camino entre sus húmedas y calientes paredes, ella gozaba de placer mientras él sufría la humillación. La furgoneta avanzó varios quilometros mientras Rita se corría de placer una y otra vez en la boca de su acompañante, pasaron así interminables momentos hasta que Alex se desmayó agotado entre las piernas de su dominadora.

Rita lo dejó descansar en su asiento mientras su excitación disminuía tras disfrutar de increibles orgasmos. La furgoneta siguió avanzando lentamente entre la nieve bajo la oscuridad de la noche, entonces empezó a notar la necesidad de orinar y detuvo la furgoneta en el arcén con la intención de salir un momento y realizar sus necesidades, pero sus planes cambiaron al recordar al joven descansando junto a ella.

Una sonrisa cruel y malvada se dibujó en su boca mientras despertaba a su objeto sexual. -Despierta hombrecito, quiero jugar contigo- decía mientras abofeteaba a Alex. Tiró de él y pasaron los dos entre los asientos, con la ayuda de un fuerte empujón, Rita lo tumbó en el suelo boca arriba y rápidamente se sentó sobre su pecho, inmovilizándolo entre sus poderosas piernas.

-¡No me hagas daño por favor!- gritaba Alex entre sollozos, esa situación excitó a Rita -¡Oh hombrecito! no quiero hacerte daño, pero lo haré si me obligas-. La excitación de Rita aumentó al ver como el muchacho intentaba liberarse sin éxito, ella ni tan sólo apretaba fuerte, sólo estaba allí con su magnífico físico y el hombre no podía hacer nada más que llorar y suplicar como un niño mientras pataleaba y se retorcía cual gusano.

-Es un juego sencillo- indicó Rita con tono sensual mientras con su mirada penetraba cruelmente cualquier resistencia. -Tienes que tragarte cada gota de mi orina, inmovilizaré tu cabeza y me mearé en tu boca. Si una sóla gota de mi orina no acaba en tu estómago... te mostraré mi fuerza aplastándote entre mis piernas hasta que caigas K.O.- tras decir esto Rita flexionó fuertemente sus brazos y los bíceps se hincharon, creciendo poderosamente bajo su piel tatuada.

Alex tocó los bíceps de esa mujer, obligado por ella, apretó con fuerza, intentando hundir sus dedos en los músculos pero no pudo cambiar el aspecto de aquellos brazos, bajo la suave piel de mujer había músculos de acero, sus manos casi no alcanzaban a rodear los bíceps y su corazón latía con insistencia, no podía hacer nada bajo los dominios de Rita. No debería haber subido a esa vehículo.


Las carcajadas de Rita retumbaban en la furgoneta mientras gozaba de la escena, él, con expresión aterrada, miraba a la superior mujer que tenía sobre él y ella, se excitaba al ver el terror en sus ojos.

-Abre la boca- ordenó mientras colocaba su clítoris a escasos centímetros de su boca y le inmovilizaba la cabeza agarrándola fuertemente entre sus manos. Alex cumplió sumiso la órden y abrió la boca preparado para tragar.

Un enorme chorro de orina, salió a presión, llenando la boca de Alex antes de que pudiera tragar, los fluidos llenaron su boca y después su nariz, Alex tragaba pero no lo suficiente rápido, los fluidos empezaron a resbalar por su cara, salpicando el suelo y empapando su pelo. Rita tuvo que aumentar su fuerza para evitar que Alex girase la cabeza ya que se estaba ahogando, y finalmente se sentó sobre su boca mientras su orina seguía brotando a presión y rebosando por los orificios del chico.

Cuando acabó, Rita liberó al chico, quién tosía sin parar mientras tomaba grandes bocanadas de aire, su cara estaba llena de orina que resbalaba por su piel y empapaba su pelo, también elrededor de su cabeza había un pequeño charco de orina mojando el suelo de la furgoneta blanca.

Rita, furiosa, agarró al muchacho por el pelo, obligándolo a levantarse y, como si fuera un perro, le puso la cara frente al charco de orina -Mira lo que has echo, ¡imbécil! ahora está todo sucio por tu culpa. ¡No era tan difícil!- tras decirlo, empujó la cabeza del chico, aplastando su cara en el charco de orina. -¿Que te dije si no lo tragabas todo?- Alex empezó a llorar, tenía mucho miedo de aquella mujer.

-Déjame bajar aquí mismo, por favor- suplicó entre sollozos, temblando y llorando sin parar. -No pequeño, ahora ya no te dejaré salir, me quedaré contigo y gozaré de tí.-

Rita pateó el cuerpo del muchacho hasta dejarlo boca arriba, entonces saltó sobre su cuerpo, sentándose de nuevo sobre el torso del chico y sujetando sus brazos por encima de su cabeza, agarrándolo de las muñecas con sus potentes manos. Alex gritó de dolor al sentir los anillos de Rita clavarse en sus muñecas bajo la presión de la fuerza de esa mujer.

-Ahora te vas a enterar muñequito- susurró cruelmente Rita en el oído del aterrorizado muchacho, mientras ella se excitaba a toda velocidad bajo la influencia del increible terror del chaval, era un efecto sin fin, que se alimentaba a sí mismo, Rita se excitaba al sentir el terror y el miedo de su compañero, se excitaba al dominar sexualmente a su muñeco. Él en cambio se asustaba bajo el poder de aquella fuerte mujer, sentía terror por ella, eso causaba que ella se excitara más, volviéndose más agresiva, lo que a su vez atemorizaba más al jóven y el círculo volvía a empezar, la excitación de Rita era tremenda, nunca había gozado tanto dominando a un hombre como aquella vez, sentía la necesidad de poseerlo y someterlo, literalmente, convertirlo en su juguete sexual, usarlo siempre que quisiera y, si se cansaba, tirarlo o romperlo o... comérselo.

-¡Oh! chiquitín, se me ocurren unas ideas acerca de tu futuro, increibles. Mmmm.. ¡que rico!-. Tras esto, rodeó la cabeza del chico con sus piernas, atenazando también sus brazos, inmovizándolos, y lentamente empezó a cerrar sus piernas, estrechando la parte superior de chico y hundiendo su cabeza entre sus muslos, lenta lentamente, aumentando la fuerza, incrementando la presión, aplástandolo entre sus muslos de granito, los gritos y jadeos del autoestopista incrementaban la excitación de Rita, quién oprimía con fuerza la cabeza, aplastándole y hundiéndola lentamente entre sus piernas, gimiendo de placer. Los gritos dejaron de oirse cuando la boca del aterrorizado chico se hundió entre los generosos labios del sexo de Rita, quién no pudo reprimir un gemido de placer al ver los ojos del chico, abiertos de par en par, llenos de pánico.

Alex sentía la sensación de ser devorado por el coño de esa mujer, que lo absorvía lentamente mientras su cabeza crujía a punto de estallar como un melón bajo la presión de unos muslos y pantorrilas de acero, sus brazos parecían a punto de romperse o dislocarse, el dolor era tremendo, su pánico también. Desde esa posición veía el poderoso cuerpo de Rita levantarse como una montaña, sus grandes pechos se balanceaban y en la camiseta se dibujaban desafiantes unos pezones grandes y duros. Sus penetrantes ojos estaban clavados en él, brillaban de odio y una mueca burlona se dibujaba en una faz altiva y lujuriosa.

Ya no podía respirar, su nariz también había sido devorada por esos labios generosos e insaciables. Notaba como los fluidos de esa mujer descendían por su garganta. Oía los jadeos y gritos de placer de su agresora mientras tragaba sus orgasmos, múltiples y violentos. Perdió la conciencia, a causa del dolor, mientras Rita restregaba agresiva su excitado y hambriento coño por la cara de su hombrecito, los piercings que también tenía en su sexo le habían abierto heridas en la cara y partido un labio a causa de la violencia de los orgasmos.

La furgoneta arrancó e inició su marcha, desapareciendo entre la oscuridad de la noche.

Alex despertó desnudo en la parte trasera de la furgoneta, Rita conducía el vehículo lentamente, en el exterior el tiempo había empeorado, el viento silvaba y grandes copos de nieve descendían blanqueando la oscura noche. Buscó su ropa sin éxito, al estar desnudo la sensación de frio aumentó. -¿Ya has despertado nene?- la sensual voz sobresaltó al muchacho que seguía buscando su ropa en la parte trasera dela furgoneta. -Ven aquí, siéntate a mi vera- ordenó Rita.
Alex pasó entre los asientos y se sentó en la posición del copiloto, tapando con pudor sus órganos sexuales. Rita lo miró divertida, desnudo parecía un saco de huesos, Alex pesaba poco más de 60 kilos y no llegaba al 1.70 metros, era un hombre pequeño, a su lado en cambio, estaba Rita, que superaba el 1.80 y pesaba unos 87 Kilos, su cuerpo, tonificado y desarrollado disponía de potentes extremidades, musculadas y fibradas, un torso y caderas anchos, ella era una mujer grande y potente que disfrutaba de su superioridad.
-MMmmmm... que cuerpecito más rico- dijo irónicamente Rita -flexiona tus brazos, muéstrame tus músculos de macho superior- Alex cumplió la orden y flexionó sus brazos, los bíceps se hincharon creando una generosa curva de músculos. Rita los miró divertida y con su mano derecha rodeó uno de los bíceps y presionó para comprobar la dureza. El músculo se hundió bajo la presión de aquellos dedos de acero, provocando gritos de dolor en el muchacho y carcajadas de placer en la dominadora, quién repitió el proceso con el otro bíceps, que también cedió bajo la aplastante fuerza de Rita.
Ella disfrutó con la demostración de fuerza y se excitó de nuevo al comprobar su superioridad y ver el pánico, de nuevo, en los ojos rojos del chico, a punto de llorar, quién se masajeaba los doloridos brazos entre gemidos de clemencia. Rita sonrió contenta y flexionó su brazo derecho con fuerza, sus bíceps crecieron y se endurecieron creando una enorme y potentísima masa muscular. -Bésalo- agregó mientras la furgoneta avanzaba lentamente.
Alex tembló de miedo al notar la potencia de aquella extremidad dura como la piedra. Bajo la suave piel tatuada de mujer, se escondían unos durísimos músculos que Alex besó y lamió mientras Rita gozaba y apretaba su brazo contra su cara, sintiéndose superior, aumentando su excitación y gimiendo por el placer obtenido.
Alex continuaba tapando sus genitales con sus manos mientras las lágrimas volvían a brotar por sus ojos, Rita disfrutaba viendo al pequeñín sufriendo bajo su influencia. -Cruza tus brazos sobre tu cabeza- ordenó secamente Rita. -No, por favor, no me hagas nada, déjame ir- suplicó Alex tembloroso. Rita repitió su órden mirando con rabia al muchacho por encima del hombro.
Alex, tembló de terror al notar como la mirada de su compañera de viajes lo penetraba cruelmente, incapaz de moverse, congelado por el terror. Rita abofeteó cruelmente al muchacho mientras repetía su orden, y, finalmente Alex cruzó los brazos sobre su cabeza, dejando expuestos sus genitales.
-Separa las piernas- Alex cumplió sumiso la nueva orden y abrió sus piernas todo lo que pudo, dejando sus genitales totalmente accesibles. -Muy bien pequeño- susurró Rita mientras acariciaba el muslo del chico con la mano derecha mientras con la izquierda continuaba dirigiendo la furgoneta entre la oscuridad de la noche.
Alex sangraba, lloraba y temblaba mientras Rita acariciaba con fuerza su muslo, su mano se movía y se cerraba agarrando carne y piel, generando gritos y sollozos que, provocaban a su vez, el aumento de su excitación, finalmente su mano se detuvo entre sus piernas, la temperatura exterior disminuía mientras que, para Rita, el calor aumentaba.
Los experimentados dedos de Rita jugaron lentamente con los genitales del muchacho, quién no pudo contener una rápida erección. -Vamos a jugar a otro juego- indicó Rita sonriendo -tienes prohibido correrte- La polla de Alex latía excitada bajo el placer generado por esa mano, que masajeaba y acariciaba sus pelotas, generando gran placer.
Rita disfrutó y sonrió cruelmente al ver la cara de Alex, sufriendo a causa del placer, una sabrosa contradicción pensó Rita mientras su excitación iba en aumento. El miembro viril se había tornado grande y duro, palpitaba caliente mientras era acariciado por los experimentados dedos de Rita. Alex no pudo soportarlo más y descargó su potente carga entre gemidos de placer, Rita también disfrutó exprimiendo hasta la última gota de la caliente leche del pequeño.
-Has vuelto a fallar nene- susurró Rita mientras seguía exprimiendo los genitales de Alex -y debes ser castigado- agregó rabiosa mientras aumentaba la presión de su mano, aplastando su erección bajo sus fuertes dedos. Él gritó de dolor mientras intentaba inútilmente liberarse del sufrimiento infligido por su dominadora, quién continuó pajeando al autoestopista, pero cada vez más fuerte, cada vez más rápido y cada vez más doloroso.
Rita gozó al notar su tremenda superioridad frente al muchacho, ella seguía conduciendo lentamente mientras con una sóla de sus manos tenía al hombre totalmente controlado, sonrió con crueldad mientras sus dedos se cerraban con más fuerza, espachurrando el miembro y acelerando sus movimientos violentamente, cuando la mano subía, la piel se estiraba y los anillos la desgarraban mientras el glande se aplastaba a punto de explotar, y, cuando la mano bajaba, golpeaba fuertemente los huevos del chico, aplastándolos bajo un potente puñetazo mientras la piel descendía desgarrada y el glande se exponia dolorosamente.
Alex no podía hacer nada, luchaba con todas sus fuerzas, intentando abrir esa mano destructora que lo estaba llevando hacía la peor tortura, el dolor era insoportable mientras notaba como el tatuado antebrazo de Rita seguía endureciéndose, aumentando la presión y la violencia sobre la parte más sensible de su ser. Alex chillaba incontrolado a causa del tremendo calvario y Rita gemía y jadeaba entre increibles orgasmos al ver el terror en la cara del autoestopista.
Rita disfrutó del mejor orgasmo de su vida, tuvo que detener la furgoneta mientras chillaba bajo tremendas explosiones de placer, generadas al ver como la sangre brotaba de entre las piernas del muchacho, gozó al observar el estado de sus genitales, los había destrozado. Alex chillaba mientras se arañaba la cara llevado por la agonía.
Continuó su tortura entre múltiples orgasmos, su placer era proporcional al dolor que infligía, agarró con decisión lo que quedaba de los detrozados genitales de Alex y apretó con todas sus fuerzas. Los chillidos de dolor se convertían en música celestial en los oídos de la conductora que seguía disfrutando de los mejores orgasmos de su vida, mientras notaba como las pelotas de su presa eran aplastadas y trituradas entre sus anillos, la sangre brotaba a presión, las heridas crecían y la piel se desgarraba mientras la sangre brotaba en distintas direcciones.
Apretó con toda su fuerza mientras oía el crujir de los testículos de Alex al ser aplastados y triturados, retorció y apretó hasta que el último aliento en vida salió de los labios del muchacho, quien había muerto de dolor entre las manos de Rita.
FIN.

martes, 13 de enero de 2009

Espinacas mágicas

Espinacas mágicas
by WomnTop, womntop@gmail.com
Una esposa maltratada durante años recibe un regalo especial, obteniendo así el poder suficiente para, castigar a su cruel marido.

Eva volvió tarde a casa, las compras se complicaron y la retrasaron, su marido le había asignado demasiadas tareas que no había completado, sus manos temblaron al abrir la puerta.

Él la esperaba furioso en casa. Cuando ella llegó la golpeó con furia -¿Dónde has estado?- ¡PLAS! -¿Estas son horas de llegar?- ¡PLAS! -¿Y mis recados?- ¡PLAS! Los puñetazos caían con fuerza sobre el dolorido cuerpo de la mujer. -Esto te enseñará- gritaba su marido al golpearla.

-Tráeme una cerveza y prepara la cena- dijo finalmente cuando se cansó de golpearla. Ella preparó la cena adolorida por los golpes recibidos, ya no lloraba por ello, hacía demasiado tiempo que ya no lloraba, ni reía, ni vivía.
Eric disfrutaba sentado en el sofá, gozando de una cerveza fría mientras miraba la tele. Eva finalizó la cena y preparó la mesa para comer. Le hizo llevar otra lata de cerveza y recoger las que había vaciado de la mesita de centro. Apestaba a alcohol.
Ambos comieron, ella tenía que estar en silencio mientras él miraba la tele, no le gustó la comida. -¿No sabes hacer cosas ricas?- increpó Eric medio borracho mientras lanzaba el plato al suelo.
Luego volvió a tumbarse en el sofá mientras su mujer recogía y limpiaba la mesa. Se tiró un eructo y mandó a su mujer que le trajera otra lata de fría cerveza.
Fregaba los platos cuando su marido entró en la cocina y se colocó en su espalda, apretando su cuerpo contra el de ella, agarrándola con fuerza de sus pechos y clavando su dura polla entre las nalgas de su mujer, frotándola contra su cuerpo.
-No Eric, por favor- suplicó Eva angustiada. -Eres mi mujer y debes complacerme- respondió él azotándole el culo.
Le bajó la falda y las bragas, rompiéndolas, haciendo caso omiso de las negativas de su mujer, separó sus piernas con ayuda de sus pies y, mientras apretaba sus tetas y lamía su oreja, introdujo con deseo su dura polla por el prieto ano de la mujer.
Eva chilló de dolor al notar como su piel se estiraba y su ano se dilataba, como su marido la penetraba por detrás mientras jadeaba de placer, al olor a alcohol le generaban nauseas.
A los dos minutos ya había acabado, Eric retiró satisfecho su polla del ano de su mujer mientras ella temblaba a causa del dolor.
Eric notó su polla sucia. -Ahora limpia tu mierda- indicó mientras agarraba a su mujer por el pelo y la obligaba a ponerse de rodillas, Eva limpió la polla de su hombre, no tenía alternativa.
-Buena chica- dijo antes de salir de la cocina y, agotado y borracho, se tiró en la cama y se durmió.
Ella acabó de fregar los platos, limpió la cocina, recogió el comedor, preparó la lavadora y se dirigió al baño, se aseó y se metió en la cama, Eric roncaba sonoramente, esa noche no podría dormir.
Recordó el día en el que le pidió el divorcio, lo hizo con la compañía de su hermano ya que, tenía miedo que la noticia desencadenara una brutal paliza y con su hermano se sentía más segura. Eric no tuvo miramientos, primero golpeó a su mujer tras escuchar la noticia y después golpeó al hermano cuando intentó defenderla.

Ambos acabaron en el hospital, pero sólo ella pudo salir de nuevo. Su hermano nunca se recuperó, todavía sigue en coma en el mismo hospital.

Eva tuvo que declarar ante la policía que había sido su hermano quién había empezado la pelea golpeándola a ella y que su marido la defendió, en caso contrario, su marido había amenazado con golpearla hasta la muerte a ella y a su familia. El miedo que sintió esa tarde cambió su vida para siempre.
Se encontraba en una situación sin salida, esclava de su marido, sin amigos, sin familia, ya que nunca le perdonaron su cobardía y él no le dejaba tener vida social. Consiguió dormirse entre los atronadores ronquidos de su marido y soñó, tuvo un sueño extraño e increíblemente real.

Alguien llamó en la puerta y Eva se levantó con cuidado de no despertar a su marido, quién continuaba roncando como un cerdo en la cama, el timbre volvió a sonar insistentemente, Eva corrió de puntillas hacia la puerta, si él despertaba, podía enfadarse y golpearla, violarla o algo peor.

Abrió la puerta y se encontró a su hermano, quién sonrió al verla, no entendía como su hermano estaba en su casa, se abrazaron y lloraron de alegría al verse pero la alegría pasó rápidamente a un estado de terror, Eric podría despertar y golpearlos de nuevo. -Tienes que irte, él no puede verte- susurró preocupada entre sus brazos. -No debes preocuparte más- respondió se hermano. -Él ya no está y no te molestará más, compruébalo tú misma-.

Extrañada, Eva se dirigió hacia su habitación, los ronquidos habían cesado y en la cama no había nadie. Eric había desaparecido, una sensación de alegría recorrió su cuerpo al sentirse por fin libre y volvió a ver a su hermano. -¿como es posible?- sus ojos brillaban a causa de las lágrimas de alegría. -Te he traído un regalo, ¡toma!- respondió su hermano y le entregó una lata de espinacas, ella la guardó en la cocina y volvió junto a su hermano, ambos hablaron durante todo el día, felices por su reencuentro y su liberación.

Despertó temprano, feliz, contenta y animada, su hermano había vuelto y su marido había desaparecido, pero... la sensación desapareció dolorosamente al oir los ronquidos de Eric, todo había sido un sueño. Las lágrimas surcaron dolorosamente sus mejillas mientras su garganta parecía secarse al igual que su corazón. Lloró desconsolada en el baño durante horas.

El teléfono sonó y ella corrió a responder antes que su marido se despertara. -¿Eva González?- preguntó la voz del teléfono -Si, soy yo- respondió aguantando los sollozos. -Llamamos del Hospital Central, debería venir aquí- La intranquilidad recorrió su cuerpo y su corazón se aceleró -¿que ha pasado? ¡dígame que ha pasado!- gritó histérica al teléfono. -Señora, debería venir, no podemos hablar por teléfono...- Eva notó como su corazón se partía -¡NOO!, por favor nooo...! gimoteó entre lágrimas. -Mi hermano nooooo, por favor-. Lloraba mientras el silencia se rompía al otro lado de la línea telefónica. -Lamentamos informarle que su hermano ha muerto esta noche víctima de un colapso nervioso. No hemos podido hacer nada, lo sentimos...-

El teléfono golpeó al suelo y la casa se llenó de desgarradores gritos de dolor. -¿Porqué coño haces tanto escándalo?- gritó furioso Eric al levantarse. -¡Hijo de puta!- consiguió decir Eva al verlo aparecer en el comedor, -¿CÓMO?- los ojos del fuerte marido se llenaron de rabia mientras se acercaba a su mujer -tendré que enseñarte a respetarme, zorra.- dijo antes de levantarla del sofá agarrándola del pelo, sacudió su cuerpo con facilidad y la tiró al suelo, allí la pateó con rabia durante minutos mientras ella intentaba protegerse de los golpes sin éxito.

Sujetándola del cuello, la levantó y la aplastó contra la pared y, con el puño libre, golpeó su cara durante minutos, desgarrando su piel, partiendo su nariz, sus labios. Haciendo saltar dientes y gritos de dolor, luego golpeó su abdomen con su rodilla mientras mantenía su cuerpo contra la pared, atenazando su cuello con fuerza, -esto te enseñará a obedecerme y respetarme- gritó con rabia mientras castigaba sus costillas, consiguiendo que algunas se partieran bajo sus potentes puñetazos. Eva luchaba influida por el odio, sus puños golpeaban inútilmente el macizo cuerpo de su marido.

Finalmente, mientras todavía la atenazaba del cuello, colocó la otra mano entre sus piernas y, con fuerza hundió dolorosamente sus dedos en el interior de su vagina, levantó el dolorido cuerpo de su mujer sobre su cabeza y la lanzó contra el otro extremo del comedor. El cuerpo de Eva se estrelló contra la mesa, que se rompió bajo la fuerza del impacto.

Eric jadeaba excitado, su mujer sangraba y se retorcía de dolor entre los trozos de la mesa, pero su agonía no había finalizado, Él se agachó y desgarró el pijama de su mujer, desnudándola, luego, cogiéndola del pelo, la volvió a levantar, aplastando su cara contra la pared, golpeándola mientras se bajaba los calzoncillos y liberaba su palpitante y excitada polla.

-Por favor, lo siento- consiguió suplicar Eva. -Veo que ya vas entendiendo zorrita- respondió su marido mientras separaba sus piernas con los pies y hundía su excitación entre las suaves nalgas de mujer. -Ahora me darás placer- susurró él antes de penetrarla cruelmente con su miembro viril. Acometió violentamente, levantando completamente el cuerpo de Ella con sus potentes embestidas, desgarrando tejidos y provocando heridas. Eric jadeaba de placer mientras su mujer gritaba de dolor. Se corrió cuando notó la sangre de su mujer resbalar por sus genitales, le había dado una buena lección.

-Mira como me has dejado la polla zorra, chúpala hasta dejarla reluciente- ordenó mientras la hundía en la boca de la destrozada hembra, luego se metió de nuevo en la cama -Limpia todo esto- ordenó antes de desaparecer -y no hagas ruido o volveré a darte una lección- agregó antes de cerrar la puerta de la habitación.

Eva necesitaba atención médica, la sangre brotaba por sus heridas, su visión estaba nublada y su cuerpo destrozado, tenía varios huesos rotos, desgarros en los tejidos y órganos afectados por la tremenda paliza recibida, necesitaba agua, su garganta ardía de dolor y sentía la tremenda necesidad de refrescarse.

Eva se arrastró por el suelo, incapaz de ponerse de pié, dirección a la cocina, la sangre brotaba de ella con furia, dejando un rastro tras de sí, finalmente consiguió llegar a la cocina y abrir la nevera, pero allí no había agua, sólo latas de espinacas, la nevera estaba llena de latas de espinacas, iguales a las que su hermano le había regalado en sueños al visitarla, se estaba volviendo loca pensó.

Cogió una de las latas, que desprendía un aroma sabroso, la tapa saltó con facilidad y Eva no pudo evitar probar ese manjar, el aroma, la textura... devoró las espinacas con rapidez, estaban riquísimas, sabrosas y eso que a ella nunca le gustaron las espinacas, perdió la conciencia al acabar la lata mientras pensaba que aquello no era real, seguramente su cuerpo seguía tirado en el comedor, desangrándose mientras desvariaba, iba a morir.

Eric se despertó tarde y se desperezó en la cama, se excitó recordando la paliza que había sometido a su mujer. -Eva- gritó desde la cama -ven aquí que tengo un trabajito para tí- continuó diciendo mientras se tocaba excitado. El tiempo pasó y no recibió respuesta. -¡¡EVA!!- gritó de nuevo con furia -no me hagas ir a buscarte-, pero el silencio fué la única respuesta que obtuvo.

Malhumorado se levantó y abandonó la habitación de matrimonio, el comedor estaba destrozado, la mesa rota, cuadros y vajillas tirados por el suelo y un rastro de sangre se perdía en el pasillo. Eric siguió el rastro asqueado, no había limpiado nada, él ordenó que limpiara y ella no lo había realizado, debería darle otro escarmiento.

La encontró en la cocina, desnuda y durmiendo en el suelo, la puerta de la nevera estaba abierta y llena de latas de espinacas, ¿que coño hacían todas esas latas de asquerosa espinaca en la nevera? pensó al cerrar la puerta de la nevera. Junto al cuerpo de Eva encontró otra lata de espinacas vacía.

-Levanta zorra- ordenó mientras volteaba el cuerpo de su mujer con su pié para verle la cara y lo que vió lo sorprendió. Eva estaba perfecta, en su cara no había rastros de violencia ni en su cuerpo heridas o marcas. Él recordaba la paliza, y el rastro de sangre indicaba que sangró profundamente, pero no había señales de ello en su cuerpo y había algo más.

Eva abrió los ojos y vió a su marido de pié a su lado y recordó lo sucedido aunque no notaba dolor alguno, imaginó que debía estar inválida o impedida y que por eso no sentía nada, pero intentó incorporarse y sus músculos obedecieron, su cuerpo se movió lentamente, sin dolor se levantó y se puso de pié.

Una vez incorporada se miró las manos y se palpó las costillas, no había dolor ni heridas. Levantó su mirada, buscando a su marido pero no estaba allí, tuvo que bajar la cabeza para encontrar la mirada de Eric, quién la miraba con ojos impresionados y expresión de sorpresa. Había crecido unos 20 centímetros de altura y se notaba extraña. Eva desperezó su cuerpo, estirando sus brazos con fuerza y notó como sus músculos crecían potentes bajo su piel, creando una masa dura como el acero.

Se frotó los ojos y volvió a fijarse, ella había crecido, era más alta y más fuerte que antes, era tan alta como él y tenía un cuerpo superdefinido en el que los músculos se dibujaban bajo su piel dándole una consistencia dura y potente, respiró y tragó saliba, él seguía siendo el hombre de la casa, lo único que había cambiado es que ahora tendría que golpear con más fuerza.

-Te dije que limpiases todo ese desorden- escupió con rabia -ahora tendré que enseñarte respeto de nuevo- agregó con rabia mientras golpeaba la palma izquierda con el puño derecho, y, tras comprobar el miedo en sus ojos, empezó a golpearla con sus puños.

Eva notaba los golpes, pero no le causaban dolor, los puñetazos de su marido se estrellaban con potencia en su piel pero no lograban atravesar sus músculos, fue entonces cuando tomó conciencia de su nuevo físico, no sólo era más alta sino que además parecía también más resistente, no sabía si era un sueño o realidad pero le gustó la sensación y quiso disfrutar de ella. Sus ojos se llenaron de rabia olvidando el miedo, mientras los inútiles puños de Eric se estrellaban contra su fornido cuerpo.

Golpeaba con fuerza, con toda su fuerza y su rabia, sus manos empezaron a dolerle, sus puños eran incapaces de atravesar ese cuerpo de hierro, Eric no entendía cómo había pasado, pero era incapaz de causar dolor en esa mujer, detuvo su "paliza" cuando los nudillos le sangraban, las carcajadas de Eva lo llenaron de terror y de rabia.

-¡Deja de reírte!- gritó Eric antes de lanzar un directo a la cara de Eva. El golpe llegó con toda su potencia directo a la mandíbula de la chica. Los dedos crujieron al estrellarse contra la faz de la mujer que ni tan sólo se movió bajo la fuerza del impacto.

Gritó de dolor mientras se acariciaba su destrozada mano, lloró y gritó de rabia mientras Eva disfrutaba del espectáculo, eso iba a ser divertido pensó ella mientras flexionaba sus músculos, mostrando todo su poder al macho, la piel se estiraba para dar espacio a los increíbles músculos de acero, las fibras se marcaban claramente bajo la piel y las venas parecían sufrir intentando obtener su espacio entre las montañas de poder que emergían de su cuerpo. No sólo era más alta y más resistente, también parecía ser más fuerte.

Eva gozó al ver la expresión de Eric, asustado e impresionado mientras unos ojos abiertos como platos observaban su superioridad física. -Oh nene, ahora recibirás tu merecido- susurró Eva con una expresión entre cruel y divertida.

Ella no conocía su fuerza así que decidió primero probarla, Eric no pudo creer lo que vió, su mujer levantó uno de sus brazos y lo dejó caer con fuerza, lanzando un golpe en la encimera de la cocina, el mueble cedió fácilmente debido a la potencia del golpe y el mármol se partió en mil pedazos bajo el tremendo impacto, el módulo quedó destrozado en cientos de pedazos.

Eva se impresionó, y más al observar la mirada de su marido, terriblemente asustado y sin poder controlar su tembloroso cuerpo, decidió continuar demostrando su poder, pero lentamente, sin prisas. Ella había pasado años sometida y no quería que acabara rápido, quería infligir miedo, mucho miedo. Eric tenía que sufrir y de momento lo estaba consiguiendo.

Con el otro brazo golpeó la pared, esta vez no empleó tanta fuerza pero el golpe fue también efectivo, los azulejos saltaron y la pared se agrietó, el polvo y el yeso inundaron la habitación mientras ella sonreía satisfecha, la expresión de Eric la excitaba, tenía la boca y los ojos abiertos como platos y en su mirada sólo había terror, desesperación y miedo, mucho miedo.

-Besa aquí- ordenó Rita mientras flexionaba su brazo izquierdo, el bíceps apareció grande y potente, increíblemente macizo. Eric temblaba de miedo, congelado por el terror que sentía por su mujer. -¡y una mierda!- respondió Eric reuniendo gran valor. Las carcajadas sonaron como respuesta, su corazón se congeló. -Voy a tener que enseñarte las normas hombretón- agregó Eva mientras la sombra de la furia inundaba su expresión, sus ojos chispeaban bajo su ira contenida.

Agarró firmemente el cuello de su marido y lo levantó del suelo, se impresionó de lo fácil que fué y lo ligero que parecía Eric con sus 108 Kilos de peso, se excitó tremendamente al ver la expresión de Eric, rojo y ahogado mientras intentaba inútilmente liberarse de la presión, sus piernas se balanceaban en el aire, pataleando como un niño.

Eric lloró en silencio (imposible hacer ruido, la mano de Eva aplastaba su garganta impidiendo el paso del oxígeno), sólo las lágrimas mostraban su sentimiento. Las carcajadas y gemidos de placer de su dominadora lo hacían llorar más y más, mientras que Eva, se alimentaba de ese miedo y sufrimiento para aumentar su excitación.

-¡Oh Diós! voy a disfrutar tanto contigo- susurró con expresión de tremendo placer mientras salía de la cocina con su marido colgando como un muñeco de trapo. Lo lanzó al suelo, quizá demasiado fuerte pensó Eva al ver como el cuerpo de su marido rebotaba en el suelo por el impacto.

Miró complacida como se retorcía en el suelo. -Ahora te voy a destrozar, te causaré tal sufrimiento que desearás morir, me lo suplicarás por favor. Pero no te voy a matar, no voy a hacerte ese favor, vivirás años sufriendo y deseando morir, no permitiré que los médicos te droguen para aliviar tu dolor y no podrán hacer nada para curarte después de pasar por mis manos.-

Eva miraba a su hombre con odio e ira mientras él temblaba aterrado en el suelo. -Primero dejaré que mi culo se tome su venganza, le has hecho mucho daño ¿sabes? y tiene ganas de agradecértelo. ¡Túmbate boca arriba!-. Eric lloraba de manera incontenible, no podía soportar tanta humillación y sentía verdadero pánico hacia su mujer, la conocía bien y sabía que esas palabras las había dicho en serio. Empezó a chillar "SOCORRO", pero antes de finalizar la palabra Eva se había sentado sobre su cara y su grito se perdía entre las piernas de su mujer.

-Grita aquí cobarde- y colocó bien su cuerpo para que el ano estuviera sobre la boca de su marido. -Ahora usa tu lengua, métela en mi culo y limpia bien- agregó mientras introducía la cabeza de Eric entre sus nalgas, aplastando su boca en el ano, disfrutó un rato, notando como la lengua se movía en su ano creando gran placer, luego apretó con sus nalgas y se impresionó con el resultado, notó como Eric chillaba de dolor y como su cara de cerdo se deformaba aplastada por su potente culo. La lengua de Eric quedó prisionera en su ano, estrangulada bajo sus potentes músculos.

Eva disfrutaba de su control y se excitaba ante la dominación a la que sometía a su marido, se levantó, y con ella, arrastró a su marido quién continuaba prisionero, con la lengua hundida en su ser. Eva andó por el comedor, y su marido gateaba tras ella, tenía que mantener la cabeza entre sus nalgas ya que sino le daba la sensación de que le iba a arrancar la lengua. Eric gritaba y lloraba, Eva gemía y gozaba.

Tras interminables minutos de humillación, notó como la presión disminuía y retiró su lengua, dolorida e hinchada del ano de su mujer. -Pod favod- suplicó patéticamente a su mujer mientras las lágrimas recorrían sus mejillas -no me hagaz daño-. Ella disfrutó de la estampa, viendo a su marido totalmente dominado, llorando arrodillado, patético.

-Desnúdate- ordenó enérgicamente y él cumplió su orden mientras Eva andaba en círculos, cómo las aves rapaces, controlando a su víctima, alimentando su miedo. -Apóyate contra la pared, con las manos en la espalda- ordenó cuando él terminó de quitarse la ropa.

Agarró la flácida polla de su marido con la mano mientras miraba fijamente a sus ojos. -La quiero grande y dura- agregó mientras acariciaba sus pelotas con suavidad, mientras, él lloraba impotente bajo el poder de su mujer, quien acariciaba su polla con suavidad, haciendo que se endureciera y creciera sin que él pudiera evitarlo. Ella tenía el control de todo, incluso de su erección.

Cuando la sintió dura y caliente, Eva se giró, y colocó la dura polla de su hombre apuntando a su ano, apretándola con fuerza hasta que empezó a hundirse lentamente, la devoró, gozando y gimiendo mientra Eric lloraba y suplicaba. Ella se movía agresiva, sin muestras de ternura, aplastando el cuerpo de Eric entre la espalda y su duro trasero, aplastando sus pelotas en cada sacudida, Eric empezó a gemir y entonces, comprimió su ano, lentamente, notando como el duro miembro de Eric cedía mientras lo estrechaba entre las potentes paredes de su culo.

Eric gritaba aterrorizado mientras notaba como su miembro era espachurrado, Eva gozó al notar como su polla se hacía añicos en su interior, aplastada y destrozada. -¡DIOS, POR FAVOR BASTAAA!- gritaba Eric entre espasmos de dolor mientras la sangre brotaba entre sus piernas. Eva finalizó, acelerando el ritmo, aumentando la presión y aplastándolo todavía con más fuerza. Antes de liberarlo, volvió a comprimir con fuerza su ano, gozando con los gritos de dolor de su marido.

Eric miraba, incrédulo lo que quedaba entre sus piernas, su pene había desaparecido, convirtiéndose en una masa deforme y sangrante. Eva disfrutaba de esos momentos, gozaba viendo el terror en la cara de Eric.

-No hemos acabado pequeñín- susurró con una sonrisa y lanzó un rodillazo, potente y demoledor entre sus piernas, directo a sus huevos, que aunque hinchados, todavía mantenían la forma original, Eva tuvo que sostener los brazos de Eric sobre su cabeza, ya que instintivamente, se protegía sus testículos con ellas. Luego continuó golpeando su entrepierna con una potencia increíble. La sangre chorreaba mientras Eric gritaba sin parar y el tremendo dolor no le permitía nada más que gritar y gritar.

Eva dejó de golpear cuando vió que los genitales de Eric, ya habían perdido la forma, Eric gritaba sin parar. -Que cachonda me pones- susurró ella antes de besarlo pasionalmente, Eva buscó su lengua y cuando la encontró la absorvió y la mordió con fuerza, arrancándola de su boca mientras Eric luchaba inutilmente por evitar tal masacre.

-¿Duele hombretón?- preguntó ella lasciva mientras Eric se retorcía de dolor. -Siente mi poder- ordenó mientras flexionaba sus brazos y sus músculos se tensaban volviéndose increíblemente duros. Eric cumplió su orden rápidamente y empezó a acariciar con sus manos los increíbles bíceps de su mujer mientras ella disfrutaba enormemente de la sensación de poder.

Ella aumentó la presión, aprisionando sus manos entre sus músculos, notó como Eric tiraba con fuerza intentando liberar sus manos, ella flexionaba lentamente mientras miraba fijamente los ojos de su marido, llenos de terror , llenos de dolor y sufrimiento. Notó un orgasmo cuando los dedos de él empezaron a crujir aplastados bajo la presión de sus músculos, él chillaba como un cerdo mientras ella presionaba y los huesos crujían. No lo soltó hasta que dejó de oír el crujir de sus huesos.

Eric miró sus manos, aplastadas y sus dedos retorcidos en posturas imposibles mientras su mujer lo cogía de las muñecas con las manos. Eric suplicó con su mirada, ella gozó con su expresión y apretó, haciendo crujir los huesos de sus muñecas, gozando con el dolor que infligía. Continuó repitiendo el proceso, destrozando todos los huesos existentes en los brazos de Eric, aplastando también sus músculos. Luego colocó sus manos sobre los hombros del sexo superior y hundió sus dedos con fuerza, atravesando su piel y desgarrando todos los músculos con los que se encontró.

Eric no podía pensar ni gritar ni hablar, el tremendo dolor lo tenía paralizado, quería morir. Eva continuó su terrible tortura arrancándole las clavículas de un fuerte tirón, obligó a que Eric viera como las trituraba. Le había destrozado totalmente los brazos, los cuales se balanceaban inertes a sus costados goteando sangre.

Pasaron las horas mientras ella trituraba cada uno de los huesos existentes en el cuerpo de Eric cruelmente, luego empezó a lanzar sus puños con furia sobre su cara, haciendo saltar dientes y desgarrando tejidos, no cesó hasta que la mandíbula del macho quedó triturada e irreconocible.

Eric se había convertido en una masa irreconocible de carne sangrante y huesos triturados que todavía miraba aterrorizado a su mujer. Ella notó su mirada y tremendamente excitada se masturbó frente a él, lanzando gritos y gemidos de placer hasta llegar a un tremendo orgasmo.

-Es lo último que verás- susurró Eva mientras sus manos le cogían la cabeza y sus dedos pulgares se hundían en sus cuencas oculares, aplastando dolorosamente sus ojos hasta que los hizo reventar.

-Deja que te de un último abrazo- agregó contenta al observar el terrible sufrimiento que había causado, devolviendo todo el daño que ella había sufrido durante años. Lo levantó causando un gran dolor y lo apretó con fuerza entre sus brazos hasta que notó como crujió su espalda, quedando él inmóvil. Tras esto se fue sin mirar atrás, liberada.

Eric pasó el resto de su vida en la cama de un hospital, ciego, mudo e inmóvil, aislado del mundo y deseando morir mientras los médicos hacían todo lo posible para mantenerlo con vida, alargando su agonía.

FIN.

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